Como de costumbre, Mapp no se anduvo con rodeos.
– Lo que te estas preguntando es como me siento despues de verte matar a una mujer afroamericana con una criatura en los brazos. Esta es mi respuesta. Ella te disparo primero. Y me alegro de que estes viva. Pero, Starling, piensa un poco en quien tiene la responsabilidad de estas operaciones demenciales. ?Que clase de tarado os metio a ti y a Evelda en esa ratonera para que resolvierais el problema de la droga a tiros? ?Te parece el plan de un genio? Lo unico que quiero es que pienses si quieres seguir siendo el payaso de las bofetadas -Mapp sirvio te a guisa de puntuacion-. ?Quieres que me quede? Puedo pedir un permiso.
– Gracias. No hace falta. Llamame luego.
El
«EL ANGEL DE LA MUERTE: CLARICE STARLING, LA MAQUINA ASESINA DEL FBI», voceaba el titular en Railroad Gothic de setenta y dos puntos. Las tres fotografias de la portada mostraban las siguientes imagenes: Clarice Starling en traje de faena disparando una pistola del calibre 45 en una competicion; Evelda Drumgo doblada sobre su criatura en la calzada, con la cabeza caida como la de una Madonna de Cimabue y los sesos desparramados; y otra vez Starling, depositando a un nino moreno sobre una tabla de cortar entre un amasijo de cuchillos, tripas de pescado y una cabeza de tiburon.
El pie de las fotos decia: «La agente especial del FBI Clarice Starling, verdugo del asesino en serie Jame Gumb, anade al menos cinco muescas a su revolver. Una madre con su nino de pecho y dos oficiales de policia entre los muertos tras una calamitosa operacion antidroga».
La historia principal incluia las carreras completas de los traficantes Evelda y Dijon Drumgo, y la aparicion de los Tullidos en el paisaje desgarrado por la guerra de bandas de Washington, D.C. Se mencionaba brevemente la hoja de servicio del agente John Brigham y las condecoraciones que habia recibido a lo largo de su carrera.
A Starling le dedicaban toda una columna lateral bajo una inocente foto de la joven en un restaurante con el rostro sonriente sobre un vestido de escotado cuello redondo.
Clarice Starling, agente especial del FBI, obtuvo sus quince minutos defama cuando hace siete anos hirio de muerte al asesino en serie Jame Gumb, alias Buffalo Bill, en el sotano del propio criminal. Ahora podria enfrentarse a cargos departamentales y responsabilidad civil por la muerte el miercoles de una madre de Washington acusada de la fabricacion de anfetaminas ilegales. (Vease el reportaje de la pagina 1.)
El
El dolor en la oreja y la mitad hinchada de la cara era soportable si no se tocaba el vendaje. Al menos, ya no sentia la cabeza a punto de estallarle. Los dos Tylenoles habian hecho efecto. Preferia no tomar el Percocet que le habia recetado el medico. Se quedo dormida con la espalda apoyada en la cabecera de la cama; el
CAPITULO 4
Puedes enamorarte del Bureau, pero no esperes
Maxima de la asesoria para
separados del servicio
El gimnasio del FBI en el edificio J. Edgar Hoover estaba casi vacio a primera hora. Dos hombres maduros daban cansinas vueltas en la pista cubierta. El ruido de una maquina de pesas en una de las esquinas y los gritos y los impactos de la pelota en la sala de squash resonaban en el enorme recinto.
Los corredores hablaban de forma entrecortada. Tunberry, el director del FBI, habia pedido a Jack Crawford que corriera con el. Habian hecho tres kilometros y se estaban quedando sin fuelle.
– Blaylock, del BATF, se ha quedado con el culo al aire despues de lo de Waco. No sera de la noche a la manana, pero esta acabado y lo sabe -dijo el director-. Ya puede ir avisando al reverendo Moon para que se busque otro inquilino.
El hecho de que el BAFT alquilara su sede en Washington al reverendo Sun Myung Moon era motivo de todo tipo de chistes en el FBI.
– Y a Farriday le van a dar con la puerta en las narices por lo de Ruby Ridge -anadio Tunberry.
– No lo entiendo -confeso Crawford. Habia servido en Nueva York a las ordenes de Farriday en los setenta, cuando la muchedumbre se manifestaba ante el centro de operaciones del FBI en la Tercera Avenida con la calle Sesenta y nueve-. Farriday es un buen hombre. No fue el quien establecio el sistema de contratacion.
– Se lo comunique ayer por la manana.
– ?Y se va a ir asi, sin decir esta boca es mia? -pregunto Crawford.
– Digamos que no pierde los derechos adquiridos. Vivimos tiempos peligrosos, Jack.
Ambos corrian con la cabeza echada hacia atras. El ritmo de sus zancadas aumento levemente. Crawford miro al director por el rabillo del ojo y se dio cuenta de que estaba intentando poner a prueba su resistencia.
– ?Cuantos anos tienes, Jack? ?Cincuenta y seis?