Hannibal Lecter
Mientras leia, Starling tuvo la sensacion de estar oyendo la misma voz que se habia burlado de ella y la habia desgarrado, que habia hurgado en su pasado y la habia iluminado sobre si misma en la celda de maxima segundad del hospital psiquiatrico, cuando tuvo que comerciar con sus recuerdos mas dolorosos a cambio de los insustituibles conocimientos de Hannibal Lecter sobre Buffalo Bill. La aspereza metalica de aquella voz que tan poco se prodigaba seguia persiguiendola en suenos.
Habia una telarana nueva en una esquina del techo de la cocina. Starling fijo la vista en ella mientras sus pensamientos se atrepellaban. Contenta y triste. Triste y contenta. Contenta por la ayuda, contenta al vislumbrar lo que podia sanarla. Contenta y triste porque el servicio de reenvio de Los Angeles que habia empleado el doctor Lecter parecia poco cuidadoso en la seleccion de su personal; esta vez habian utilizado una maquina de franqueo automatico. Jack Crawford se frotaria las manos al ver la carta, lo mismo que las autoridades postales y el laboratorio.
CAPITULO 6
La habitacion en que Mason pasaba los dias era silenciosa, pero tenia su propio, suave pulso, los siseos y suspiros del respirador que le proporcionaba oxigeno. Era oscura excepto por el resplandor del enorme acuario, en cuyo interior una exotica anguila daba vueltas y mas vueltas, trazando continuos ochos que parecian siempre el mismo y haciendo ondular su sombra como una cinta por las paredes del cuarto.
El pelo trenzado de Mason formaba una gruesa rosca sobre el caparazon del respirador que cubria su pecho en la cama elevada. Suspendido ante el, habia un sistema de tubos semejante a una flauta de Pan.
La larga lengua de Mason asomo entre los dientes. La paso alrededor del final del tubo del extremo y soplo aprovechando un suspiro del respirador.
Al instante, una voz procedente de un altavoz de la pared le respondio.
– ?Si, senor?
– El
– En portada viene…
– No quiero que me lo leas. Ponio en el monitor -las emes y la pe tambien habian desaparecido de las frases de Mason.
Se oyo crepitar la amplia pantalla del monitor elevado. El resplandor verde azulado se volvio rosa conforme iba apareciendo la roja cabecera del
– «EL ANGEL DE LA MUERTE: CLARICE STARLING, LA MAQUINA ASESINA DEL FBI» -leyo Mason entre tres lentas exhalaciones del respirador.
El aparato permitia ampliar las fotografias. Mason tenia un brazo fuera de la colcha, y esa mano conservaba algo de movimiento. Como una arana de mar blancuzca, avanzo arrastrada por los dedos mas que gracias a la fuerza del brazo contrahecho. Como apenas podia girar la cabeza para mirar, el indice y el corazon tantearon como si fueran antenas, mientras pulgar, anular y menique tiraron con fuerza de la mano por la ropa de la cama. Por fin, encontro el mando a distancia, con el que podia ampliar y pasar las paginas.
Mason leyo despacio. El protector de cristal que cubria su unico ojo producia un siseo dos veces por minuto, al vaporizar humedad sobre el globo ocular, que no tenia parpado, y a menudo empanaba la lente. Necesito veinte minutos para leer el articulo principal y la columna lateral.
– Pon las radiografias -ordeno, acabada la lectura.
Hubo que esperar unos instantes. Habia que colocar la ancha placa de rayos X sobre una mesa luminosa para que pudiera verse adecuadamente en el monitor. La primera radiografia mostraba una mano, al parecer danada. La otra, la misma mano y todo el brazo. Una flecha dibujada en la placa senalaba una antigua fractura de humero a medio camino entre el codo y el hombro.
Mason la contemplo durante muchas inhalaciones.
– Pon la carta -ordeno al fin.
La elegante letra redonda aparecio en el monitor, absurdamente magnificada.
– «
Leyo la carta de cabo a rabo a un ritmo penoso por encima de los movimientos de la maquina, como si leyera a lomos de un caballo. Mason no podia cerrar el ojo, pero cuando acabo la lectura su mente se retiro unos instantes para poder pensar. El respirador funciono mas despacio. Al cabo de un rato, Mason soplo en el tubo.
– Digame, senor.
– Pegale un toque al congresista Vellmore. Traeme los auriculares del telefono. Cierra el altavoz.
– Clarice Starling -dijo con la siguiente inhalacion que le concedio la maquina.
Aquel nombre no tenia sonidos implosivos, asi que pudo emitirlo completo. Fonema tras fonema. Mientras esperaba que le trajeran el telefono, dormito unos instantes, con la sombra de la anguila deslizandose por la colcha, por su rostro, por el pelo enroscado.
CAPITULO 7
Buzzard's Point, el centro de operaciones del FBI para Washington y el Distrito de Columbia, recibe ese nombre a causa de una reunion de buitres celebrada en el hospital que se alzaba en ese lugar durante la guerra de la Secesion.
La reunion de ese dia estaria constituida por burocratas de la DEA, el BATF y el FBI, dispuestos a decidir la suerte de Clarice Starling.
Starling estaba sola, de pie sobre la espesa alfombra del despacho de su jefe. La sangre le palpitaba contra el vendaje de la cabeza. Por encima de los latidos, le llegaban las voces de los hombres, amortiguadas por la puerta de cristal esmerilado de la sala de reuniones contigua.
Sobre el cristal, en estilizado pan de oro, destacaba el emblema del FBI, con su divisa de «Fidelidad, Bravura, Integridad».
Tras el emblema, el tono de las voces subia y bajaba con cierta pasion; Starling oia su nombre a menudo, aunque no pudiera entender otra cosa.