Los de atras oyeron la queja del engranaje cuando el conductor echo el freno de mano.
Brigham aparto la vista del periscopio y se lo ofrecio a Starling.
– Echa un vistazo.
Starling barrio la fachada del edificio con el objetivo. Los puestos de pescado conservado en hielo brillaban al otro lado del toldo de lona de la entrada. Las cuberas de la costa de Carolina estaban dispuestas ordenadamente en el hielo picado, los cangrejos agiiabarf las patas en las cajas abiertas y las langostas se subian unas encima de otras en un acuario. El astuto pescadero habia puesto trapos humedos en los ojos de los peces mas grandes para mantenerlos brillantes a la espera de la avalancha de exigentes amas de casa de origen caribeno que vendrian por la tarde a olisquear y toquetear.
En el exterior, el sol dibujaba un arco iris en el chorro de agua de la mesa donde se limpiaba el pescado, ante la que un individuo de aspecto latino y enormes antebrazos cortaba en rodajas un tiburon azul con diestros tajos de su cuchillo curvo y lavaba el enorme pez con una manguera de mano. El agua sanguinolenta caia por el bordillo; Starling la oia correr bajo la furgoneta.
La agente observo al conductor acercarse al pescadero y hacerle una pregunta. El hombre se miro el reloj, se encogio de hombros y senalo en direccion a un bar de comidas. El conductor curioseo por el mercado durante un minuto, encendio un cigarrillo y se dirigio hacia el bar.
Un radiocasete gigante hacia que Macarena sonara en el mercado lo bastante fuerte como para que Starling la oyera con toda claridad desde dentro de la furgoneta; no volveria a ser capaz de soportar aquella cancion en toda su vida.
La puerta de marras estaba a la derecha: dos hojas de metal en un marco tambien metalico, a las que daba acceso un unico peldano de hormigon.
Starling iba a soltar el periscopio cuando se abrio la puerta. Un hombre enorme de raza blanca, vestido con camisa hawaiana y sandalias bajo a la acera. Sostenia contra el pecho una mochila pequena, tras la que la otra mano permanecia oculta. A continuacion aparecio un negro nervudo que sostenia una gabardina.
– Ahi estan -advirtio Starling.
Tras los hombros de los dos individuos se hicieron visibles el esbelto cuello de Nefertiti y el agraciado rostro de Evelda Drumgo.
– Evelda acaba de salir detras de dos tios, y parece que ambos van cargados -informo Starling.
No solto el periscopio lo bastante deprisa como para evitar que Brigham chocara con ella. Starling se puso el casco.
Brigham hablo por la radio.
– Fuerza Uno a todas las unidades. Adelante. Adelante. Han salido por nuestro lado, vamos a entrar en accion -acto seguido, al tiempo que montaba la escopeta recortada, se dirigio a su equipo-: Al suelo con ellos tan rapido como podais. La barca llegara en treinta segundos, vamos a hacerlo.
Starling fue la primera en salir. Las trencillas de Evelda volaron al volver la cabeza hacia la agente. Starling no perdia de vista a los dos guardaespaldas, que habian sacado las armas y ladraban «Al suelo, al suelo».
Pero Evelda se abrio paso entre los dos hombres.
Llevaba una criatura en un arnes que le colgaba del cuello.
– ?Quietos, quietos, no quiero problemas! -dijo a sus hombres-. ?Quietos!
Dio unos pasos adelante, digna como una reina, sosteniendo al bebe ante si a la distancia que permitia el arnes, con la toquilla colgando.
«Dadle una oportunidad.» Starling enfundo su arma a tientas y extendio los brazos con las manos abiertas.
– ?Dejalo, Evelda! Ven hacia mi.
De pronto, a su espalda, el rugido de un ocho cilindros grande y el chirrido de neumaticos. No podia darse la vuelta. «Cubridme las espaldas.»
Evelda, sin hacerle caso, avanza hacia Brigham, la toquilla que se agita cuando el MAC 10 aparece entre los pliegues, y Brigham que se desploma, con el frente del casco lleno de sangre.
El hombreton blanco dejo caer la mochila. Burke vio su pistola ametralladora y disparo la inofensiva nube de plomo del «Avon llama a su puerta». Tiro del cerrojo, pero ya era tarde. El gorila disparo una andanada y alcanzo a Burke a lo largo de la ingle, por debajo del chaleco; despues se volvio hacia Starling, que habia sacado el arma de la funda y le acerto dos veces en medio de la camisa hawaiana antes de que pudiera volver a disparar.
Disparos a sus espaldas. El negro dejo que la gabardina se deslizara sobre su arma y retrocedio hasta el interior del edificio, al tiempo que un impacto como un fuerte punetazo en la espalda lanzaba a Starling hacia delante dejandola sin resuello. Rodo «obre la acera y vio el coche de los Tullidos atravesado en medio de la calle, un Cadillac sedan con las ventanillas abiertas y dos tiradores sentados al estilo cheyenne en las ventanillas del otro lado, disparando por encima del techo, mientras un tercero lo hacia desde la parte de atras. Fuego y humo escupidos desde tres canones, las balas silbando en el aire alrededor de ella.
Starling se arrastro entre dos coches aparcados y vio a Burke retorciendose en la calzada. Brigham yacia inmovil, con el casco en medio de un charco cada vez mayor. Hare y Bolton disparaban parapetados tras los coches del otro lado de la calle. Los cristales llovian sobre la calzada y se oyo explotar un neumatico mientras el fuego de las armas automaticas procedente del Cadillac obligaba a los dos agentes a apretarse contra el suelo. Starling, con un pie en el agua que corria junto al bordillo, asomo la cabeza.
Dos tiradores disparaban por encima del techo del Cadillac, sentados en las ventanillas, y el conductor utilizaba la pistola con la mano libre. En la parte de atras, un cuarto individuo habia abierto la puerta y estaba metiendo dentro a Evelda y a su criatura. La mujer llevaba la mochila. Sin que sus ocupantes dejaran de hacer llover plomo sobre Bolton y Hare, las ruedas traseras chirriaron y el coche empezo a moverse. Starling se levanto, corrio al lado del vehiculo y disparo al conductor en la cabeza. Despues disparo dos veces al tipo sentado en la ventanilla de delante, que cayo de espaldas a la calzada. Hizo saltar el tambor de su 45 y, sin apartar los ojos del coche, encajo otro antes de que el vacio llegara al suelo.
El Cadillac arano los coches aparcados al otro lado de la calle y se detuvo, rechinando.
Starling avanzo hacia el vehiculo. El pistolero de la ventanilla trasera seguia sentado, con los ojos desorbitados y las manos empujando la carroceria del techo, tratando de liberar el torso comprimido contra un coche aparcado. Su arma se deslizo por el techo y cayo al suelo. En el otro lado, unas manos vacias aparecieron por la ventanilla. Un individuo con un panuelo azul en la cabeza salio del coche con las manos en alto y se echo a correr. Starling no le hizo caso.
Oyo disparos a su derecha y vio al que huia caer hacia delante, arrastrarse boca abajo e intentar esconderse debajo de un coche. Las helices de un helicoptero batian el aire por encima de Starling. Alguien gritaba en la puerta del mercado.
– ?Estese quieto, no intente levantarse!
La gente seguia escondida bajo los mostradores y la manguera, abandonada, regaba el aire desde la mesa de limpiar el pescado.
Starling se acerco al Cadillac. Percibio movimiento en la parte de atras. El coche se mecia. La criatura lloraba en el interior. Se oyeron unos disparos y la ventanilla posterior, hecha anicos, cayo dentro.
Starling levanto el brazo y lanzo un grito sin volverse.
– ?Alto! ?Dejad de disparar! Atentos a la puerta. Detras de mi. Vigilad la puerta del edificio -movimientos en el interior del coche, donde el nino seguia chillando-. Evelda… Evelda, saca las manos por la ventanilla.
Evelda Drumgo empezo a salir. La criatura berreaba. Macarena retumbaba en los altavoces del mercado. Evelda estaba fuera y avanzaba hacia Starling con la hermosa cabeza baja y los brazos alrededor de su hijo.
Burke se estremecia en la calzada, entre ambas mujeres. Los espasmos eran mas debiles ahora que practicamente se habia desangrado, y la insufrible cancion parecia ponerles musica. Alguien se acerco agachandose, se puso en cuclillas a su lado y trato de cortar la hemorragia.
Starling apuntaba el arma al suelo, delante de Evelda.
– Ensename las manos, Evelda, vamos, por favor, ensename las manos.
Un bulto en la toquilla. La mujer levanto la cabeza y la miro entre las trencillas de pelo con sus oscuros ojos de egipcia.
– Vaya, Starling, eres tu…
– Evelda, no lo hagas, piensa en el nino…
– Vamos a intercambiar fluidos, zorra.