Sali. Era realmente un parque. Los arboles susurraban con un sonido prolongado, invisibles en la oscuridad. No senti nada de viento, que debia soplar mucho mas arriba; las voces solemnes y regulares de los arboles me rodeaban como una cupula invisible. Por primera vez me senti solo, pero no como entre la muchedumbre; me agradaba. Sin embargo, en el parque debia de haber mucha gente; escuche murmullos, en numerosas ocasiones brillo la mancha de una cara y una vez incluso roce a alguien al pasar. Las copas de los arboles estaban entrelazadas, por lo que las estrellas solo podian verse en sus huecos. Recorde que habia subido para llegar a este parque; ya en la plaza de los colores danzantes habia tenido un cielo sobre mi cabeza, aunque nublado. ?Como era posible, entonces, que ahora, un piso mas arriba, viera un cielo estrellado? No podia explicarmelo.

Los arboles se iluminaron, y aun antes de verla, senti el olor del agua, el olor del pantano, del cenagal y de hojas mojadas; me quede inmovil.

La arboleda rodeaba el lago como una corona oscura. Oi el susurro de los juncos y la crin vegetal; y muy lejos, en la otra orilla, se levantaba como un gigante un macizo de rocas traslucidas, una montana medio transparente sobre los planos de la noche. Una luz fantasmal llegaba de los penascos cortados a pico, muy palida, azulada; bastiones sobre bastiones de cristal semejante a estano congelado, abismos…, y aquel coloso rutilante e inverosimil proyectaba su largo y palido reflejo en las negras aguas del lago.

Permaneci inmovil extasiado, mientras el viento traia fluidos y tenues sonidos musicales.

Pero al forzar la vista, vislumbre en el gigante pisos y terrazas, y en ese momento comprendi que por segunda vez volvia a tener delante la estacion, la gigantesca terminal. Por ella me habia extraviado el dia anterior y tal vez ahora la miraba desde el fondo del oscuro espacio que tanto me habia asombrado, en el mismo sitio donde conociera a Nais.

?Era todavia arquitectura o ya una ingenieria de las montanas? Debian haber comprendido que al traspasar ciertos limites es preciso renunciar a la simetria, a la forma proporcionada y solo se puede aprender de lo gigantesco; ?dociles alumnos de los planetas!

Segui la orilla del lago. El coloso casi parecia guiarme con su vuelo inmovil y centelleante. Si, desde luego era osado planear semejante estructura y darle el horror de un abismo y la brutalidad y aspereza de las simas y las altas cumbres sin caer en una imitacion mecanica, sin perder algo, sin falsear. Volvi al muro de arboles. El azul palido de la terminal se iba ennegreciendo y aun aparecia entre las ramas, pero en seguida quedo oculto tras la espesura. Aparte con ambas manos las zarzas cimbreantes, las espinas se clavaban en mi chaqueta de lana y me aranaban los pantalones, y un rocio sacudido desde arriba cayo como una lluvia sobre mi rostro.

Me meti un par de hojas en la boca y las mastique; eran jovenes, amargas, y por primera vez desde mi regreso pense que ya no queria, ni buscaba, ni necesitaba nada mas, era suficiente caminar a ciegas por la oscuridad de esta susurrante espesura. ?Fue asi como lo habia imaginado durante diez anos?

Los arbustos se dividieron. Una avenida pequena y tortuosa. Diminutos guijarros crujian bajo mis pies, despidiendo una luz debil; me gustaba mas la oscuridad. Segui andando, precisamente hacia donde se dibujaba, bajo una estructura petrea y redonda, una silueta humana. No sabia la procedencia de la luz que la rodeaba. El lugar estaba desierto, con bancos todo alrededor, sillones pequenos, una mesa volcada y una arena mas profunda y densa en la que se hundian mis piernas, y cuyo calor sentia pese al frescor de la noche.

Bajo la boveda, que descansaba sobre columnas rotas y tambaleantes, habia una mujer que parecia estar esperandome. Ya veia su rostro y unas tremulas chispas en los pequenos discos de brillantes que cubrian sus orejas, y su vestido blanco, que en la sombra refulgia como la plata. No era posible. ?Un sueno? Me hallaba escasamente a unas docenas de pasos de ella cuando empezo a cantar. Bajo los arboles ciegos su voz sonaba debil, casi infantil, y yo no comprendia las palabras…, tal vez no habia. Tenia la boca entreabierta, como si quisiera beber, y en su expresion no habia ninguna senal de esfuerzo, nada que no fuera deleite, como si viese algo que nadie puede ver y le dedicase una cancion. Tuve miedo de que me viera y acorte el paso. Ahora ya me encontraba en la franja de la luz que rodeaba la estructura de piedra.

Su voz adquirio mas fuerza, invocaba a la oscuridad, inmovil, con los brazos caidos, como si se hubiera olvidado de si misma, como si no tuviera nada mas que la voz con la que paseaba y en la que se perdia; parecia que iba a expresarlo todo, renunciar a todo y despedirse con la conciencia de que con el ultimo tono languido no solo se extinguiria la cancion. Yo no sabia si tal cosa era posible.

Enmudecio, y yo continue oyendo su voz. De improviso oi detras de mi unos pasos ligeros: una muchacha corria hacia la mujer, seguida de otra persona; bajo los escalones con una risa breve y gutural, paso a traves de la mujer y se alejo corriendo. El hombre que la seguia paso junto a mi como una silueta negra y ambos desaparecieron. Oi por segunda vez la atractiva risa de la muchacha y me quede petrificado sobre la arena, sin saber si reir o llorar; la cantante inexistente tarareaba en voz baja. No queria oirla. Volvi a la oscuridad con el rostro crispado, como un nino a quien acaban de demostrar la falsedad de un cuento.

Equivalia a una profanacion. Me aleje, y su voz continuo persiguiendome.

Doble un recodo de la avenida y vi el debil fulgor de los setos vivos; humedas guirnaldas de hojas colgaban sobre una verja de metal. La abri. Daba la impresion de que alli habia mas luz. Los setos terminaban junto a una gran pradera de cuya hierba se levantaban bloques de piedra; uno de estos se movio, se irguio, y vislumbre las palidas llamas de dos ojos. Me quede como petrificado. Era un leon.

Se levanto pesadamente, primero sobre las patas delanteras; ahora veia todo su cuerpo, solo a cinco pasos de mi; tenia una melena rala y sucia. Se enderezo con dos languidos movimientos de hombros y, sin el menor ruido, empezo a dirigirse hacia mi.

Yo ya me habia repuesto. «Vamos, vamos, no pretendas inspirarme miedo», me dije. No podia ser autentico; seria un fantasma, como mi cantante, como la gente que habia visto junto a los coches negros. Abrio las fauces, en cuya oscuridad centellearon los colmillos, con el ruido de un cerrojo. A un solo paso de distancia, senti su aliento fetido…

Resoplo, salpicandome con gotas de saliva, y sin darme tiempo a horrorizarme, me rozo las caderas con su enorme cabeza, ronroneo, se froto contra mi, y senti un estupido cosquilleo en el pecho…

Me rozaba con la piel gruesa y colgante de la papada. Sin darme apenas cuenta, empece a empujarle y estirarle de los pelos. El incremento su ronroneo. A sus espaldas aparecieron los ojos brillantes de otro leon, no, de una leona, que le empujo con el hombro. De la garganta del leon surgio un grunido, no un rugido, y trato de alejar a la leona con la pata. Ella no se aparto, y resoplo con furia.

«Esto acabara mal», pense. Iba desarmado, y los leones eran tan autenticos y reales como los que habia conocido. Sentia el penetrante olor de sus cuerpos. La leona seguia resoplando y el leon desasio de pronto de mis manos su tosca melena, volvio hacia ella su enorme cabeza y rugio; la leona se tendio en el suelo.

«Ahora me largo» les dije sin voz, solo con los labios. Empece a retroceder lentamente hacia la verja; el momento no era nada agradable. Pero el leon parecia haberse olvidado de mi. Se tendio pesadamente, de nuevo parecido a un bloque de piedra, y la leona se quedo junto a el, empujandole con el hocico.

Cuando hube cerrado la verja tras de mi, tuve que luchar contra el panico con todas mis fuerzas. Tenia la garganta seca y las rodillas temblorosas. De pronto mi carraspeo se convirtio en una risa demente cuando recorde que le habia dicho: «Vamos, vamos, no pretendas inspirarme miedo», firmemente convencido de que se trataba de una ilusion.

Las copas de los arboles se dibujaban en el cielo cada vez con mas precision; amanecia.

Me alegraba no saber como saldria del parque, que entretanto se habia quedado totalmente vacio. Pase junto a la estructura redonda donde antes se me apareciera la cantante; en la proxima avenida encontre un robot que recortaba el cesped. No sabia nada de un hotel, pero me indico el camino del siguiente ascensor. Subi un par de pisos y me asombre al salir a una calle del plano inferior, donde volvia a tener el cielo sobre mi cabeza.

En cualquier caso, mi capacidad de asombro ya estaba agotada. Habia visto demasiadas cosas. Camine un rato mas, y recuerdo que me sente junto a un surtidor, que tal vez no lo era.

Volvi a levantarme y segui caminando a la luz del amanecer hasta que frente a mi vista rigida fulguraron unos grandes cristales luminosos que anunciaban con letras de fuego: ALCARON HOTEL.

En la blanca recepcion, que recordaba la banera volcada de un gigante, habia un robot estilizado y medio transparente, de largos y delgados brazos. Sin preguntarme nada, me alargo un libro, yo me inscribi en el y subi en el ascensor, provisto de una pequena tarjeta triangular. Alguien — ignoro realmente quien — me ayudo a abrir la puerta, o mejor dicho, la abrio por mi. Paredes de hielo, en las que circulaban minusculas llamas. Cuando me acerque a la ventana, un asiento surgido de la nada se situo tras de mi. De arriba cayo una superficie plana, que se convirtio en una mesa. Pero lo que yo queria era una cama. No la encontre ni trate de buscarla. Me tendi sobre

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