estaba pensando en instalarse en una nueva ciudad. Luego, casi perversamente, una vez que el Fantasma se habia hecho un nombre, se presento en una pequena ciudad de Nebraska como un periodista que estaba trabajando en un articulo acerca de las actitudes y opiniones de las personas que vivian en lugares donde habia una replica de la Estatua de la Libertad. Les pregunto que pensaban de las bombas. Que significaba la estatua para ellos. Fue una experiencia que le destrozo los nervios, dijo, pero valio la pena en todo momento.

Muy al principio decidio que la franqueza seria la estrategia mas util, la mejor manera de evitar dar una impresion equivocada. En lugar de salir furtivamente o esconderse, charlaba con la gente, les conquistaba, les hacia pensar que era una buena persona. Esta cordialidad era natural en Sachs y le daba el espacio para respirar que necesitaba. Una vez que la gente sabia por que estaba alli, no les alarmaria verle pasear por la ciudad, y si pasaba varias veces por el emplazamiento de la estatua en el curso de su paseo, nadie le prestaria atencion. Lo mismo ocurria con los recorridos que hacia despues de anochecer, dando vueltas en coche por la ciudad cerrada a las dos de la madrugada para familiarizarse con las pautas del trafico, para calcular el indice de probabilidades de que hubiese alguien en las cercanias cuando colocase la bomba. Despues de todo, estaba pensando en trasladarse alli. ?Quien podia culparle si queria ver como era el lugar despues de la puesta de sol? Se daba cuenta de que era una excusa endeble, pero estas salidas nocturnas eran inevitables, una precaucion necesaria, porque no solo tenia que salvar su pellejo, ademas tenia que asegurarse de no herir a nadie. Un vagabundo que durmiera en la base del pedestal, dos adolescentes besandose en el cesped, un hombre paseando a su perro durante la noche; bastaria un solo fragmento de piedra o de metal para matar a alguien, y entonces toda la causa se destruiria. Ese era el mayor temor de Sachs, y no escatimaba esfuerzos para evitar accidentes. Las bombas que fabricaba eran pequenas, mucho mas pequenas de lo que le hubiese gustado, y aunque eso aumentaba los riesgos, nunca ponia el mecanismo de relojeria para que estallase mas de veinte minutos despues de que el hubiera sujetado los explosivos con cinta adhesiva a la corona de la estatua. Nada garantizaba que no pasara alguien por alli en esos veinte minutos, pero, dada la hora y el caracter de esas ciudades, las probabilidades eran escasas.

Junto con todo lo demas, Sachs me dio grandes cantidades de informacion tecnica durante esa noche, un curso intensivo sobre la mecanica de la fabricacion de bombas. Confieso que la mayor parte me entro por un oido y me salio por el otro. No tengo ninguna habilidad para las cosas mecanicas y mi ignorancia hacia que me resultase dificil seguir lo que me decia. Entendia alguna que otra palabra, terminos como despertador, polvora, mecha, pero el resto era incomprensible, un idioma extranjero que no lograba penetrar. No obstante, a juzgar por la forma en que hablaba, deduje que se necesitaba mucho ingenio. No se fiaba de formulas preestablecidas, y con la dificultad anadida de tratar de no dejar pistas, se esforzaba por utilizar unicamente los materiales mas caseros, por montar sus explosivos con diversos objetos que podian encontrarse en cualquier ferreteria. Debio de ser un proceso arduo, viajar a algun sitio solo para comprar un reloj, conducir luego setenta kilometros para comprar solo un carrete de alambre, ir luego a algun otro sitio para comprar un rollo de cinta adhesiva. Ninguna compra era nunca superior a los veinte dolares, y tenia mucho cuidado de pagar siempre en efectivo, en todas las tiendas, en todos los restaurantes, en todos los destartalados moteles. Entrar y salir; hola y adios. Luego desaparecia, como si su cuerpo se hubiese desvanecido en el aire. Era un trabajo duro, pero despues de ano y medio no habia dejado un solo rastro tras de si.

Tenia un apartamento barato en la zona sur de Chicago. Lo habia alquilado con el nombre de Alexander Berkman, pero era mas un refugio que un hogar, un lugar donde descansar entre viajes, y no pasaba mas de un tercio de su tiempo alli. Solo pensar en la vida que llevaba me hacia sentir un poco incomodo. En movimiento constante, la tension de estar siempre fingiendo ser otra persona, la soledad… Pero Sachs desprecio mi desasosiego con un encogimiento de hombros, como si no tuviera ninguna importancia. Estaba demasiado preocupado, demasiado absorto en lo que estaba haciendo para pensar en esas cosas. Si se habia creado algun problema, era el de como enfrentarse al exito. Con la reputacion del Fantasma creciendo constantemente, se habia vuelto cada vez mas dificil encontrar estatuas que atacar, la mayoria de ellas estaban ahora protegidas, y si al principio habia necesitado entre una y tres semanas para realizar sus misiones, la media habia aumentado a casi dos meses y medio. A principios de ese verano se habia visto obligado a abandonar un proyecto en el ultimo minuto, y varios otros habian sido pospuestos, abandonados hasta el invierno, cuando las frias temperaturas sin duda disminuirian la determinacion de los guardianes nocturnos. Sin embargo, por cada obstaculo que surgia habla un beneficio compensatorio, otra senal que demostraba cuanto se habia extendido su influencia. En los ultimos meses el Fantasma de la Libertad habia sido el tema de editoriales y sermones. Habia sido debatido en programas de radio que reciben llamadas de los oyentes, caricaturizado en chistes politicos, vituperado como una amenaza a la sociedad, exaltado como un hombre del pueblo. En las tiendas de novedades se vendian camisetas y chapas del Fantasma de la Libertad, habian empezado a circular chistes y hacia un mes, en Chicago, se habia presentado un numero de cabaret en el que el Fantasma desnudaba lentamente a la Estatua de la Libertad y luego la seducia. Estaba teniendo exito, dijo, mucho mas del que nunca hubiera creido posible. Mientras pudiera mantenerlo, estaba dispuesto a hacer frente a cualquier inconveniente, a soportar cualquier penalidad. Era la clase de cosa que diria un fanatico, pense mas tarde, un reconocimiento de que ya no necesitaba una vida propia, pero hablaba con tanta felicidad, con tanto entusiasmo y tal ausencia de duda, que apenas comprendi las implicaciones de esas palabras en su momento.

Habia mas que decir. En mi mente se habian acumulado toda clase de preguntas, pero ya habia amanecido y estaba demasiado cansado para preguntar. Queria preguntarle por el dinero (cuanto le quedaba, que iba a hacer cuando se acabase); queria saber algo mas sobre su ruptura con Lillian Stern; queria preguntarle por Maria Turner, por Fanny, por el manuscrito de Leviatan (que ni siquiera se habia molestado en mirar). Habla cien cabos sueltos, y yo consideraba que tenia derecho a saber aquello, que el estaba obligado a contestar a todas mis preguntas. Pero no le insisti para que continuara. Me dije que hablariamos de todo aquello en el desayuno, ahora era el momento de irse a la cama.

Cuando me desperte por la manana, el coche de Sachs habia desaparecido. Supuse que habia ido a la tienda del pueblo y volveria en cualquier momento, pero despues de esperar mas de una hora, empece a perder las esperanzas. No queria creer que se hubiese marchado sin despedirse, sin embargo sabia que cualquier cosa era posible. Habia dejado plantados a otros anteriormente, ?por que habia de pensar que conmigo no lo haria? Primero Fanny, luego Maria Turner, luego Lillian Stern. Tal vez yo no era mas que el ultimo en una larga serie de silenciosas partidas, otra persona a la que habia tachado de su lista.

A las doce y media me fui al estudio para sentarme a trabajar en mi libro. No sabia que hacer, y antes de continuar esperando fuera, sintiendome cada vez mas ridiculo alli de pie, escuchando para ver si oia el coche de Sachs, pense que tal vez me ayudaria distraerme con el trabajo. Fue entonces cuando encontre su carta. La habia colocado encima de mi manuscrito y la vi en cuanto me sente a la mesa.

»Perdoname por marcharme a hurtadillas”, empezaba, “pero creo que ya hemos cubierto casi todo. Si me quedase mas tiempo, solo serviria para causar problemas. Tu tratarias de disuadirme de lo que estoy haciendo (porque eres mi amigo, porque lo considerarias tu obligacion como amigo mio), y no quiero pelearme contigo, no tengo estomago para discusiones ahora. Pienses lo que pienses de mi, te agradezco que me escucharas. Era necesario contar la historia, y mejor a ti que a ningun otro. Si llega el momento, tu sabras como contarsela a los demas, tu les haras entender de que se trata. Tus libros demuestran eso y, a fin de cuentas, eres la unica persona con quien puedo contar. Tu has ido mucho mas lejos de lo que yo fui nunca, Peter. Te admiro por tu inocencia, por la forma en que te has mantenido fiel a esto durante toda tu vida. Mi problema era que yo no podia creer en ello. Siempre quise algo mas, pero nunca supe lo que era. Ahora lo se. Despues de todas las cosas horribles que han sucedido, finalmente he encontrado algo en lo que creer. Eso es lo unico que me importa ya. Continuar con esto. Por favor, no me culpes por ello y, sobre todo, no me compadezcas. Estoy bien. Nunca he estado mejor. Voy a continuar haciendoles la vida imposible mientras pueda. La proxima vez que leas algo sobre el Fantasma de la Libertad, espero que te haga reir. Adelante y hacia arriba, companero. Te vere en los periodicos. Ben.”

Creo que lei esta nota veinte o treinta veces. No tenia otra cosa que hacer y tarde por lo menos todo ese tiempo en asimilar el golpe de su partida. Las primeras lecturas me hicieron sentirme dolido, enfadado con el por escabullirse a mis espaldas. Pero luego, muy despacio, mientras volvia a leer la carta, empece a admitir de mala gana que Sachs tenia razon. La siguiente conversacion habria sido mucho mas dificil que las otras. Era verdad que pensaba encararme con el, que habia decidido hacer todo lo que pudiera por disuadirle de continuar. El lo habia intuido, supongo, y antes de permitir que hubiera amargura entre nosotros, se marcho. Realmente no podia culparle por ello. Queria que nuestra amistad sobreviviera, y puesto que sabia que aquella visita podia ser la ultima, no habia querido que terminara de mala manera. Ese era el proposito de la nota. Puso fin a las cosas sin acabar con ellas. Fue su manera de decirme que no podia decirme adios.

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