Vivio diez meses mas, pero nunca volvi a tener noticias suyas. El Fantasma de la Libertad ataco dos veces durante ese periodo -una en Virginia y otra en Utah-, pero no me rei. Ahora que conocia la historia, no podia sentir mas que tristeza, un inconmensurable dolor. El mundo sufrio cambios extraordinarios en esos diez meses. El Muro de Berlin fue derribado, Havel se convirtio en el presidente de Checoslovaquia, la Guerra Fria acabo de repente. Pero Sachs seguia alli, una particula solitaria en la noche americana, lanzado hacia su destruccion en un coche robado. Dondequiera que estuviese, yo estaba con el ahora. Le habia dado mi palabra de no decir nada y cuanto mas tiempo guardaba su secreto, menos me pertenecia yo. No se de donde venia mi obstinacion, pero nunca le dije nada a nadie. Ni a Iris, ni a Fanny, ni a Charles, ni a un alma. Habia asumido la carga de ese silencio por el, y al final casi me aplasta.

Vi a Maria Turner a principios de septiembre, unos dias despues de que Iris y yo regresasemos a Nueva York. Fue un alivio poder hablar de Sachs con alguien, pero incluso con ella me reserve lo mas que pude, ni siquiera mencione que le habia visto, solo que me habia llamado y que habiamos hablado por telefono durante una hora. Fue un baile siniestro el que baile con Maria aquel dia. La acuse de lealtad equivocada, de traicionar a Sachs al cumplir su promesa, mientras yo estaba haciendo exactamente lo mismo. A ambos nos habia hecho participes del secreto, pero yo sabia mas que ella y no iba a compartir los detalles con ella. Bastaba con que supiera que yo sabia que ella sabia. Hablo de buena gana despues de eso, dandose cuenta de lo inutil que habria sido tratar de enganarme. Eso ya habia quedado al descubierto y acabe sabiendo mas acerca de sus relaciones con Sachs de lo que este me habia contado. Entre otras cosas, aquel dia vi por primera vez las fotografias que ella le habia hecho, las llamadas “Jueves con Ben”. Mas importante, tambien me entere de que Maria habia visto a Lillian Stern en Berkeley el ano anterior, unos seis meses despues de que Sachs se fuera. De acuerdo con lo que Lillian le habia contado, Ben habia vuelto a visitarla dos veces. Eso contradecia lo que el me habia dicho, pero cuando le senale esta discrepancia a Maria, ella se limito a encogerse de hombros.

– Lillian no es la unica persona que miente -dijo-. Lo sabes tan bien como yo. Despues de lo que esos dos se hicieron el uno al otro, no se puede apostar por nada.

– No digo que Ben no pudiese mentir -conteste-. Simplemente no entiendo por que iba a hacerlo.

– Parece que la amenazo. Puede que le avergonzase contartelo.

– ?Que la amenazo?

– Lillian dice que la amenazo con raptar a su hija.

– ?Y por que diablos iba a hacer tal cosa?

– Al parecer no le gustaba la forma en que ella estaba educando a Maria. Le dijo que era una mala influencia para ella, que la nina merecia una oportunidad de crecer en un ambiente sano. Adopto una actitud moralista y la cosa derivo en una escena desagradable.

– Eso no me parece propio de Ben.

– Puede que no. Pero Lillian estaba lo bastante asustada como para tomar medidas al respecto. Despues de la segunda visita de Ben, metio a Maria en un avion y la envio al Este a casa de su madre. La nina ha estado viviendo alli desde entonces.

– Puede que Lillian tuviera sus propias razones para querer librarse de ella.

– Cualquier cosa es posible. Solo te estoy contando lo que ella me dijo.

– ?Y que hay del dinero que le dio? ?Se lo gasto?

– No. Por lo menos no en ella. Me dijo que lo habia puesto en un fideicomiso para Maria.

– Me pregunto si Ben llego a contarle de donde procedia el dinero. No lo tengo claro, y tal vez eso habria supuesto alguna diferencia.

– No estoy segura. Pero primero seria mas interesante preguntarse de donde habia sacado Dimaggio el dinero. Era una cantidad fabulosa para llevarla encima.

– Ben pensaba que era robada. Por lo menos al principio. Luego penso que tal vez se la habia dado alguna organizacion politica. Si no los Hijos del Planeta, alguna otra. Terroristas, por ejemplo. El PLO, el IRA, cualquiera de una docena de grupos. Suponia que Dimaggio podia estar relacionado con gente como esa.

– Lillian tiene su propia opinion respecto a que se dedicaba Dimaggio.

– Estoy seguro de ello.

– Si, bueno, es interesante si te paras a pensarlo. En su opinion, Dimaggio trabajaba como agente secreto para el gobierno. La CIA, el FBI, una de esas bandas de espias. Ella cree que empezo cuando era soldado en Vietnam. Que le reclutaron alli y luego le pagaron la universidad y los estudios de posgrado. Para darle los titulos adecuados.

– ?Quieres decir que era un infiltrado?

– Eso es lo que Lillian cree.

– Me suena muy rebuscado.

– Por supuesto. Pero eso no significa que no sea verdad.

– ?Tiene alguna prueba, o es una suposicion infundada?

– No lo se, no se lo pregunte. En realidad no hablarnos mucho de eso.

– ?Por que no se lo preguntas ahora?

– No estamos en muy buenas relaciones.

– Ah, ?no?

– Fue una visita accidentada y no nos hemos llamado desde el ano pasado.

– Os peleasteis.

– Si, mas o menos.

– Por Ben, supongo. Tu todavia estas colgada de el, ?no? Debio de ser duro escuchar a tu amiga contarte que se habia enamorado de ella.

De repente Maria volvio la cabeza hacia el otro lado y yo comprendi que tenia razon. Pero era demasiado orgullosa para admitirlo y un momento despues habia recobrado la suficiente serenidad para volver a mirarme. Me lanzo una dura e ironica sonrisa.

– Tu eres el unico hombre al que he querido, carino -dijo-. Pero me dejaste plantada para casarte con otra, ?no? Cuando una chica tiene el corazon roto, tiene que hacer lo que pueda.

Consegui convencerla de que me diese la direccion y el numero de telefono de Lillian. En octubre iba a salir un nuevo libro mio y mi editor me habia organizado una gira para hacer lecturas en varias ciudades del pais. San Francisco era la ultima parada del recorrido, y no tendria sentido ir alli sin intentar conocer a Lillian. No tenia la menor idea de si ella sabia donde estaba Sachs o no -y aunque lo supiera, no era seguro que me lo dijese-, pero suponia que tendriamos muchas cosas de que hablar de todas formas. Aunque no fuera mas que eso, queria echarle la vista encima para poder formarme mi propia opinion de como era. Todo lo que sabia de ella venia de Sachs y de Maria, y era una figura demasiado importante para que me fiase de las versiones de ellos. La llame al dia siguiente de que Maria me diese su numero de telefono. No estaba, pero le deje un mensaje en el contestador y, para sorpresa mia, me llamo al dia siguiente por la tarde. Fue una conversacion breve pero cordial. Sabia quien era yo, dijo, Ben le habia hablado de mi y le habia regalado una de mis novelas, pero confesaba que no habia tenido tiempo de leerla. No me atrevia a hacerle ninguna pregunta por telefono. Bastaba con haber establecido contacto con ella, asi que fui directo al grano y le pregunte si estaria dispuesta a encontrarse conmigo cuando fuera a Bay Area a finales de octubre. Vacilo un momento, pero cuando le exprese las ganas que tenia de verla, cedio. Llameme cuando llegue a su hotel, dijo, y tomaremos una copa juntos en alguna parte. Fue asi de sencillo. Pense que tenia una voz interesante, mas bien profunda, y me gustaba como sonaba. Si hubiese llegado a ser actriz, era la clase de voz que la gente habria recordado.

La promesa de ese encuentro me mantuvo durante el siguiente mes y medio. Cuando el terremoto sacudio San Francisco a primeros de octubre, mi primer pensamiento fue preguntarme si habria de cancelar mi visita. Ahora me averguenzo de mi falta de sensibilidad, pero en aquel momento apenas me percate de ello. Autopistas destruidas, edificios en llamas, cuerpos mutilados y aplastados; todos estos desastres no significaban nada para mi excepto en la medida en que pudieran impedirme hablar con Lillian Stern. Afortunadamente, el teatro donde tenia que hacer la lectura no sufrio danos y el viaje se realizo como estaba planeado. Despues de inscribirme subi a mi habitacion y llame a la casa de Berkeley. Una mujer con una voz desconocida contesto al telefono. Cuando le pregunte si podia hablar con Lillian Stern, me dijo que Lillian se habla marchado a Chicago tres dias despues del terremoto. ?Cuando vuelve?, pregunte. La mujer no lo sabia. ?Quiere usted decir que el terremoto la asusto tanto como para marcharse?, pregunte. Oh, no, dijo la mujer, Lillian habia planeado marcharse antes del terremoto. Habia puesto el

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