– Senores, esto va a ser desagradable para tres de ustedes. Por ello vamos a abreviarlo todo lo posible. Contribuire a ello. Lo mas expeditivo es hacerles escuchar primero un cilindro de «Stenophone». Antes les dire de donde lo he sacado. Aparecio en esta habitacion hace una hora detras de unos libros. La senorita Gunther lo dejo alli cuando vino a verme el viernes por la noche, hace una semana. Anoche hizo una semana.

– No vino -gruno O’Neill-. No estuvo aqui.

– Usted no quiere que sea breve -dijo hostilmente Wolfe.

– ?Pues claro que quiero que sea usted breve!

– Entonces no me interrumpa. Como es natural, todo lo que estoy diciendo no solo es cierto, sino demostrable; en caso contrario, no lo diria. La senorita Gunther vino aquella noche traida por el senor Goodwin, despues que los demas hubieron marchado y se quedo casualmente sola en esta habitacion durante varios minutos. Es inexcusable que yo no me acordase antes de ello y mandase registrarla. Esta falta constituye un fracaso abrumador de un intelecto que algunas veces ha demostrado funcionar satisfactoriamente. Vamos a escuchar ahora este cilindro que fue dictado por el senor Boone en la ultima tarde de su vida, en su despacho de Washington. Les suplico que no interrumpan. Archie, ponga en marcha el aparato.

Mientras daba al conmutador se oyeron unos murmullos. Entonces, Cheney Boone, el orador silencioso, tomo la palabra:

– Senorita Gunther, lo que le voy a decir esta reservado a nosotros dos. Asegurese de que se cumpla esta condicion. Saque una sola copia para guardarla cerrada en su archivador y entregueme el original a mi. Acabo de sostener una conversacion en la habitacion de un hotel con el senor Henry A. Warder, vicepresidente y tesorero de «O’Neill & Warder». Es la persona que ha tratado ultimamente de ponerse en contacto conmigo rehusando dar su nombre. Por fin consiguio hablarme en casa y le cite para hoy, 26 de marzo. Me ha dicho lo siguiente.

Warder pego un brinco de la silla y se abalanza hacia el aparato gritando:

– ?Parelo!

Como yo estaba ya preparado para un gesto semejante, habia puesto el aparato en el extremo de mi mesa, a un metro de mi y por ello no me fue dificil interceptar el ataque. Me interpuse en el camino de Warder y dije con firmeza:

– No hay que asustarse. Vuelva a sentarse. -Saque del bolsillo de mi chaqueta una pistola y la exhibi- A medida que avance la audicion ustedes tres se iran sintiendo cada vez mas incomodos. Si se les ocurre algun proyecto en comun, prueben de realizarlo y le dare guato al dedo con el mayor placer.

– ?Se lo dije bajo promesa de secreto! -exclamo Warder temblando de pies a cabeza-. Boone me prometio…

– ?Callese! -grito Cramer levantandose de la silla y acercandose a Warder. Luego le cacheo y cuando hubo terminado con el registro a O’Neill y a Kates. Despues me dijo:

– Adelante, Goodwin.

Como yo no era perito en aquellos aparatos y tampoco deseaba danar al cilindro; volvi a empezar por el principio. No tardamos en llegar al punto donde se habia interrumpido la audicion:

– Me ha dicho lo siguiente: Warder ha venido sabiendo durante varios meses que el presidente de su Compania, Don O’Neill, ha comprado a un miembro de la O.R.P. para que le proporcionase informes confidenciales No lo ha descubierto ni por casualidad ni por informacion secreta alguna. O’Neill no solo ha reconocido la verdad del caso, sino que ha mandado a Warder, que como tesorero proporcione fondos a traves de una cuenta especial. Lo ha hecho con protestas Repito que esta es la version de Warder, pero me inclino a creerle, dado que ha venido a contarmela voluntariamente. Habra que comprobarla con el F.B.I. para ver si tienen alguna pista sobre O’Neill y Warder y particularmente acerca de Warder, pero no debe darsele al F.B.I. ningun indicio que Warder se ha puesto en comunicacion conmigo. Tuve que prometerselo antes de que me dijese ni una palabra y esta promesa debe ser escrupulosamente respetada. Ya hablare con usted de ello manana, pero tengo ahora, el presentimiento (ya sabe usted lo que son mis presentimientos) de que debo comunicarselo sin demora.

Cramer produjo un ruidito que tenia parte de grunido y parte de estornudo y en el se fijaron tres pares de ojos, como irritados por su interrupcion de aquella fascinadora representacion. A mi no me importaba mucho, porque la conocia ya de antes. En lo que si me interesaba ahora era en el auditorio.

– Warder dijo que, segun sus noticias, los pagos habian empezado a efectuarse en el mes de septiembre pasado y que el total librado ascendia hasta 16.500 dolares. La razon que dio para venir a verme era que se consideraba hombre de principios, como dijo, y que le producia violenta repugnancia el soborno, y sobre todo el soborno de los funcionarios oficiales. No estaba en situacion de oponerse con firmeza a O’Neill, porque O’Neill posee mas del setenta por ciento de las acciones de su Compania y Warder, menos del diez por ciento y O’Neill podria y querria echarle por la borda. Este detalle puede ser verificado con facilidad. Warder se mostraba extremadamente nervioso y aprensivo. Mi impresion es que su relato es cierto y que su visita fue resultado de un remordimiento de conciencia, pero existe la posibilidad de que tenga por movil el segarle la hierba debajo de los pies a O’Neill por alguna razon desconocida. Me juro que su unico proposito era poner en mi conocimiento los hechos para que yo pueda ponerles freno librandome de este corrompido subordinado, cosa que queda concretada por su exigencia de una promesa previa que nos impide hacerle nada a O’Neill.

»Ya se que lo siguiente la sorprendera (como me ha sorprendido a mi): El hombre comprado por O’Neill es Kates, Alger Kates. Ya sabe usted en que concepto he tenido a Kates y, por lo que se me alcanza, usted era del mismo parecer. Warder pretende no saber exactamente que es lo que ha conseguido O’Neill a cambio de este dinero, pero esto no importa. Sabemos que Kates ha estado en situacion de vender noticias en tanta medida como cualquier funcionario y nuestra hipotesis es que no se ha dejado nada en el tintero y que O’Neill se lo ha pasado tambien todo a esa maldita banda de la A.I.N. No necesito decirle cuan molesto me ha puesto este asunto. ?Por dieciseis mil miserables dolares! Quiza no me importaria tanto verme enganado por un canalla de categoria a cambio de varios millones. Pensaba que Kates era un hombrecito modesto que tenia el alma puesta en el trabajo y en nuestros objetivos y propositos. No tengo idea de para que queria el dinero ni me importa. No he decidido como enfocar este caso. Lo mejor sera lanzar al F.B.I. contra el y cogerle junto con O’Neill, pero no se si mi promesa a Warder permitira hacerlo. Lo pensare mejor y lo trataremos manana. Si me encontrase cara a cara con Warder ahora mismo, no se si podria reprimirme. Por lo pronto no quiero volverle a ver. Si entrase en esta habitacion en este momento, me parece que le echaria las manos al cuello y le estrangularla. Ya me conoce usted y sabe que me expreso de esta manera.

»Lo importante no es lo de Kates en si, sino lo que demuestra este hecho. Evidencia que es una insensatez que yo me confie enteramente en nadie, en nadie absolutamente excepcion hecha de Dexter y de usted. Hasta cierto punto hemos de dejar que se haga cargo del asunto el F.B.I., pero debemos reforzar nuestra posicion con un mecanismo y un personal que trabaje directamente bajo nuestras ordenes. Quiero que lo piense usted para cuando hablemos manana en una reunion a la que no invitare a nadie mas que a Dexter. Por lo mucho que me afecta el asunto, tendra usted que dedicarse a el y no pensar en otra cosa. Me quedare desguarnecido: pero esto es de importancia vital. Pienselo. Tengo que presentarme ante el Comite senatorial por la manana; por ello llevare este cilindro a Nueva York, y se lo entregare a usted y usted podra pasarlo mientras yo estoy informando. Empezaremos a hablar de ello por la tarde lo antes posible.

La voz ceso de hablar y en su lugar sono un debil zumbido. Cerre el conmutador. Se produjo un silencio de muerte.

– ?Que me dice, senor Kates? -pregunto Wolfe en tono de inocente curiosidad-. Cuando entro usted en aquella habitacion llevando el material para el discurso de Boone y el se encontro cara a cara con usted, ?le echo las manos al cuello?

– No -dijo Kates con su rota voz y con talante indignado.

– ?No se meta en esto, Kates! ?Callese! -grito Don O’Neill.

– Es maravilloso, senor O’Neill. De veras que lo es. Casi palabra por palabra. La primera noche que estuvo usted aqui le recrimino asi: «?No se meta usted en esto, Kates! ?Sientese y callese!» No fue un detalle muy inteligente; porque sonaba precisamente a orden de un jefe a su empleado, como ocurria en realidad. Este pormenor me llevo a dedicar a un hombre a descubrir un vinculo entre usted y el senor Kates, pero habia sido usted demasiado circunspecto y, aun despues de investigar durante tres dias, no lo encontro. -Y mirando a Kates anadio-: Le he preguntado si el senor Boone quiso estrangularle, porque por lo visto lo tenia pensado y ademas porque ello le proporciona a usted una orientacion: la defensa propia. Un buen abogado conseguiria jugar bastante con este tema. Claro que queda la senorita Gunther. Dudo de que un jurado se convenciese de que tambien ella queria ahogarle en mi descansillo. A proposito, hay otro detalle que me inspira curiosidad. La senorita Gunther le dijo a la

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