senora Boone que habia escrito una carta al asesino pidiendole que devolviese el retrato de bodas. No lo creo. No considero que la senorita Gunther hubiese puesto por escrito tales cosas. Creo que usted le dio la fotografia y la licencia de conduccion y que ella se las envio a la senora Boone. ?No es asi?

Como contestacion, Alger Kates se echo a temblar de ira, se paso en pie, evocando aquella escena en que acuso a Breslow de rebasar los limites de la decencia y grazno:

– La policia ha demostrado ser totalmente incompetente. Debian haber descubierto de donde salio aquel pedazo de tubo en pocas horas. Y no lo supieron nunca. Procedia de una pila de basura que habia en el sotano del edificio de la Calle 41, donde estan las oficinas de la A.I.N.

– ?Esta loco! -exclamo Cramer-. ?Oigan lo que dice!

– Es un estupido -dijo O’Neill, como si se dirigiese al «Stenophone»-. Es un despreciable estupido. No sospechaba yo que fuese el autor de los asesinatos. Nunca crei que fuese usted capaz de ello -dijo mirando cara a cara a Kates.

– Ni yo -dijo este. Habia dejado de temblar y estaba en pie, rigido-. Ni yo, antes de que llegase el momento. Despues de ocurrir, me comprendi mejor. No me considere tan tonto como Phoebe. Debia haberse dado cuenta de lo que yo era capaz de hacer. No tendria siquiera que haber prometido no decir nada o destruir el cilindro A usted mismo -dijo mirando a O’Neill- le hubiera matado aquella noche. Podia haberlo hecho. Usted me temia y me teme aun. Ninguno de aquellos dos me temia, pero usted si. Dijo usted que no me creia capaz de matar, cuando sabia usted muy bien que si lo soy.

O’Neill empezo a hacer una observacion, pero Cramer le hizo callar y le pregunto a Kates:

– ?Como lo supo?

– Se lo dije yo mismo. No tenia que haberselo dicho, pero se las arreglo para hablarme…

– Esto es una mentira -dijo O’Neill fria y precisamente-. Miente usted.

– Conforme. Dejemosle terminar -aprobo Kates-. ?Cuando ocurrio eso?

– Al dia siguiente, el miercoles. Por la tarde. Nos encontramos por la noche.

– En la Segunda Avenida, entre las calles 53 y 54. Hablamos en la acera. Me dio algun dinero y me dijo que si sucedia algo y me detenian, me proporcionaria todo lo que necesitase. En aquel momento tenia miedo de mi. Estuvo observandome, mirandome las manos.

– ?Cuanto tiempo estuvieron ustedes juntos?

– Diez minutos. Calculo que diez minutos.

– ?Que hora era?

– Las diez. Teniamos que encontrarnos a las diez y llegue a la hora, pero el se retraso cosa de un cuarto de hora porque dijo que tenia que asegurarse de que no le seguian. No creo que un hombre inteligente se hubiese inquietado por esto.

– Senor Cramer, ?no estamos perdiendo el tiempo?- pregunto Wolfe-. Luego tendra usted que repetirlo todo alla abajo ante un taquigrafo. Parece que estara dispuesto a colaborar.

– A lo que esta dispuesto es a hacerse electrocutar despues de haber causado todas las molestias que pueda al projimo con sus malditas mentiras -dijo O’Neill.

– Yo no me inquietarla mucho en su caso -le dijo a Wolfe O’Neill.

– Es mas filosofo que usted y, dentro de lo desagradable de su caso, tiene la gracia de aceptar lo inevitable con una ficcion de decoro. Usted, por el contrario, patalea. Por las miradas que le ha dirigido usted al senor Warder, sospecho que no tiene usted idea clara de su posicion. Tendria usted que ponerse de acuerdo con el para que lleve el negocio cuando usted no este ya.

– Yo saldre de esta y no abandonare mi puesto.

– Claro que si: ira usted a la carcel. Por lo menos esto parece -dijo Wolfe y dirigiendose al vicepresidente, anadio-: ?Que le parece, senor Warder? ?Ira usted a dar un mentis a este mensaje de ultratumba? ?Negara o mixtificara usted su conversacion con el senor Boone y hara que un jurado le declare a usted embustero? ?O querra usted demostrar que tiene sentido comun?

Warder dejo de parecer atemorizado y cuando hablo ya no mostro tendencia alguna a vociferar.

– Voy -dijo con voz firme y honorable- a decir la verdad.

– El senor Boone, ?dijo la verdad en este cilindro?

– Si, la dijo.

Los ojos de Wolfe se volvieron hacia O’Neill.

– Ya ve usted, senor mio. El soborno es un delito. Necesitara usted del senor Warder. El otro aspecto, la complicidad en el crimen despues de cometido este, depende de su abogado. A partir de este momento, senor Cramer, entran en accion los letrados. Llevese a estos senores de aqui, si me hace el favor. Estoy cansado de mirarles. Archie, empaquete este cilindro. El senor Cramer querra llevarselo.

– Tengalo usted mientras telefoneo -me dijo Cramer.

Me sente dando frente al auditorio, con la pistola en la mano para prevenir el caso de que alguien tuviese un, ataque de nervios mientras Cramer marcaba el numero y hablaba. Me sorprendio ver que no se dirigia a la Brigada, de Homicidios, donde estaba instalado Ash, ni siquiera al inspector jefe, sino al propio Hombert. Cramer daba de cuando en cuando muestras de talento.

– ?El comisario Hombert? Soy el inspector Cramer. Si, senor. No, le llamo desde el despacho de Wolfe. No, senor, no trato de… Pero si me deja usted hablar… Si, senor, me doy cuenta de que seria una infraccion de la disciplina, pero si me escucha usted un minuto. Claro que estoy con Wolfe. No he forzado la puerta, pero he conseguido detener al criminal, obtener la prueba y establecer la confesion. Esto es lo que queria decirle, y no estoy ni borracho ni loco. Aguarde un momento.

Wolfe le estaba haciendo unos gestos freneticos.

– ?Que quiere usted?

– Digale que no permita que se acerque por aqui ese maldito doctor.

– Conforme, comisario. Wolfe esta alborotado por no se que de un doctor. ?Le iba usted a mandar un medico? No necesita ninguno ni creo que lo necesite nunca. Mande tres coches y seis hombres a casa de Wolfe. Le traere a tres personas. Ya vera usted cuando lleguen. Si, senor, se lo repito. El caso esta resuelto y no hay lagunas de consideracion. Claro, se los llevare a usted.

Colgo el telefono.

– ?No me ira usted a esposar? -grazno Kates.

– Quiero telefonear a mi abogado -dijo O’Neill con voz helada.

Warder se sento en silencio.

Capitulo XXXV

Saltare a la manana del lunes, porque no hubo detalles de mayor importancia, salvo la aparicion puntual del doctor Green a las seis menos cuarto y la indicacion que se le hizo de que, a pesar de su mandamiento judicial, el asunto estaba terminado. Wolfe bajo el citado dia del invernadero a las once, sabedor de que tenia una visita. Era Cramer, que habia telefoneado pidiendo una entrevista, y que le esperaba sentado en el sillon de cuero rojo. En el suelo, a su lado, habia un objeto de forma irregular, envuelto en papel de florista, el cual habia rehusado entregarme al entrar. Despues de haberse saludado y de haberse sentado Wolfe, Cramer dijo que ya suponia que el habria leido en el diario que Kates habia firmado una confesion completa y detallada de sus crimenes.

– Este Kates era un insensato y un inadaptado, pero desde el punto de vista intelectual no se le puede despreciar. Un aspecto de su actuacion puede incluso ser considerado brillante.

– Cierto, y aun diria yo mas de uno. ?Se refiere usted al detalle de dejar la bufanda en su propio bolsillo en vez de meterla en el de algun otro?

– Si, esto fue muy notable.

– El mismo es una personalidad notable y singular. Hubo una cosa de que no quiso hablar ni firmar declaracion alguna tocante a ella. ?De que supone usted que se trata? ?De algo que hubiera contribuido a llevarle a la silla? No, senor. No pudimos obtener la menor noticia acerca del uso que queria dar al dinero. Cuando se le pregunto si lo dedicaba a su mujer, a los viajes a Florida o cosa asi, saco el menton y dijo despectivamente: «A mi mujer no la mezclaremos en esto; no me vuelvan a hablar de ella». Vino ayer por la tarde y el no quiso verla. Me parece que la

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