del rehen.

Como ya habia supuesto la Agencia, la fabrica estaba no muy lejos de la capital de Espana, en un villorrio de Guadalajara. Era una pequena fabrica dedicada a la produccion galletera, que aun funcionaba como tal, en la que se habia habilitado uno de sus sotanos, de considerable extension, para las necesidades del profesor y sus ayudantes. Pasar de lo que era estrictamente la galletera al laboratorio, me dijo Zubia, era como pasar de un mundo a otro totalmente diferente. Frente a la precariedad y obsolescencia de la maquinaria utilizada para la produccion alimentaria, la limpieza, orden y modernidad de los elementos usados por los servidores del III Reich era casi obscena.

La seguridad estaba asignada a efectivos espanoles de la Guardia Civil, ya que un exceso de personal germanico en ese villorrio hubiera levantado sospechas no deseadas por los jefes del coronel Vonderschmidt. Gracias a su falsa personalidad policial y a que estaban acostumbrados a acatar las ordenes de Ronald De Schoenmaker, los dejaron entrar sin problemas y andar por el interior como si fueran sus legitimos propietarios. Con un elaborado pretexto, el belga hizo que los guardias que estaban de turno se alejaran y pudieron quedarse absolutamente solos, duenos totales de la fabrica y lo que contenia.

De Schoenmaker fue indicando los puntos mas vulnerables del recinto, y Zubia y sus hombres los adornaron con los explosivos que habian llevado para ello. Asimismo regaron el recinto con gasolina, una gasolina que en esos tiempos de escasez y racionamiento se pagaba como oro en el mercado negro, pero de la que la Embajada les habia abastecido abundantemente.

Al salir fueron dejando un extenso rastro de polvora con la misma alegria con la que Pulgarcito lo dejaba de pan, y un puro a medio fumar -que Zubia casi consumio con solo dos caladas- puso en funcionamiento todo el invento. La fabrica y su contenido ardieron como el mismisimo infierno, pero no se quedaron a ver el espectaculo. Como alma que lleva el diablo subieron de nuevo al coche y se dirigieron a Madrid antes de que se diera el aviso de lo ocurrido y se establecieran controles y patrullas en la carretera.

Entonces no lo sospechabamos, por desconocimiento, pero me temo que aquella accion, de la que yo soy tan responsable como el propio Zubia, tuvo que dejar tras de si un ambiente de contaminacion peligrosisimo y que la salud de los moradores del villorrio y cercanias se resentiria gravemente. Ya sabes: muertes, malformaciones en recien nacidos y horrores por el estilo. Esa es al menos mi opinion, aunque, si te soy sincero, nunca me ha preocupado lo suficiente como para moverme a investigar la situacion en que quedo el pueblucho.

Desde su atalaya, Goldsmith observo la llegada del director de la Fundacion Guggenheim. Junto a el descendieron de su vehiculo dos personas mas. Una de ellas era Cameron DeFargo. Sin apenas perdida de tiempo, la gran mayoria de los personajes que pululaban por el solar se acercaron al patron, intentando hacerse una fotografia con el, aunque fueron pocos, en palabras biblicas, los escogidos. Goldsmith observo como Cameron DeFargo y Thomas Krens posaban en primer lugar junto al presidente de la comunidad y el de la diputacion, para cumplimentar posteriormente a otros prohombres. Aunque habia estado a punto desde el mismo momento en que habia agarrado el fusil, la llegada de sus compatriotas le obligo a estar aun mas atento. La solucion del caso, como le dijera DeFargo en el trayecto del aeropuerto al hotel, estaba proxima, muy proxima.

Despues de comprobar que la fabrica habia quedado totalmente destruida, Tomas Zubia y sus dos acolitos regresaron en busca del tercer miembro del comando carlista y de las mujeres. Al llegar encontraron a su companero sentado en una butaca del salon con una botella de vino en la mano y una pistola en la otra, completamente borracho y en calzoncillos.

– ?Donde estan las mujeres? -grito Zubia.

El hombre al que se le habia hecho esa pregunta no contesto, se limito a hacer un gesto ambiguo con los hombros. Zubia recorrio el piso y en una de las habitaciones las encontro tumbadas sobre la cama. Estaban desnudas y muertas, con evidentes senales de asfixia. Sobreponiendose a las nauseas que le entraron se acerco a ellas y las examino mas detenidamente. Habian sido violadas antes de morir.

Eso no habia entrado en sus calculos ni tampoco, debo admitirlo, en los de quienes, desde Washington, dirigiamos la operacion. Tu antiguo jefe me confeso que estaba dispuesto a matar al profesor por necesidades de la guerra y quiza, nunca supo cual hubiera sido su reaccion en caso necesario, tanto a su hija como a su nieta, pero aquello, aquello era lo mas abyecto que habia visto nunca, y eso que desde 1936 no habia hecho mas que participar en las dos guerras. Lleno de furia regreso al salon y se encaro con el autor de aquel crimen.

– Hijo de puta, cabron, ?que es lo que has hecho? Te voy a matar con mis propias manos -exclamo totalmente excitado.

– Fue un accidente, intentaron escapar y al impedirselo se me escapo la situacion de las manos -gimoteo en su defensa el pervertido.

– ?Que ha ocurrido? -pregunto el profesor, que al ver la reaccion de Zubia y escuchar las palabras del guardian de su hija y de su nieta se habia empezado a poner histerico-. Me prometieron que no se les iba a hacer dano, ?que es lo que ha pasado?

Al no obtener respuesta intento zafarse de sus captores, pero cuando estaba junto a la puerta del salon un disparo seco retumbo por toda la estancia mientras caia al suelo, con un boquete abierto en el centro de la espalda por el que se deslizaba aparatosamente la sangre. Tomas Zubia miro y observo como el hombre que habia dejado para que custodiara a las mujeres tenia su pistola humeante.

En su excitacion no se habia dado cuenta de que el hijo de puta, no merece otro calificativo aunque a mi educacion bostoniana le repugne usar esa palabra, todavia empunaba su arma. Los otros dos componentes del comando miraron extranados a Zubia, ya que desconocian lo que habia ocurrido, pero comprendian que algo no funcionaba bien.

– Hay que acabar con el -grito Zubia, y en ese momento empezo el tiroteo.

Tu antiguo jefe nunca se explico el motivo de su buena suerte, pero fue el unico que salio indemne. Los carlistas leales estaban abatidos con inequivocas senales de haber sido acertados en puntos vitales. El violador de las belgas estaba tambien caido en el suelo, aullando lastimeramente, senal inequivoca de que estaba herido. Zubia, por el contrario, no tenia ni el mas leve rasguno. Se acerco para rematar al violador, cuando oyo las sirenas de un coche policial. Abandonando sus ideas de venganza, escapo como pudo y se refugio en la Embajada. Tres semanas despues salio rumbo a Washington y se olvido -es un modo de hablar, ya que esas cosas nunca se olvidan- de su aventura. Una bonita medalla y una sustanciosa recompensa en metalico, asi como entrar definitivamente a formar parte de nuestros servicios fueron su recompensa. Desde entonces y hasta que se jubilo, nunca regreso, ni siquiera como turista, a Espana.

Goldsmith observo como el director de la Fundacion Guggenheim se retiraba para hablar mas intimamente con el presidente de la comunidad y otras dos personas de las cuales desconocia el nombre. Tras esa retirada solo quedaban dos personas para atender a las autoridades y personalidades locales, Cameron DeFargo y el otro americano que acompanaba al patron de la fundacion. Goldsmith se olvido del tercer americano y fijo su atencion exclusivamente en el viejo aristocrata, que, incansablemente, saludaba a unos y otros con una facilidad y naturalidad hijas del habito. Habia estrechado la mano de alrededor de una decena de personas cuando se quito las gafas y las guardo en su chaqueta. Despues de hacer esto saludo a otro de los invitados, con el que estuvo hablando durante cinco minutos y del que se despidio cordialmente. Nada mas darle la espalda volvio a sacar las gafas del bolsillo interior de la chaqueta y se las coloco sobre la nariz. Goldsmith apunto con mano firme y apreto el gatillo. La persona que hacia escasos segundos habia estado hablando con DeFargo murio en el mismo instante en que la bala salida del fusil de Goldsmith le penetro por la frente. Pese a la distancia, no habia ninguna duda de que habia fallecido, asi que Goldsmith volvio al interior de la vivienda, donde desmonto y guardo el fusil. Sabia que nadie le molestaria por eso; con toda la tranquilidad del mundo, se sirvio un whisky de la botella que le habia regalado DeFargo en su primera entrevista. Comprobo con tristeza que le quedaba muy poco. «Tendre que pedirle otra botella», penso mientras recordaba el final de la conversacion que habian sostenido en el coche.

Tomas Zubia, le habia contado DeFargo, acabo por olvidarse del carlista felon, o muy pocas veces penso en el. Siempre supuso que, o bien habia muerto desangrado como consecuencia de las heridas sufridas en el tiroteo, o bien la policia espanola, con la inestimable ayuda de la alemana, le habria ajustado, y de que modo, las cuentas. Poco a poco desaparecio de su memoria hasta que alguien dejo sobre su mesa el informe de la DEA referente al trafico de drogas en su tierra natal, y pudo leer, con sorpresa y horror, que aquel bastardo todavia vivia, y no solo eso, sino que era el jefe maximo de la red detectada por nuestros colegas de la Agencia Antinarcoticos. Por eso, al

Вы читаете Lejos De Aquel Instante
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×