Jose Javier Abasolo

Lejos De Aquel Instante

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Tomas Zubia observo nostalgico su despacho. Apenas le quedaban dos horas para abandonarlo definitivamente. En el futuro solo volveria alli para saludar a su sucesor. Habia recorrido un camino muy largo, casi cincuenta anos, desde que salio de su tierra para afincarse en Estados Unidos. Si en su juventud le hubieran pronosticado que se jubilaria siendo un alto cargo de los servicios de inteligencia norteamericanos, lo que actualmente se conoce por las siglas CIA, habria pensado que quien se lo decia estaba loco, y sin embargo eso era lo que habia ocurrido.

La causa de todo, como de otras muchas biografias truncadas, habia sido la guerra, la maldita guerra. Aunque era joven para alistarse como soldado cuando estallo la guerra civil espanola, al final de la misma se incorporo a los nucleos de resistentes que bajo la bandera del Gobierno vasco participaron junto a los aliados en la segunda guerra mundial. Pronto se le asigno destino en los servicios de informacion, en los que acabo por hacerse notar, y, casi sin darse cuenta, se acoplo perfectamente a las estructuras del servicio de informacion norteamericano, como antes que el habian hecho, si bien mayoritariamente en los servicios britanicos, otros compatriotas suyos.

Al principio se trataba de una situacion que se consideraba meramente transitoria. Tomas Zubia, como la mayoria de los antiguos combatientes y simpatizantes de la Republica, pensaba que con la derrota de las potencias fascistas vendria tambien el derrumbe del regimen que habia surgido en Espana tras la victoria del general Franco en la guerra y, como consecuencia, la democracia para toda Espana y la recuperacion de las libertades para el pueblo vasco, pero pronto comprendio que eso no iba a suceder. El enemigo de ayer podia ser un excelente aliado en la nueva situacion surgida con la implantacion del comunismo en la Europa del Este y su mas logica e inmediata consecuencia, la guerra fria, y asi lo entendio el Departamento de Estado norteamericano. Cuando Tomas Zubia comprendio las exigencias de la nueva situacion estaba ya definitivamente integrado en los servicios afines a ese Departamento y habia hecho, de lo que en un primer momento no era sino un voluntariado con el objetivo de luchar por la causa en la que creia, una profesion, su profesion. Por eso, pese a su decepcion inicial, se adapto a la nueva realidad y cuando los servicios en los que desempenaba su trabajo se transformaron en la Agencia Central de Inteligencia, el fue uno de los que se quedaron.

Despues de cuarenta anos, en el dia de su jubilacion, seguia pensando que habia hecho lo correcto. Hay momentos en la vida en los que es necesario decidirse, optar, y el tomo su decision con pleno conocimiento de causa y sin volver nunca la vista atras. Ni siquiera habia vuelto a visitar Espana en esos anos; su vida habia transcurrido casi al margen de lo que habian sido sus raices. Solo dos cosas mantenian en pie el cordon umbilical que le unia a la tierra que le vio nacer. La primera era su pertenencia al centro cultural vasco del estado de Idaho, pero incluso esa afiliacion era meramente simbolica, ya que se cenia a pagar una cuota anual y a asistir, de vez en cuando pero sin regularidad, a las reuniones anuales que celebraba la federacion de centros vascos norteamericanos. La segunda era una pequena joya, sin un valor economico muy elevado: un broche con los colores de la ikurrina, la bandera vasca, y las siglas JEL, el anagrama del partido fundado por Sabino Arana, al que habia estado adscrito en su juventud. Pertenecia a un lote de veinticinco broches encargados por otros tantos miembros de las juventudes de su partido para regalar a sus novias con motivo del dia de San Valentin. Incluso en plena guerra querian mantener esa costumbre, para darse moral y sonar con un futuro incierto; pero Begona, la mujer con la que pensaba casarse, nunca pudo lucirlo.

Una bomba acabo con su vida. Cuando los aviones alemanes sobrevolaron Gernika no solo destrozaron una ciudad, sino que cambiaron radicalmente la vida de Tomas Zubia. Posiblemente, si Begona hubiera vivido el no se habria quedado en America, habria vuelto a Euskadi, pero con ella muerta el regreso ya no tenia sentido. Unos anos despues se caso con una norteamericana de origen irlandes que le dio tres hijos y a la que fue fiel hasta el mismo dia de su muerte; pero siempre conservo consigo aquel broche que nunca pudo entregar a su primera novia. Y ahora, cuando faltaban tan solo dos horas para jubilarse, para abandonar definitivamente su despacho, todo el pasado que creia haber enterrado volvia a cruzarse en su camino con una fuerza tal que era imposible resistirse.

Por todo el enmoquetado suelo de su despacho podian verse, desordenadamente apiladas, las cajas en las que habia metido sus pertenencias personales, todos los objetos que habian conseguido, con el paso de los anos, que la fria oficina desde la que Tomas Zubia impartia sus ordenes se convirtiera en un lugar calido y acogedor. A partir del dia siguiente empezaria a llenarse con otro tipo de objetos, y con el tiempo su huella desapareceria por completo para convertirse en el reducto inexpugnable de alguien ajeno a el, pero hasta que eso llegara, aunque solo fuera durante dos horas, todavia le pertenecia.

Reviso los cajones y comprobo, satisfecho, que todo estaba en orden. Su sucesor no podria quejarse del modo en que se iba a proceder a la transmision de funciones. Tan solo una carpeta estaba aun fuera de su sitio, encima de la mesa. Durante unos minutos la hojeo parsimoniosamente, como si quisiera reafirmarse en una decision ya tomada. Cuando reviso hasta su ultimo folio, se levanto y se acerco hasta la fotocopiadora que tenia instalada en el despacho, y la fotocopio por entero. Hecho esto, guardo el original en la estanteria correspondiente e introdujo las copias en su maletin.

Por primera vez en su vida habia roto el reglamento al fotocopiar subrepticiamente documentacion confidencial y guardarla para si, pero en ningun momento se sintio un traidor ni un delincuente. Aquel expediente, al que habia tenido acceso por primera vez hacia escasamente dos meses, le habia devuelto, con toda la carga de dolor y nostalgia que ello conllevaba, a la epoca en la que el era un joven luchador por la democracia y le habia hecho volver los ojos hacia la ciudad que le vio nacer.

Se trataba de un informe elaborado por la Agencia para la Lucha contra la Droga, mas conocida por las siglas DEA, acerca de una trama de narcotraficantes ubicada en el norte de Espana y controlada desde Bilbao. No era extrano que en ciertos casos en los que se detectaba este tipo de redes mafiosas la agencia antidroga en lugar de intervenir para desarticularlas pasara la informacion a sus colegas de la CIA, sobre todo en los casos en los que los presuntos cabecillas tenian alguna significacion politica o social que los hacia susceptibles de ser chantajeados por la agencia para mayor honra y gloria del Departamento de Estado. El informe que acababa de ser fotocopiado pertenecia a esa serie, aunque oficialmente se habia desechado por no estimarse excesivamente interesante, pero Tomas Zubia, rompiendo una norma no escrita de no involucrarse en asuntos personales, no se habia olvidado del asunto, y aprovechando que tras su jubilacion iba a disfrutar de una buena pension y mucho tiempo libre, decidio encargarse personalmente del caso.

Era una decision largamente meditada, pese a quebrantar su tradicional norma de conducta. Nunca, desde que tras finalizar la guerra mundial se instalo en Washington, se habia ocupado de asuntos espanoles, ni siquiera habia vuelto como un turista de vacaciones, siempre se habia alejado lo mas posible de su antigua patria, pero ahora era diferente. Ahora estaba libre, y, ademas, aquel informe no hablaba genericamente de asuntos espanoles, sino que mencionaba a alguien a quien habia conocido en su juventud. Sin trabajo, viudo y con sus hijos haciendo su vida, nada le retenia ya en Estados Unidos. Despues de cuarenta y cinco anos se cerraba el ciclo y volvia a su pais natal.

Todavia le quedaba oficialmente hora y media para acceder a la condicion de jubilado, pero no tenia sentido consumirlas dentro de su despacho mirando fijamente la puerta o el techo, asi que recogio su maletin -las cajas ya se las llevarian a su domicilio dentro de pocos dias- y salio de alli para siempre.

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