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El cafe era un infecto liquido de frenos y el bollo de mantequilla estaba mas seco que la momia de un faraon, pero pese a ello los dos hombres correctamente trajeados que oteaban el panorama a traves de la vidriera de la cafeteria sorbian el uno y mordisqueaban el otro sin hacer grandes aspavientos de repugnancia.

El mas bajo de la pareja observaba como la lluvia de aquel ventoso dia de marzo golpeaba contra el cristal, no porque ningun especial halito poetico conmoviera su alma, sino porque estaba vigilando el portal de enfrente, mientras el mas alto no perdia ojo a un coche que estaba aparcado a pocos metros del mismo portal.

– Ahi esta -dijo el primero cuando vio como del interior del portal salia una mujer morena y menudita, de unos treinta anos de edad, y se acercaba hasta el coche que estaban vigilando.

– Espera un momento -contesto su companero.

Poco despues vieron como se abria la puerta delantera derecha del automovil y entraba un chaval de unos siete anos que acababa de salir velozmente del portal.

– Te habias olvidado del chiquillo.

El primer hombre acepto la recriminacion de su companero con un leve movimiento de hombros, y los dos, con la compenetracion que da el haber trabajado muchas veces juntos, salieron al unisono del local con paso tranquilo, mas bien cansino, como si la prisa fuera algo ajeno a ellos. Nada los distinguia de la multitud de trabajadores que a esa misma hora hacian lo mismo: abandonar el agradable refugio en el que habian tomado el primer cafe del dia mientras remolonamente se acercaban hasta su lugar de trabajo. Nadie se fijo en ellos y nadie los recordaria en el supuesto de que hubiera algo que recordar.

Era miercoles y los dos hombres habian podido comprobar que todos los miercoles se enceraba el suelo del portal. Desde la cafeteria habian observado con satisfaccion que, cumpliendo con la rutina semanal, diez minutos antes habian entrado con sus maquinas los empleados de una compania de limpieza y habian dejado la puerta abierta, para no tener que estar llamando constantemente cada vez que entraban y salian. Todo ello facilitaba la labor de los dos companeros, que pudieron entrar sin ninguna dificultad. Por mera rutina comprobaron en los buzones que la persona que buscaban vivia en la quinta planta y subieron hasta alli en el ascensor.

Cuando Andoni Ferrer, un periodista casado con la mujer que acababan de ver entrar en el coche que estaban vigilando, abrio la puerta, no supo reaccionar al ver que los dos hombres que acababan de tocar el timbre le encanonaban con sendas pistolas.

– ?Que significa esto? -balbuceo con total carencia de originalidad.

– No se preocupe, senor Ferrer -contesto el hombre mas bajo, que era quien llevaba la voz cantante-, solo queremos charlar un rato con usted. Por favor, ?nos permite pasar al interior de su hogar? No es por mi, que me acomodo en cualquier sitio, pero mi companero se pone nervioso cuando tiene que permanecer en el rellano de una escalera.

Incapaz de protestar, el propietario de la vivienda los condujo hasta el salon y se sento en una butaca aparentemente comoda, aunque su aspecto envarado demostraba que era incapaz de relajarse. Sus dos acompanantes, por el contrario, se acomodaron en un sofa con tal naturalidad que a ojos de un extrano hubieran parecido ser ellos los duenos de la casa.

– Me imagino que sabe usted quienes somos, senor Ferrer.

– N…n…no, creo que no.

– ?Que lastima, senor Ferrer, es una verdadera lastima! Pensabamos que un periodista listo y habil como usted se haria cargo inmediatamente de la situacion. Eso nos va a obligar a explicarselo todo desde el principio, con lo dificil que puede ser para alguien como nosotros, que no tenemos facilidad de palabra. ?Que se le va a hacer, pequenos inconvenientes de nuestro trabajo! -dijo el mas bajo de los visitantes en un tono que desmentia sus palabras. Le gustaba hablar y lo demostraba con creces.

– Lo primero que podrian explicarme es por que han entrado asi en mi casa -replico Andoni Ferrer, haciendo un gran esfuerzo para tranquilizarse.

– ?Lo dice por esto? -comento el portavoz de sus visitantes senalando las pistolas-. Es solo la fuerza de la costumbre, pero si lo prefiere las guardaremos -anadio escondiendola bajo la chaqueta y ordenando a su companero que hiciera lo mismo-. La verdad es que nos encontramos a gusto con ellas en la mano, pero comprendemos que la gente se ponga nerviosa. ?Mejor asi?

– Si -respondio el periodista-, pero sigo sin comprender el motivo de su actitud.

– Sinceramente lamento decirle que tiene muy poca imaginacion. Es logico que acudamos hasta usted teniendo en cuenta que esta escribiendo sobre nosotros; sobre nuestros negocios, seria mas adecuado decir.

– ?Que estoy escribiendo sobre ustedes? No entiendo; creo que se equivocan.

– Por favor, senor Ferrer, nos decepciona. Pensabamos que era mas inteligente. O quiza nos subestime. Eso estaria muy mal, senor Ferrer; nosotros en nuestro trabajo somos tan buenos como usted en el suyo. Queremos jugar limpio con usted, asi que correspondanos del mismo modo.

– No se que es lo que quieren.

– Mire, dejemonos de cuentos -hablo por primera vez, y en tono irritado, el segundo de los visitantes-. Lo sabemos todo sobre usted: que se llama Andoni Ferrer Lamikiz, que tiene cuarenta y dos anos y esta casado con Nekane Larrondo Igartua, enfermera. Hasta sabemos la direccion del ginecologo para el que trabaja su mujer. Tienen un hijo de siete anos llamado Asier que estudia en el colegio de los padres escolapios, a cuya capilla suelen acudir los sabados por la tarde para asistir a misa. ?Quiere que siga y enumere sus propiedades, coches y otros extremos, como el txoko [1] en el que se junta con los amigos todos los jueves, o ya tiene suficiente?

Tenia mas que suficiente; estaba claro que esos dos hombres conocian a Andoni Ferrer mejor que su propia madre, asi que cabizbajo admitio su derrota e invito a los dos hombres a que siguieran hablando.

– Hay otra cosa muy importante, senor Ferrer -retomo la palabra el mas bajo de sus visitantes-. Ya le hemos dicho que sabemos que es usted periodista, pero no se dedica a hacer la cronica de futbol ni la critica de cine o los ecos de sociedad, ni siquiera agudas e incisivas entrevistas al campeon provincial de tiro con arco; lo suyo es el periodismo de investigacion. Si no recuerdo mal fue usted quien destapo el escandalo del Banco Navarro-Aragones; un gran trabajo, todo hay que decirlo, pero desgraciadamente nos hemos enterado de que en los ultimos tiempos esta realizando una investigacion sobre nuestras actividades, y eso no nos gusta. Somos personas timidas y sencillas que amamos la tranquilidad y el sosiego por encima de todo, por eso preferimos que ni la prensa ni nadie se ocupe de nosotros, ?comprende lo que le quiero decir?

– Creo que si. Ustedes son…

– No lo diga -le interrumpio su interlocutor-, no hace falta. Lo somos. Y queremos que no siga adelante, que se olvide del asunto.

– Si creen que con amenazas van a conseguir…

– Claro que lo creemos -volvio a ser interrumpido-, a no ser que prefiera usted convertirse en martir de la libertad de prensa. Esto que ve en mi mano -anadio sacando de nuevo la pistola y ensenandosela ostentosamente- no es un juguete que haya comprado en unos grandes almacenes para regalar a un sobrino. Esto que ve en mi mano mata. Y si a usted no le importa dar su vida por la libertad de expresion, le recuerdo que tiene una preciosa mujer que trabaja en la consulta del doctor Amorrortu en Barakaldo y que dentro de una hora y media mas o menos -dijo tras consultar su reloj- bajara a desayunar al bar Ria de Arosa. Y tambien le recuerdo que su hijo Asier se encuentra en estos momentos en el colegio de los padres escolapios, aprendiendo a ser un buen hombre como su valeroso padre. No creo que desee ponerlos en peligro, senor Ferrer.

– No se atreveran a…

– Si nos atreveremos, senor Ferrer, claro que nos atreveremos. Y usted debiera saberlo. Es mas, creo que lo sabe pero intenta enganarse a si mismo. Sea realista. Renuncie a escribir ese reportaje aunque solo sea por el bien de su familia, y si no, hagalo por mi. Me repugna matar ninos, pero soy un profesional, un excelente profesional, y si me ordenan hacerlo lo hare. De usted depende.

– De acuerdo, ustedes ganan. Diganme que quieren que haga.

– Es usted listo. Empiece a hablar, cuentenos todo lo que sepa.

Lo dijo todo. Como estaba su investigacion, quien estaba al tanto de la misma, como y donde habia averiguado ciertas cosas, mostro notas y borradores, incluso parte del reportaje ya escrito. Todo, en definitiva. Cuando acabo de hablar le acompanaron hasta una sucursal bancaria en la que tenia a su nombre una caja de seguridad y le requisaron todo el material que tenia alli custodiado. No intento enganarlos, sabia que no tenia sentido, les entrego

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