Y, por otro lado, ?que sera de un paisaje sin hombres que en el habiten de continuo y que son los que le confieren realidad y sentido? A este respecto, Frederic Uhiman, refiriendose a la creacion de la reserva de Cevennes, escribe en
El exodo rural, por lo demas, es un fenomeno universal e irremediable. Hoy nadie quiere parar en los pueblos porque los pueblos son el simbolo de la estrechez, el abandono y la miseria. Julio Senador advertia que el hombre puede perderse lo mismo por necesidad que por saturacion. Lo que no imaginaba Senador es que nuestros reiterados errores pudieran llevarle a perderse por ambas cosas a la vez, al hacer tan invivible la aldea como la megapolis. Los hombres de la segunda era industrial no hemos acertado a establecer la relacion Tecnica-Naturaleza en terminos de concordia y a la atraccion inicial de aquella concentrada en las grandes urbes, sucedera un movimiento de repliegue en el que el hombre buscara de nuevo su propia personalidad, cuando ya tal vez sea tarde porque la Naturaleza como tal habra dejado de existir.
En esta tesitura, mis personajes se resisten, rechazan la masificacion. Al presentarseles la dualidad Tecnica-Naturaleza como dilema, optan resueltamente por esta que es, quiza, la ultima oportunidad de optar por el humanismo. Se trata de seres primarios, elementales, pero que no abdican de su humanidad; se niegan a cortar las raices. A la sociedad gregaria que les incita, ellos oponen un terco individualismo. En eso, tal vez, resida la ultima diferencia entre mi novela y la novela objetiva o behaviorista. Ramon Buckley ha interpretado bien mi obstinada oposicion al gregarismo cuando afirma que en mis novelas yo me ocupo «del hombre como individuo y busco aquellos rasgos que hacen de cada persona un ser unico, irrepetible». Es esta, quiza, la ultima razon que me ha empujado a los medios rurales para escoger los protagonistas de mis libros. La ciudad uniforma cuanto toca; el hombre enajena en ella sus perfiles caracteristicos. La gran ciudad es la excrecencia y, a la vez, el simbolo del actual progreso. De aqui que el Isidoro, protagonista de mi libro
Esto ya expresa en mis personajes una actitud ante la vida y un desden explicito por un desarrollo desintegrador y deshumanizador, el mismo que induce al Nini, el nino sabio de
Mis personajes hablan poco, cierto, son mas contemplativos que locuaces, pero antes que como recurso para conservar su individualismo, como dice Buckley, es por escepticismo, porque han comprendido que a fuerza de degradar el lenguaje lo hemos inutilizado para entendernos. De ahi que el Ratero se exprese por monosilabos; Menchu en un monologo interminable, absolutamente vacio; y Jacinto San Jose trate de inventar un idioma que lo eleve sobre la mediocridad circundante y evite su aislamiento. Mis personajes no son, pues, asociales, insociables ni insolidarios, sino solitarios a su pesar. Ellos declinan un progreso mecanizado y frio, es cierto, pero, simultaneamente, este progreso los rechaza a ellos, porque un progreso competitivo, donde impera la ley del mas fuerte, dejara ineluctablemente en la cuneta a los viejos, los analfabetos, los tarados y los debiles. Y aunque un dia llegue a ofrecerles un poco de piedad organizada, una ayuda -no ya en cuanto semejantes sino en cuanto perturbadores de su placida digestion- siempre estara ausente de ella el calor. «El hombre es un ser vivo en equilibrio con los demas seres vivos», ha dicho Faustino Cordon. Y asi debiera ser, pero nosotros, nuestro progreso despiadado, ha roto este equilibrio con otros seres y de unos hombres con otros hombres. De esta manera son muchas las criaturas y pueblos que, por expresa renuncia o porque no pudieron, han dejado pasar el tren de la abundancia y han quedado marginados. Son seres humillados y ofendidos – la Desi, el viejo Eloy, el tio Ratero,el Barbas, Pacifico, Sebastian…- que inutilmente esperan, aqui en la Tierra, algo de un Dios eternamente mudo y de un projimo cada dia mas remoto. Estas victimas de un desarrollo tecnologico implacable, buscan en vano un hombro donde apoyarse, un corazon amigo, un calor, para constatar, a la postre, como el viejo Eloy de
Seguramente esta estimacion de la sociedad en que vivimos es lo que ha motivado a Francisco Umbral y Eugenio de Nora a atribuir a mis escritos un sentido moral. Y, en verdad, es este sentido moral lo unico que se me ocurre oponer, como medida de urgencia, a un progreso cifrado en el constante aumento del nivel de vida. A mi juicio, el primer paso para cambiar la actual tendencia del desarrollo, y, en consecuencia, de preservar la integridad del Hombre y de la Naturaleza, radica en ensanchar la conciencia moral universal. Esta conciencia moral Universal, fue, por encima del dinero y de los intereses politicos, la que detuvo la intervencion americana en el Vietnam y la que viene exigiendo juego limpio en no pocos lugares de la Tierra. Esta conciencia, que encarno preferentemente en un amplio sector de la juventud, que ha heredado un mundo sucio en no pocos aspectos, justifica mi esperanza. Muchos jovenes del este y del oeste reclaman hoy un mundo mas puro, seguramente, como dice Burnet, por ser ellos la primera generacion con DDT en la sangre y estroncio 90 en sus huesos.
Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el dia la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente, en un aumento de la violencia y la incomunicacion; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitucion de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotacion del hombre por el hombre y la exaltacion del dinero, en ese caso, yo, gritaria ahora mismo, con el protagonista de una conocida cancion americana: «?Que paren la Tierra, quiero apearme!»
Miguel Delibes

