— ?No hay peligro?
— Claro que no; he venido aqui muchas veces.
«Y no solo, seguro', penso Carina. Pero el ya estaba sobre la borda antes de que ella pudiera hacer ningun comentario.
El agua apenas les llegaba a la cintura, y retenia aun el calor del dia haciendola desagradablemente caliente. Carina y Kumar, cogidos de la mano, llegaron a la playa sintiendo la fresca brisa nocturna en sus cuerpos. Surgieron de entre las pequenas olas como unos nuevos Adan y Eva que hubieran recibido las llaves de un Eden mecanizado.
— ?No te preocupes! — dijo Kumar—. Conozco el lugar. El doctor Lorenson me lo explico todo, pero he encontrado algo que estoy seguro que el no conoce.
Caminaban junto a una linea de tuberias cubiertas con gruesos aislamientos que estaban suspendidos a un metro del suelo, y, por primera vez, Carina pudo oir un sonido diferente, el zumbido de unas bombas que propulsaban liquido refrigerante hacia el laberinto de tuberias y de transformadores de calor que les rodeaban.
Luego se aproximaron al famoso deposito en el que habia sido encontrado el escorpio. Quedaba muy poca agua, la superficie estaba cubierta casi por completo por una masa enmaranada de algas. En Thalassa no habia reptiles, pero aquellos tallos gruesos y flexibles le recordaban a Carina unas serpientes entrelazadas.
Caminaron a lo largo de unos conductos subterraneos, pasando por unas pequenas compuertas, todas ellas cerradas, hasta que llegaron a un espacio amplio y abierto, bastante lejos de la planta principal. Cuando abandonaron el complejo central, Kumar hizo alegremente una senal al objetivo de una camara que les enfocaba. Despues nadie llego a descubrir por que esta dejo de funcionar en el momento crucial.
— Estos son los tanques de congelacion — dijo Kumar—, cada uno tiene una capacidad de seiscientas toneladas, y su composicion es del noventa y cinco por ciento de agua, y el cinco por ciento de algas. ?Que es lo que te parece tan divertido?
— No me parece divertido, pero si muy extrano — respondio Carina, sonriendo todavia—. El que a alguien se le ocurra llevar una parte de nuestra vegetacion oceanica a las estrellas. ?Quien iba a imaginar algo semejante! Sin embargo, tu no me has traido aqui por esto.
— No — contesto Kumar suavemente—. Mira…
Al principio ella no pudo ver lo que el le senalaba. Luego, su mente interpreto la imagen que parpadeaba en los limites de su campo de vision y entonces comprendio.
Por supuesto, se trataba de un antiguo milagro. Los hombres lo habian hecho en muchos mundos durante mas de mil anos. Pero presenciarlo con sus propios ojos era mas que asombroso; era imponente.
Ahora que estaban mas cerca de los ultimos tanques podia verlo con mayor claridad. El fino haz de luz — no podia tener mas de un par de centimetros de anchura — ascendia hacia las estrellas, enhiesto y exacto como un rayo laser. Sus ojos lo siguieron hasta que se hizo invisible, retandola a adivinar el punto exacto de su desaparicion. Aun entonces, su mirada siguio avanzando, vertiginosamente, hasta contemplar el mismo cenit y la estrella solitaria que permanecia alli suspendida mientras sus companeras naturales, mas debiles, marchaban progresivamente hacia el oeste. Como una arana cosmica, la
Cuando se encontraban en el mismo borde del bloque de hielo, Carina tuvo una sorpresa. Su superficie estaba totalmente cubierta de una brillante capa de laminilla dorada. Esto le recordo los regalos que se hacian a los ninos en su cumpleanos o en la Fiesta Anual del Aterrizaje.
— Es el material aislante — explico Kumar—. Es oro de verdad; tiene uno o dos atomos de espesor. Sin el, la mitad del hielo se derretiria antes de llegar al escudo.
Con aislante o sin el, Carina sentia el dolor que le producia el frio en los pies desnudos mientras Kumar la guiaba sobre la plancha congelada. Con una docena de pasos alcanzaron su centro, y alli estaba, reluciendo con un curioso brillo no metalico, el tenso cable que se alargaba, si no hasta las estrellas, si por lo menos hasta los treinta mil kilometros que distaba la orbita estacionaria en la que se encontraba la
El cable acababa en un tambor cilindrico, lleno de instrumentos y de reactores de control, que evidentemente hacia las veces de grua movil e inteligente que enganchaba su carga tras un largo descenso a traves de la atmosfera. Todo ello parecia sorprendentemente simple e incluso nada sofisticado, como casi todos los productos de las tecnologias maduras y avanzadas.
De repente Carina se estremecio, y no por el frio que habia bajo sus pies, que no notaba en aquel momento.
— ?Estas seguro de que esto no es peligroso? — pregunto con inquietud.
— Claro. Siempre cargan a medianoche, puntualmente, y todavia faltan muchas horas. El panorama es maravilloso, pero no creo que nos quedemos tanto tiempo.
Kumar se puso de rodillas, aplicando el oido al increible cable que unia la nave al planeta.
«Si se rompiera — penso ella con preocupacion—, ?volaria en pedazos?'
— Escucha — susurro…
Ella no sabia lo que iba a suceder. A veces, anos despues, cuando pudo soportarlo, intento recobrar la magia de aquel momento. Nunca estuvo segura de haberlo conseguido.
Al principio le parecio estar oyendo la nota mas grave de un arpa gigante cuyas cuerdas estuvieran tensadas entre los mundos. Esto le produjo escalofrios en la espina dorsal, y sintio que se le ponia de punta el vello de la nuca, una reaccion al miedo forjada en las selvas primitivas de la Tierra.
Luego, cuando se fue acostumbrando al extrano sonido, capto todo un espectro de armonias cambiantes que cubrian la gama auditiva hasta sus limites y, sin duda, los superaban. Aparecian y se unian unos con otros, inconstantes y repetitivos como los sonidos del mar.
Cuanto mas los escuchaba, mas le recordaban el incesante choque de las olas sobre una playa desierta. Tuvo la sensacion de estar oyendo el mar del espacio lanzandose sobre las costas de todos sus mundos, un sonido aterrador en su inutilidad sin sentido, ya que reverberaba en el doloroso vacio del Universo.
Entonces se dio cuenta de que habia otros elementos en esta sinfonia inmensamente compleja. Eran unos tanidos repentinos, resonantes, como si unos dedos gigantes hubieran tirado del cable desde algun lugar a miles de kilometros. ?Meteoritos? No, desde luego. ?Quizas una descarga electrica en la agitada ionosfera de Thalassa? Y ?era aquello pura imaginacion, o algo creado por sus temores inconscientes? De vez en cuando le parecio oir los debiles gemidos de unas voces demoniacas, o los llantos fantasmagoricos de todos los ninos enfermos y hambrientos que murieron en la Tierra durante los siglos de pesadilla.
Llego un momento en que no pudo soportarlo mas.
— Estoy asustada, Kumar — susurro, tirandole del hombro. — Vamonos.
Pero Kumar seguia perdido en las estrellas. Hipnotizado por aquel canto de sirenas, tenia la boca medio abierta y apoyaba la cabeza en aquel cable resonante. Ni tan siquiera noto que Carina, enfadada y asustada, cruzaba con pasos fuertes el suelo de hielo laminado y se iba a esperarle sobre la calidez familiar de la tierra firme.
Kumar habia observado algo nuevo, una serie de notas ascendentes que parecian exigir su atencion. Era como una fanfarria para cuerdas, si es que se puede imaginar una cosa semejante, y era inefablemente triste y lejana.
Pero se iba acercando, y se oia cada vez mas alto. Era el sonido mas escalofriante que Kumar habia oido jamas, y se mantuvo paralizado de miedo y de asombro. Casi llego a imaginar que algo bajaba por el cable dirigiendose hacia el…
Unos segundos despues, demasiado tarde, se dio cuenta de la realidad. La onda precursora le empujo bruscamente contra la lamina de oro y el bloque de hielo se movio bajo el. Entonces, y por ultima vez, Kumar Leonidas contemplo la delicada belleza de su mundo durmiente y el rostro aterrorizado de la muchacha, vuelto hacia el, que recordaria aquel momento hasta el dia de su muerte.
Ya era demasiado tarde para saltar. Y asi, el Pequeno Leon ascendio hacia las silenciosas estrellas, desnudo y solo.