Arthur C. Clarke

Canticos de la lejana Tierra

Para Tamara y Cherene, Valerie y Hector, con amor y lealtad

No existe en ningun otro lugar del espacio ni en otros mundos hombres con quienes compartir nuestra soledad. Puede que exista el saber, puede que exista el poder; puede que en algun lugar del espacio unos magnificos instrumentos contemplen vanamente nuestra nube flotante y sus ocupantes esten ansiosos como lo estamos nosotros. No obstante, en la naturaleza de la vida y en los principios de la evolucion hemos tenido nuestra respuesta. De los hombres de otra procedencia, no habra jamas ninguna.

LOREN EISELEY El inmenso viaje (1957)

He escrito un libro perverso, y me siento tan inmaculado como un cordero.

Melville a Hawthorne (1851)

Titulo original:

THE SONGS OF DISTANT EARTH

Arthur C. Clarke

Traduccion de Francisca Graelis Reynoso

Primera edicion en esta coleccion: Mayo, 1989

NOTA DEL AUTOR

Esta novela esta basada en una idea desarrollada hace casi treinta anos en un relato corto que lleva el mismo titulo (ahora recogido en mi coleccion El otro lado del cielo). Sin embargo esta nueva version ha estado directa, y negativamente, inspirada por la reciente invasion de series espaciales en television y en el cine. (Pregunta: ?Que es lo contrario de inspiracion: expiracion?)

No me interpreten mal: he disfrutado mucho con La Guerra de la galaxias y las producciones de Lucas y Spielberg, para citar solo los mas famosos ejemplos de este genero. Pero estas creaciones son pura fantasia, no ciencia ficcion en el sentido estricto del termino. Actualmente parece casi seguro que la velocidad de la luz no puede ser superada en el universo real. Incluso la mas cercana de las galaxias estara siempre a decadas o siglos de distancia; ningun Warp Seis les llevara de un episodio a otro en el periodo de una semana. El gran Productor en el Cielo no planeo su programa de este modo.

En la ultima decada ha habido, ademas, un notable, y bastante sorprendente, cambio en la actitud de los cientificos sobre el problema de la inteligencia extraterrestre. Este tema no adquirio credibilidad (excepto entre personajes dudosos, como los escritores de ciencia ficcion) hasta los anos sesenta: la publicacion de La vida inteligente en el universo (1966), de Shklovskii y Sagan, marco el hito.

Sin embargo, se ha producido un retroceso. El fracaso en el intento de encontrar indicios de vida en el sistema Solar, o de registrar senales interestelares que nuestras potentes antenas podrian captar facilmente, ha llevado a algunos cientificos a sostener que «quizas estamos solos en el Universo…» Frank Tipler, el mas conocido exponente de esta teoria, ha ultrajado deliberadamente a los seguidores de Sagan dando a uno de sus articulos el provocativo titulo de «No existe vida inteligente extraterrestre». Carl Sagan y otros estudiosos sostienen (y yo con ellos) que es demasiado pronto para llegar a conclusiones tan tajantes.

Mientras tanto, esta controversia hace furor; como bien se ha dicho, cualquiera de las dos respuestas sera aterradora. La cuestion solo puede ser zanjada por la evidencia, y no por la logica, aunque sea plausible. Me gustaria que se dejara reposar esta polemica durante una o dos decadas, mientras los radioastronomos rastrean, cual mineros en busca de oro, a traves de los torrentes de ruidos procedentes del espacio.

Esta novela es, entre otras cosas, mi intento de crear una ficcion interestelar completamente real, del mismo modo que en Preludio al espacio (1951) utilice tecnologia existente, o con rasgos de veracidad, para describir el primer viaje del hombre mas alla de los confines de la Tierra.

No hay nada en este libro que desafie o niegue los principios conocidos, la unica extrapolacion cientifica es la propulsion cuantica, e incluso procede de una teoria bastante respetable. (Vease los agradecimientos.)

Si eso resultara ser castillos en el aire, hay varias alternativas posibles, y si nosotros, hombres del siglo XX, podemos imaginarlas, la ciencia del futuro descubrira, sin duda, algo mucho mejor.

ARTHUR C. CLARKE

Colombo, Sri Lanka,

3 de julio de 1985

1. THALASSA

1. La playa de Tarna

Antes de que el barco cruzara el arrecife, Mirissa ya sabia que Brant estaba enfadado. La actitud tensa de su cuerpo mientras llevaba la cana, y el solo hecho de que no hubiera dejado en las manos capacitadas de Kumar este ultimo tramo, le indicaban que estaba disgustado por algo.

Abandono la sombra de las palmeras y anduvo lentamente hacia la playa, la arena humeda se hundia bajo sus pies. Cuando llego a la orilla, Kumar ya estaba doblando la vela. Su hermano «pequeno», casi ya tan alto como ella y todo musculo, la saludo alegremente con la mano. Cuantas veces habia deseado que Brant tuviera el caracter amable de Kumar, al que ningun contratiempo parecia afectar.

Brant no espero a que el barco chocara con la arena. Salto al agua, que le llegaba a la cintura, y, salpicando furiosamente, se acerco a ella. Llevaba entre las manos una masa de metal retorcido bordeada de alambres rotos y se la mostro.

— ?Mira! — grito. — ?Lo han hecho otra vez!

Con la mano libre senalo el norte.

— ?Esta vez no voy a dejar que se salgan con la suya, y la alcaldesa podra decir lo que le de la gana!

Mirissa se aparto mientras el pequeno catamaran, como si fuera una bestia marina prehistorica que asaltara por primera vez tierra firme, avanzaba lentamente hacia la playa sobre sus rodillos. En cuanto estuvo fuera del agua, Kumar paro el motor y bajo de un salto para reunirse con su todavia iracundo capitan.

— Me paso la vida diciendole a Brant que puede ser una casualidad, quiza sea un ancla abandonada. Despues de todo, ?por que razon los del Norte harian algo asi?

— Yo te lo dire —respondio Brant—: porque son demasiado perezosos para lograr la tecnologia por ellos mismos. Porque tienen miedo de que pesquemos demasiados peces. Porque…

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