atmosferas con ese indiscutible signo de vida: un porcentaje alto de oxigeno. Habia alguna posibilidad de que el hombre pudiera sobrevivir alli, si lograba llegar hasta ellos.
Los hombres no podian, pero el Hombre si.
Las primeras naves sembradoras eran primitivas, pero incluso asi forzaban la tecnologia al limite. Con los sistemas a propulsion disponibles en el ano 2500, podian alcanzar el sistema planetario mas cercano en unos doscientos anos, llevando consigo su preciosa carga de embriones congelados.
Pero esta era la menor de sus tareas. Tambien tendrian que transportar todo el material automatico que reanimaria y criaria a esos humanos en potencia y les ensenaria a sobrevivir en un ambiente desconocido y probablemente hostil. Seria inutil y cruel dejar unos ninos desnudos e ignorantes en mundos tan hostiles como el Sahara o el Antartico. Tendrian que ser educados, se les tendria que dar herramientas, ensenarles a orientarse y a utilizar los recursos locales. Despues del aterrizaje, la nave sembradora se convertiria en una nave madre y tal vez tendria que cuidar de su progenie durante generaciones.
Pero no solamente se tuvo que transportar seres humanos, sino tambien un ecosistema completo. Plantas (aunque nadie sabia a ciencia cierta si habria tierra para ellas), animales de granja, y una sorprendente variedad de insectos y microorganismos que tuvieron tambien que incluirse en caso de que los sistemas normales de produccion de alimentos resultaran inutiles y fuese necesario volver a las tecnicas agricolas basicas.
Habia una sola ventaja en un comienzo asi. Todas las enfermedades y parasitos que habian asolado a la Humanidad desde el comienzo de los tiempos quedarian atras, para perecer en el fuego esterilizador de Nova Solis.
Tambien tuvieron que construir y disenar bancos de datos, «sistemas expertos» capaces de superar cualquier situacion imprevista, mecanismos de reparacion y puesta a punto de maquinas y robots. Y tenian para ello un periodo de tiempo igual al que existio entre la Declaracion de la Independencia y el primer aterrizaje en la luna.
Aunque la tarea parecia casi imposible, era tan sugestiva que casi toda la Humanidad se unio para conseguirlo. Era un objetivo a largo plazo, el ultimo objetivo a largo plazo, que podia dar algun sentido a la vida, incluso despues de la destruccion de la Tierra.
La primera nave sembradora abandono el Sistema Solar en 2553, con destino al astro gemelo mas proximo al sol: Alfa Centauri A. Aunque el clima de un planeta llamado Pasadena, que tenia el tamano de la Tierra, era extremado y violento debido a la proximidad de Centauri B, los otros objetivos probables se encontraban a una distancia dos veces mayor. La duracion del viaje a Sirius X seria de mas de cuatrocientos anos; cuando la maquina llegase, seguramente la tierra habria dejado ya de existir.
Pero si se conseguia colonizar Pasadena con exito, habria tiempo suficiente para enviar las buenas noticias. Doscientos anos de viaje, cincuenta para asegurar sus posiciones y construir un pequeno transmisor, y tan solo unos cuatro anos para que la senal regresara a la tierra; con suerte, habria gritos en las calles en el ano 2800…
De hecho fue en 2786; Pasadena habia ido mejor de lo previsto. La noticia fue alentadora y dio un nuevo estimulo al programa de siembra. Por entonces ya se habian lanzado una veintena de naves, cada una de ellas con una tecnologia aun mas avanzada que las precedentes. Los ultimos modelos podian alcanzar un veinteavo de la velocidad de la luz, y tenian mas de cincuenta objetivos a su alcance.
Incluso cuando el faro de Pasadena dejo de funcionar tras emitir tan solo la noticia de aterrizaje inicial, el desaliento fue solo momentaneo. Lo que se habia hecho una vez podia repetirse otra vez, incluso otra — con mayores posibilidades de exito.
Hacia el ano 2700 se abandono la burda tecnica de los embriones congelados. El mensaje genetico que la Naturaleza codificaba en la estructura espiral de la molecula del ADN podia almacenarse con mayor facilidad y seguridad, y de forma compacta, en las memorias de los ultimos ordenadores. De esta forma se podia trasladar un millon de genotipos en una nave sembradora no mucho mayor que un avion regular de mil pasajeros. Una nacion entera sin hacer, con todo el tipo necesario para formar una nueva civilizacion, podia caber en unos cien metros cubicos y ser trasladada a las estrellas.
Brant sabia que esto era lo que habia ocurrido en Thalassa hacia setecientos anos. En el tramo donde la carretera subia hacia las colinas habia algunas huellas dejadas por los robots excavadores al buscar las materias primas de las que provenian sus propios antepasados. Dentro de unos momentos pasarian por las plantas de fabricacion abandonadas hacia largo tiempo.
— ?Que ha sido eso? — murmuro apresuradamente el concejal Simmons.
— ?Parate! — ordeno la alcaldesa—. Apaga el motor, Brant — dijo, buscando el microfono del coche.
— Aqui la alcaldesa Waldron llamando. Estamos en el kilometro siete. Hay una luz delante de nosotros. Se puede ver entre los arboles. Creo que esta exactamente en Primer Aterrizaje. No se oye nada. Volvemos a arrancar.
Brant no espero la orden pero disminuyo ligeramente la velocidad. Este era el segundo acontecimiento mas importante de toda su vida. El primero fue el ser atrapado por el huracan del 09.
Aquello habia sido mas que emocionante; tuvo suerte de salir con vida. Quizas esto tambien era peligroso, pero en verdad no lo creia. ?Podian ser hostiles los robots? Seguramente los visitantes de otro mundo no buscaban en Thalassa nada mas que amistad y conocimientos.
— Oidme — dijo el concejal Simmons—, he podido verlo bien antes de que cruzara los arboles, y estoy seguro de que era algun tipo de aeronave. Las naves sembradoras nunca tuvieron alas ni aerodinamica, claro. Y ademas es muy pequena.
— Sea lo que sea — dijo Brant—, lo sabremos dentro de cinco minutos. Mirad esa luz; viene del Parque de la Tierra, el lugar obvio. ?Paramos el coche y seguimos a pie el resto del camino?
El Parque de la Tierra era un terreno ovalado cubierto de hierba amorosamente cuidada, situado en la parte este de Primer Aterrizaje, que en aquellos momentos se encontraba fuera de su vista, tapado por la negra silueta de la columna de la Nave Madre, el monumento mas viejo y mas venerado del planeta. Habia un haz de luz que hacia resaltar por doquier los bordes todavia sin oxidar del cilindro y que parecia provenir de un unico punto brillante.
— Para el coche antes de llegar a la nave — ordeno la alcaldesa—. Luego bajaremos y echaremos un vistazo. Apaga las luces para que no nos vean, hasta que nosotros queramos.
— ?Nos vean, o nos vea? — pregunto uno de los pasajeros, un tanto nervioso. Nadie le hizo caso.
El coche se detuvo ante la inmensa sombra de la nave, y Brant lo giro ciento ochenta grados.
— Asi podremos escapar — explico medio en serio y medio en broma. Todavia seguia sin poder creer que existiera algun peligro. De hecho, habia momentos en que se preguntaba si lo que ocurria era real. Quiza seguia aun dormido y todo no era mas que un sueno.
Salieron silenciosamente del coche y caminaron hasta la nave. Luego la rodearon hasta llegar a la bien definida pared de luz. Brant se protegio los ojos y miro por encima del borde, entrecerrando los ojos ante el deslumbrante resplandor.
El concejal Simmons tenia toda la razon. Era algun tipo de aeronave, o nave aeroespacial, y era muy pequena. ?Podia tratarse de los nortenos? No, eso era absurdo. No se podia utilizar aquel vehiculo en el area limitrofe de las Tres Islas, y su construccion hubiera sido imposible de ocultar.
Tenia la forma de una punta de flecha aplastada y debia de haber aterrizado verticalmente, ya que no se veian marcas alrededor de la hierba. La luz provenia de un solo punto, de un bastidor aerodinamico situado en su linea dorsal y encima de todo ello destellaba intermitentemente una pequena luz roja. Todo era tranquilizador, por no decir decepcionante; se trataba de un aparato comun. Un aparato que sin duda no podia haber viajado los doce anos luz que le separaba de la colonia mas cercana.
De repente, la luz principal se apago dejando ciego por unos momentos al pequeno grupo de observadores. Cuando los ojos de Brant se acostumbraron a la oscuridad, pudo ver que habia ventanas en la parte delantera de la maquina, iluminadas palidamente desde el interior de la nave. Pero ?si parecia un vehiculo conducido por hombres, y no el aparato robot que esperaban!
La alcaldesa Waldron llego a la misma sorprendente conclusion.
— No es un robot, hay gente dentro. No perdamos mas tiempo. Enciende tu linterna, Brant, para que nos vean.
— Helga — protesto el concejal Simmons.
— No seas bobo, Charlie. Vamos, Brant.