«Evidentemente, una comunidad tan compacta no necesita mucho transporte aereo, y tienen un buen sistema de carreteras. Pero seguimos sin poder detectar comunicacion alguna. No tienen satelites, ni siquiera meteorologicos, que pareceria que los han de necesitar… aunque quiza no, ya que sus naves probablemente nunca se alejan de tierra firme. Claro, no tienen otra tierra donde ir.

«De modo que asi estan las cosas. Es una situacion interesante, y una sorpresa agradable. Al menos asi lo espero. ?Alguna pregunta? ?Si, senor Lorenson?

— ?Hemos intentado ponernos en contacto con ellos?

— Todavia no; pensamos que no era aconsejable hasta saber exactamente el nivel de cultura que poseen. Hagamos lo que hagamos les causaremos una enorme impresion.

— ?Saben que estamos aqui?

— Probablemente no.

— Pero sin duda tienen que haber visto nuestra propulsion.

Era una pregunta razonable, ya que un superreactor a plena potencia era uno de los espectaculos mas dramaticos nunca inventados por el hombre. Su luz era tan potente como la de una bomba atomica, y duraba mucho mas, meses en vez de milesimas de segundo.

— Posiblemente, pero lo dudo. Estabamos al otro lado del sol cuando efectuamos la mayor parte del frenado. Su resplandor les habria impedido vernos.

Entonces alguien pregunto lo que todos estaban pensando.

— Capitan, ?en que medida afectara esto a nuestra mision?

Sirdar Bey miro a su interlocutor con aire pensativo.

— A estas alturas es imposible decirlo. Unos cientos de miles de seres humanos, o cualquiera que sea su poblacion, podrian hacernos las cosas mas faciles o por lo menos mas agradables. Por otra parte, si no les gustamos…

Encogio los hombros en un expresivo gesto.

— Acabo de acordarme de un consejo que dio un viejo explorador a uno de sus colegas: «Si piensas que los nativos son amistosos, probablemente lo sean y viceversa.» Asi que hasta que no nos demuestren lo contrario, presumiremos que son amistosos. Y si no…

La expresion del capitan se endurecio, y su voz se convirtio en la de un comandante que acababa de conducir una gran nave a traves de treinta anos luz de espacio.

— Nunca he creido que los suenos se conviertan en realidad, pero a veces es reconfortante pensarlo.

7. Senores de los dias finales

Le resultaba dificil creer que estaba real y verdaderamente despierto y que la vida pudiera empezar de nuevo.

El comandante en jefe Loren Lorenson sabia que siempre le perseguiria la tragedia que habia ensombrecido mas de cuarenta generaciones y que habia llegado a su climax en el transcurso de su propia vida. A lo largo de su primer nuevo dia le acompano continuamente un temor. Ni siquiera la promesa y el misterio del bello mundo oceanico que pendia bajo la Magallanes le permitia mantener alejado un pensamiento: ?Que sonare esta noche cuando cierre los ojos en mi primer sueno natural despues de doscientos anos?

Habia sido testigo de escenas que nadie podria nunca olvidar y que atormentarian a la Humanidad hasta sus ultimos dias. A traves de los telescopios de la nave habia observado la muerte del sistema solar. Con sus propios ojos habia visto los volcanes de Marte en erupcion por vez primera en mil millones de anos; a Venus practicamente desnudo, cuando su atmosfera se precipito en el espacio antes de desintegrarse por completo. Vio explotar gigantescas masas de gases que luego se convirtieron en bolas de fuego incandescentes. Sin embargo, estos espectaculos eran insignificantes y vacios en comparacion con la tragedia de la Tierra.

Habia visto los ultimos momentos a traves de los objetivos de unas camaras que habian sobrevivido algunos minutos mas a los abnegados hombres que habian sacrificado los ultimos momentos de su vida para montarlos. Habia visto…

… la Gran Piramide encenderse antes de hundirse en un charco de piedra fundida…

… el fondo del Atlantico, roca calcinada endurecida en segundos antes de ser sumergida de nuevo por la lava que brotaba de los volcanes de la falla central oceanica…

… la luna levantarse sobre la selva brasilena en llamas, brillando ahora casi tanto como el sol en su ultima puesta, solo unos minutos antes de…

… el continente antartico emerger brevemente, despues de su largo entierro, debido a la fusion de sus kilometros de viejos hielos…

… al poderoso tramo central del Puente de Gibraltar fundirse cuando se desplomaba en medio de un aire abrasador…

En el ultimo siglo, la Tierra se habia visto acosada por fantasmas, pero no de los muertos, sino de aquellos que ya no podian nacer. Durante quinientos anos, la tasa de natalidad se habia mantenido a un nivel que reduciria la poblacion humana a pocos millones cuando llegara el Fin. Se abandonaron ciudades enteras, e incluso paises, pues la Humanidad quiso estar unida para presenciar el ultimo acto de su Historia.

Fueron unos tiempos de extranas paradojas, de aparatosas oscilaciones entre la desesperacion y el regocijo frenetico. Muchos, desde luego, buscaron el olvido mediante las vias tradicionales de las drogas, el sexo y los deportes peligrosos, incluyendo lo que en la practica eran en realidad guerras en miniatura cuidadosamente controladas, y en las que se luchaba con armas acordadas de antemano. Fue tambien popular el enorme abanico de catarsis electronica, formado por innumerables videojuegos, representaciones interactivas y estimulacion directa de los centros de placer del cerebro.

Al no haber ya razon para pensar en el futuro de este planeta, los recursos de la Tierra y las riquezas acumuladas a lo largo de todos los tiempos podian derrocharse con la conciencia tranquila. Por lo que se refiere a los bienes materiales, todos los hombres eran millonarios, mas ricos de lo que podian haber sonado jamas sus antepasados, de cuyo trabajo habian heredado el fruto. Se llamaban a si mismos, con ironia, aunque no sin cierto orgullo, los senores de los Dias Finales.

No obstante, a pesar de que muchos perseguian el olvido, eran incluso mas los que obtenian satisfacciones trabajando para alcanzar unos objetivos que trascendieran a sus propias vidas. La investigacion cientifica avanzo considerablemente, al utilizar los inmensos recursos que ahora eran gratuitos. Si un fisico necesitaba cien toneladas de oro para un experimento, ello solo constituia un pequeno problema de logistica, no de presupuestos.

Habia tres problemas que les preocupaban. El primero era el seguimiento continuo del Sol, no porque quedara alguna duda, sino para pronosticar el ano, el dia y la hora exacta de detonacion…

El segundo era la busqueda de inteligencia extraterrestre que se reanudaba ahora con desesperada urgencia, olvidada tras siglos de fracaso. E incluso al final, el resultado parecia no tener mayor exito que en las ocasiones anteriores. El Universo seguia dando vagas respuestas a las preguntas del hombre.

El tercero era, por supuesto, la siembra de la raza humana en las estrellas cercanas, con la esperanza de que la Humanidad no se extinguiera al morir el Sol.

En los albores del ultimo siglo, naves sembradoras de cada vez mayor velocidad y sofisticacion habian sido enviadas a mas de cincuenta objetivos. Tal como se preveia, la mayoria de estas misiones fracasaron, pero diez de ellas habian informado de un exito al menos parcial. Se tenia aun mayores esperanzas en los ultimos y mas avanzados modelos, aunque estos no alcanzarian sus lejanos objetivos hasta despues de la desaparicion de la Tierra. El ultimo modelo que iba a ser puesto en orbita podia viajar a un veintavo de la velocidad de la luz, y aterrizaria al cabo de novecientos cincuenta anos, si todo iba bien.

Loren recordaba todavia el lanzamiento del Excalibur desde su plataforma en la base de Lagrangian, entre la Tierra y la Luna. Aunque por aquel entonces el tenia solamente cinco anos, sabia que esta nave sembradora era la ultima de su tipo. Sin embargo, era demasiado joven para entender por que habia sido cancelado este programa secular precisamente cuando habia alcanzado su madurez tecnica. Tampoco podia adivinar entonces el cambio que se produciria en su propia vida con aquel asombroso descubrimiento que lo

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