Arthur C. Clarke

Voces de un mundo distante

A Tamara y Cherene, Valerie y Hector por su amor y lealtad

«En ningun lugar del espacio ni en mil mundos habra hombres que compartan nuestra soledad. Por mas que exista sabiduria; por mas que exista poder; por mas que desde algun lugar del espacio grandes instrumentos contemplen en vano nuestros despojos flotantes, anhelandonos como nosotros a ellos, la naturaleza de la vida y los principios de la evolucion ya nos han dado la respuesta. En otras partes, y mas alla, hombres jamas habra…»

Loren Eiseley, «The Immense Journey» (1957)

«He escrito un libro inicuo, y me siento puro como el Cordero.»

Melville a Hawthorne (1851)

I — THALASSA

1 — La playa de Tarna

Antes que el bote pasara el arrecife, Mirissa advirtio la furia de Brant. La tension de su cuerpo ante el timon e incluso el hecho de no haberlo dejado en las habiles manos de Kumar durante el ultimo tramo, mostraban a las claras que algo lo habia perturbado.

Abandono la sombra de las palmeras y bajo lentamente hacia la orilla; sus pies se hundian en la arena humeda. Kumar ya recogia la vela. Su «hermanito» — cuerpo musculoso y casi tan alto como ella — alzo la mano y sonrio. Como deseaba que Brant tuviera el caracter despreocupado de Kumar, que jamas se alteraba por nada.

Antes que el bote llegara a la arena, Brant salto al agua y chapoteo hacia ella, furioso. Alzo un punado de chapas retorcidas y cables rotos para que ella lo viera:

— ?Mira! — exclamo —. ?Fueron ellos otra vez! — Agito el puno hacia el norte: — ?Se acabo, esta vez no se saldran con la suya! ?Y me importa un comino lo que diga la alcaldesa!

Mirissa se aparto mientras el pequeno catamaran avanzaba hacia la arena sobre sus tambores fuera de borda, como un primitivo animal marino que se lanza por primera vez a tierra firme. Apenas paso la linea de marea alta, Kumar apago el motor y salto a tierra junto a su furibundo capitan.

— Le he dicho a Brant una y otra vez que debe ser un accidente, tal vez un ancla flotante. No entiendo por que los nortenos habrian de hacer semejante cosa a proposito.

— Te dire por que — replico Brant —. Porque son demasiado haraganes para tomarse la molestia de desarrollar la tecnologia requerida. Porque temen que atrapemos demasiados peces. Porque…

Al ver la sonrisa burlona del otro le arrojo la marana de cables retorcidos. Kumar la atrapo habilmente.

«Y aunque fuera un accidente, no tienen por que anclar ahi. El lugar esta senalado en los mapas: Prohibida la Entrada — Proyecto de Investigacion. Voy a presentar una queja.

Brant habia recuperado su buen humor; su rabia nunca duraba mas de un par de minutos. Mirissa le acaricio suavemente la espalda:

— ?Tuvieron buena pesca? — pregunto en tono apaciguador.

— Claro que no — respondio Kumar —. Solo le interesan las estadisticas: tantos kilogramos por kilovatios y otras estupideces por el estilo. Suerte que lleve mi cana. Cenaremos atun.

Metio la mano en el bote y saco un cuerpo de casi un metro de largo, elegante y aerodinamico. Sus colores se desvanecian, sus ojos ciegos habian perdido todo su brillo.

«No es facil pescar uno de estos — dijo, orgulloso. Y en ese momento, mientras admiraban la presa, la Historia se abatio sobre Thalassa, y ese mundo sencillo y despreocupado, el unico que los jovenes habian conocido, llego bruscamente a su fin.

La senal de su muerte estaba escrita en el cielo, como si una mano gigantesca hubiera trazado una raya de tiza sobre la boveda celeste. Los bordes perdian nitidez, y ya el chorro de vapor parecia un puente de nieve que se extendia de un horizonte al otro.

Un trueno distante bajo de lo alto del cielo. Hacia setecientos anos que en Thalassa no se escuchaba un ruido semejante, pero cualquier nino podria reconocerlo.

Mirissa se estremecio, su mano busco la de Brant. El entrelazo sus dedos con los de ella pero parecia ausente, su mirada, como perdida, seguia clavada en ese cielo partido por la mitad.

Estaba tan impresionado como los otros:

— Una de las colonias nos descubrio.

Brant meneo la cabeza lentamente, sin conviccion:

— ?Por que habrian de molestarse? Si tienen los viejos mapas, deben de saber que Thalassa es casi todo oceano. No tiene sentido que vengan aqui.

— Tal vez lo hacen por curiosidad cientifica — sugirio Mirissa —. Querran saber que ha sido de nosotros. Yo siempre he dicho que deberiamos restablecer las comunicaciones…

Era una antigua polemica que resurgia cada dos o tres decadas. La mayoria coincidia en que algun dia habria que reconstruir la gran antena de la Isla Oriental, destruida cuatro siglos atras por la erupcion del Krakan. Pero — siempre habia algo mas importante — o interesante — que hacer.

— La construccion de una nave estelar es una obra gigantesca — dijo Brant, pensativo —. No creo que ninguna colonia lo haria, salvo que las circunstancias la obligaran. Igual que en la Tierra…

La frase quedo en suspenso. A pesar de los siglos transcurridos, la evocacion de ese nombre despertaba profundas emociones.

Los tres se volvieron hacia el este: la noche ecuatorial avanzaba rapidamente sobre el mar.

Ya habian salido algunas de las estrellas mas brillantes, y sobre las palmeras se alzaba la pequena e inconfundible constelacion del Triangulo. Eran tres estrellas de la misma magnitud, pero siglos atras, un cuarto astro habia brillado con mucha mayor intensidad durante algunas semanas, junto al vertice austral de la constelacion.

Su superficie, muy encogida, todavia podia verse a traves de un telescopio de mediana potencia. Pero ningun instrumento era capaz de mostrar la brasa apagada que giraba a su alrededor, y que alguna vez habia sido el planeta Tierra.

2 — La pequena particula neutra

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