son antiguos muros enterrados bajo el limo, pero su disposicion es irracional, y entonces veo que el monticulo late.

«A continuacion advierto que dos enormes ojos me contemplan sin parpadear…

«Eso es todo; no sucede nada. Nada ha sucedido ahi desde hace seis mil anos, desde la noche en que la barrera terrestre cedio y el agua atraveso las Columnas de Hercules.

«El Lento es el movimiento que mas me conmueve, pero la sinfonia no podia culminar en una nota tan tragica y desesperada. Por ello anadi el movimiento final: Resurgimiento.

«Se, desde luego, que la Atlantida de Platon nunca existio. Pero por eso mismo no puede morir. Sera siempre un ideal, un anhelo de perfeccion que conmovera a los hombres de todos los tiempos. Por eso la sinfonia culmina en una marcha triunfal hacia el futuro.

«De acuerdo a la interpretacion vulgar, la Marcha representa el surgimiento de la Nueva Atlantida entre las olas. Es demasiado literal; para mi, el movimiento final simboliza la conquista del espacio. Cuando por fin pude concebirlo y elaborarlo, el tema final me persiguio durante meses. Esas malditas quince notas retumbaban en mi cerebro dia y noche.

«El Lamento ya existe aparte de mi; posee vida propia. Cuando la Tierra desaparezca volara hacia la Nebulosa de Andromeda, llevada por quince mil megavatios desde el trasmisor espacial del crater Tsiolkovski.

«Algun dia, dentro de siglos o tal vez milenios, los hombres lo escucharan y comprenderan.»

Memorias grabadas de Sergei di Pietro (3411–3509)

53 — La mascara dorada

— Siempre hemos fingido que no existia — dijo Mirissa — Ahora quiero conocerla… verla una sola vez.

Loren callo antes de responder:

— Sabes que las visitas estan prohibidas, por orden del capitan Bey.

Por supuesto que lo sabia, y comprendia el motivo. Al principio habia despertado algunos rencores, pero ahora todos los thalassianos comprendian que la pequena tripulacion del Magallanes estaba demasiado atareada para servir de guias, o de enfermeros para ese quince por ciento de visitantes que sufririan nauseas en las secciones de gravedad cero de la nave. El propio presidente Farradine se habia encontrado con una negativa, cuidadosamente formulada.

— Ya hable con Moses, y el le pidio permiso al capitan. Ya esta todo dispuesto. Lo unico es que debe permanecer en secreto hasta la partida de la nave.

Loren la miro estupefacto, luego sonrio. Mirissa siempre lo tomaba desprevenido; por eso, entre otras cosas, le resultaba tan atractiva. Bruscamente comprendio que ningun thalassiano tenia mas derecho que ella; solo uno mas habia tenido ese privilegio: su hermano. El capitan Bey era un hombre justo, sabia alterar las normas cuando era necesario. Y despues de la partida ya no tendria importancia.

— ?Y si te mareas?

— Nunca me he mareado en el mar.

— Eso no significa nada.

— Hable con la comandante Newton. Me da un noventa y cinco por ciento de probabilidades a favor. Sugiere que tomemos el trasbordador de la medianoche, cuando no haya aldeanos en los alrededores.

— Veo que tienes todo planeado — dijo Loren sin ocultar su admiracion —. Nos veremos en la Pista Dos, quince minutos antes de la medianoche. — Vacilo y luego anadio con un nudo en la garganta: — No volvere a bajar de la nave. Dale mis saludos a Brant.

No podia enfrentar ese momento de angustia. Mas aun, desde la partida de Kumar no habia vuelto a pisar la casa de los Leonidas. Brant habia vuelto a instalarse alli para consolar a Mirissa. Loren era otra vez un extrano en sus vidas.

Ahora que faltaba poco para la inexorable separacion pensaba en Mirissa con amor pero sin deseo. Un sentimiento mas profundo, y sumamente doloroso, embargaba su mente.

Con todas sus fuerzas anhelaba conocer a su hijo, pero seria imposible debido a los nuevos plazos. Habia escuchado los latidos de su corazon mezclados con los de su madre, pero jamas lo alzaria en sus brazos.

El trasbordador intercepto al Magallanes frente a la cara diurna del planeta; Mirissa lo vio cuando aun se hallaba a cien kilometros de distancia. Conocia sus verdaderas dimensiones, pero al verlo brillando al sol le parecio un juguete.

A diez kilometros no parecia mas grande que antes. Sus ojos y su mente aun le decian que esos circulos oscuros en la seccion central solo eran ojos de buey. Recien cuando se acerco al interminable casco curvo de la nave su mente acepto que se trataba de compuertas de carga y pasajeros, y que el trasbordador penetrarla por una de ellas.

Loren parecia preocupado cuando Mirissa se desabrocho el cinturon de seguridad; era el momento de peligro cuando, al soltarse por primera vez de sus ataduras, el confiado pasajero comprendia que la gravedad cero en realidad no era tan divertida como habia pensado. Pero Mirissa atraveso la esclusa neumatica con toda serenidad, empujada suavemente por Loren.

— Afortunadamente, no sera necesario atravesar la zona de ge-uno; asi evitamos el problema de la doble readaptacion. No sentiras la fuerza de gravedad hasta que vuelvas al planeta.

Hubiera sido interesante visitar los cuartos de la tripulacion en el sector central de la nave. Pero eso hubiera suscitado una infinidad de conversaciones de cortesia, que era lo que menos deseaba en ese momento. Por suerte el capitan Bey se encontraba en Thalassa; no seria necesario hacerle una visita de cortesia para agradecer su gesto.

Salieron de la esclusa a un pasadizo tubular que aparentemente surcaba la nave de punta a punta. De un lado habia una escalera; del otro dos hileras de lazos flexibles de donde uno podia tomarse, y que se deslizaban lentamente en ambas direcciones por dos ranuras paralelas.

— Este es un lugar muy incomodo en el momento de la aceleracion — dijo Loren —. Se convierte en un pozo vertical de dos kilometros de profundidad. Para eso estan la escalera y el pasamanos. Ahora toma un lazo y deja que te lleve.

Se deslizaron suavemente un par de cientos de metros y luego tomaron un corredor perpendicular al pasadizo principal, por donde avanzaron unas decenas de metros.

— Suelta el lazo — dijo Loren —. Quiero que veas esto.

Mirissa lo solto, y flotaron hasta detenerse frente a una ventana larga y estrecha. A traves del grueso pano de vidrio Mirissa vio una gran caverna metalica, fuertemente iluminada. Aunque estaba desorientada adivino que el gran corredor cilindrico debia surcar todo el ancho de la nave y que, por consiguiente, la barra central debia ser el eje.

— El empuje cuantico — dijo Loren con orgullo.

No trato de describir las vagas formas metalicas y cristalinas, los contrafuertes de extranas formas adosadas a los muros, las constelaciones de luces intermitentes, la esfera absolutamente negra y desnuda que parecia girar.

— La mayor conquista del genio humano… el ultimo regalo de la Tierra a sus hijos — dijo Loren despues de un rato —. Algun dia, gracias a eso, seremos los amos de la galaxia.

El viejo Loren, arrogante y orgulloso, antes de que Thalassa lo suavizara, penso Mirissa con desagrado. Pues bien, sea. Pero algo en el ha cambiado para siempre.

— ?Crees tu que la galaxia se dara cuenta? — pregunto con suave ironia.

Pero se sentia impresionada al contemplar esas maquinas enormes e incomprensibles, gracias a las cuales habia conocido a Loren a pesar de los anos luz de distancia. No sabia si agradecerles lo que le habian dado o maldecirlas por lo que proximamente le quitarian.

Recorrieron el laberinto, siempre hacia el corazon del Magallanes. No se cruzaron con nadie: testimonio de las dimensiones de la nave y lo pequeno de su tripulacion.

— Ya llegamos — en tono suave y solemne — Este es el Guardian.

Mirissa clavo la mirada atonita en el rostro dorado que la contemplaba desde el nicho y floto hacia el. Palpo

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