el metal frio: por consiguiente era un objeto real, no una representacion.

— ?Que… quien es? — susurro.

— Esta nave transporta los mayores tesoros artisticos de la Tierra — dijo Loren con orgullo —. Este es uno de los mas famosos. Un rey que murio muy joven… era apenas un muchacho…

Loren no pudo continuar. Ambos habian pensado lo mismo. Mirissa se seco las lagrimas y leyo la inscripcion bajo la mascara:

TUTANKAMON

1361–1343 a.C.

(Valle de los Reyes, Egipto, 1922 AD)

Si, habia muerto practicamente a la misma edad que Kumar. El rostro dorado los contemplaba desde los milenios y los anos luz: el rostro de un joven dios, muerto en la flor de la edad. Trasuntaba poder y seguridad, sin la arrogancia y

la crueldad que le hubieran dado los anos no vividos.

— ?Por que lo pusieron aqui? — pregunto Mirissa, pero ya habia adivinado la respuesta.

— Nos parecio un simbolo apropiado. Los egipcios creian que, si se cumplian determinados ritos, los muertos revivirian en una especie de mundo de ultratumba. Claro que era pura supersticion, pero nosotros lo hemos vuelto realidad.

Pero no como yo lo hubiera deseado, penso Mirissa con tristeza. Contemplo los ojos renegridos del joven rey, que le devolvian la mirada desde su mascara de oro incorruptible:

No podia creer que fuese tan solo una maravillosa obra de arte y no una persona viva.

No podia apartar los ojos de esa mirada serena e hipnotica. Extendio el brazo otra vez para acariciar la mejilla de oro. El metal precioso le recordo un poema hallado en el Archivo de Primer Descenso, cuando buscaba palabras de consuelo en la literatura. La mayoria de los centenares de versos leidos no le habian significado nada, pero estos («autor desconocido — 1800–2100») eran perfectamente apropiados:

Devuelven al acunador el cuno del hombre Los muchachos que mueren en la flor de la edad y jamas envejeceran.

Loren aguardo pacientemente a que concluyera la meditacion de Mirissa. Luego inserto una tarjeta en una ranura casi invisible bajo la mascara mortuoria, y una puerta circular se abrio sin ruido.

El vestidor lleno de pesados abrigos de piel parecia fuera de lugar en una nave espacial, pero no cabia duda de que era necesario. La temperatura habia descendido varios grados y Mirissa tiritaba de frio.

Con ayuda de Loren, y no sin dificultad en la gravedad cero, se puso el traje termico y juntos flotaron hacia la ventana de vidrio escarchado en la pared opuesta del pequeno cuarto. El pano de vidrio se abrio hacia afuera, y salio una corriente de aire gelido, como Mirissa jamas habla conocido, ni siquiera imaginado. Las gotas de humedad condensada bailaban como diablillos a su alrededor. Ante su mirada, como si dijera «yo ahi no entro», Loren le tomo el brazo:

— No te preocupes. El traje te protege, y en pocos minutos mas ni siquiera sentiras frio en la cara.

Asi fue, para su gran sorpresa. Lo siguio a traves de la trampa abierta y aunque al principio le dio miedo respirar descubrio que la experiencia no era en absoluto desagradable. Al contrario, el frio era estimulante y por primera vez comprendio como los terricolas se habian aventurado a las regiones polares de su planeta.

Creia estar flotando en un universo blanco, frio como la nieve, rodeada de panales de algo parecido al hielo formados por millares de celdas hexagonales. Le recordaba una miniatura del escudo del Magallanes, salvo que estos hexagonos median aproximadamente un metro de diametro y estaban unidos entre si por maranas de canos y cables.

Con que ahi estaba, rodeada de cientos de miles de colonos para los cuales la Tierra era apenas un recuerdo de ayer. ?Que estarian sonando a mitad de camino de su larga travesia? ?Sonaba la mente en esa vaga tierra de nadie entre la vida y la muerte? Loren decia que no, pero, ?quien podia asegurarlo?

Mirissa habia visto documentales de las abejas en sus misteriosas transacciones dentro del panal; se sentia como una abeja humana al seguir a Loren, tomada de los barrotes que surcaban el gran panal. Se habia adaptado a la gravedad cero y ni siquiera sentia el frio intenso. Mas aun, habia perdido la conciencia de su cuerpo y le resultaba dificil creer que no era un sueno del que pronto despertaria.

Las celdas no estaban identificadas con nombres sino mediante un codigo alfanumerico. Loren fue directamente al H-354 y apreto un boton. El habitaculo hexagonal de metal y vidrio se deslizo hacia afuera sobre rieles extensibles para mostrar a la mujer que dormia en su interior.

No era hermosa, aunque en realidad no se podia juzgar a una mujer sin la corona esplendorosa de su cabellera. Su cutis era de un color que Mirissa jamas habia visto y que, sabia, se habia vuelto muy raro en la Tierra: un negro tan intenso que parecia azulado. Y era tan perfecto que Mirissa no pudo reprimir un arrebato de envidia. Su mente vio dos cuerpos entrelazados, ebano y marfil, y supo que esa imagen la perseguiria durante anos.

Miro el rostro: a pesar de los siglos en reposo, traslucia entereza e inteligencia. ?Habriamos sido amigas? se pregunto Mirissa. Lo dudo; nos parecemos demasiado.

Con que eres Kitani, y llevas el primer hijo de Loren en tu seno. ?Sera en verdad el primero? El mio nacera varios siglos antes. Primero o segundo, ojala que sea feliz.

Se sentia atontada, y no solo por el frio, al salir por la puerta de cristal. Loren la condujo nuevamente al pasadizo.

Al pasar el Guardian sus dedos rozaron la mejilla dorada del muchacho inmortal. Comprobo estupefacta que parecia calida, pero enseguida comprendio que su cuerpo todavia no se habia readaptado a la temperatura normal.

Eso sucederia en pocos minutos pero, ?cuanto tardaria en derretirse el hielo de su corazon?

54 — Despedida

Es la ultima vez que hablare contigo antes de iniciar mi largo sueno, Evelyn. Me encuentro todavia en Thalassa, pero dentro de unos minutos abordare el trasbordador que me llevara al Magallanes. No tengo nada que hacer… hasta el descenso, dentro de trescientos anos.

Estoy muy triste porque acabo de despedirme de una querida amiga, Mirissa Leonidas. Te hubiera gustado conocerla. Es tal vez la persona mas inteligente que he conocido en Thalassa, y hemos conversado mucho. Claro que algunas veces, mas que un dialogo era un monologo mio. Tu solias criticarme por ello…

Desde luego, me pregunto que era Dios. Pero me hizo una pregunta mucho mas dificil, y no pude responder.

Cuando murio su adorado hermano menor, me pregunto: «— ?Cual es la finalidad del dolor? ?Cumple alguna funcion biologica?»

?Que extrano que jamas se me hubiera ocurrido ese interrogante! Puedo imaginar a una especie inteligente y capaz de desarrollarse, que recordara a sus muertos sin pesar, o directamente no los recordara. Seria una sociedad absolutamente inhumana, pero tan viable como la del comejen y la hormiga en la Tierra.

Tal vez el dolor sea un subproducto casual, incluso patologico, del amor, que desde luego si cumple una funcion biologica indispensable. Es una idea extrana, perturbadora. Somos humanos gracias a nuestras emociones; ?quien seria capaz de despojarse de ellas, aun sabiendo que cada nuevo amor sera secuestrado por esos dos terroristas que son el Tiempo y el Destino?

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