—?Dios mio! Tiene razon, y lo se de sobra, pero lo cierto es que tanto los habitantes de este castillo como los de la ciudad se esfuerzan en olvidarlo. ?De verdad insisten en que les hable de el?

—Es indispensable para nuestra obra —dijo Aldo—. Pero, si le resulta demasiado penoso relatar la horrible historia del bastardo imperial, no se preocupe, porque ya la conocemos. Lo que nos falta son sobre todo fechas y emplazamientos. El castillo, evidentemente, no era como es ahora, ?verdad?

—Evidentemente —dijo Erbach, aliviado—. Enseguida los llevare a visitar lo que queda de esa epoca. En cuanto a las fechas, el emperador solo fue propietario de Krumau una decena de anos. En 1601 obligo al ultimo de los Rozemberk, Petr Vork, cargado de deudas, a venderle la propiedad, y en 1606 se la regalo a… don Julio, a raiz de un escandalo sin precedentes. Deberia decir mas bien que se la asigno como residencia confiando en que el alejamiento bastaria para hacer olvidar su conducta. Y puesto que saben lo que paso, me limitare a decirles que, despues del horrible drama del que fue triste protagonista, el bastardo, encerrado en sus aposentos transformados en prision, murio subitamente el 25 de junio de 1608. Tras su muerte, el emperador conservo el castillo hasta 1612, fecha en la que se lo regalo a uno de sus fieles amigos y consejeros, Johann Ulrich von Eggenberg…

—Once anos, en efecto —lo interrumpio Adalbert—. Pero, volvamos un instante, por favor, a ese Julio al que yo no conozco tan bien como el principe Morosini. Tenemos entendido que fue enterrado en su capilla y nos gustaria que nos mostrara su tumba.

El bibliotecario puso cara de disgusto.

—Hace mucho que ya no esta aqui. Como imaginaran, el nuevo propietario no tenia ningun interes en conservar semejante vecindad, sobre todo porque algunas de sus sirvientas estuvieron a punto de morir de miedo al ver el fantasma ensangrentado de un hombre desnudo. Hablo del asunto con el superior de los minoritas, cuyo convento esta abajo, en el barrio de Latran, y le rogo que se hiciera cargo del difunto, a quien la proximidad de hombres santos quiza convenceria de permanecer tranquilo, pero este temia provocar un tumulto en la ciudad, cosa que a buen seguro se produciria si los restos del loco asesino fueran a reposar alli. El drama era todavia demasiado reciente.

—Entonces, ?que hicieron con el? —pregunto Morosini, preocupado—. ?Lo arrojaron al rio?

—?Oh, principe!… ?Ese miserable era, pese a todo, de sangre imperial! Despues de mucho reflexionar, el superior tuvo una idea: a cierta distancia de la ciudad habia un pequeno priorato dependiente de su convento, que ya no estaba habitado pero donde todavia se celebraba misa en fechas senaladas. La tierra, por supuesto, era tan sagrada como podia serlo la de nuestra capilla de San Jorge o la del monasterio. A Johann Ulrich von Eggenberg le parecio una idea excelente, pero acordaron actuar en el mas estricto secreto. De modo que el pesado ataud de madera de teca fue transportado de noche al cementerio del priorato, donde no se enterraba a nadie desde hacia mucho tiempo…

—Y que se encargarian de que volviera al estado salvaje —dijo Vidal-Pellicorne, sarcastico—. Asi, el muerto desapareceria de la faz de la tierra.

—No se atrevieron a llegar hasta ese extremo. Segun lo que he leido en los archivos del castillo, pusieron sobre la tumba una lapida con su nombre en latin grabado: Julius. Pero se las arreglaron para que la vegetacion creciera a su alrededor a fin de que el secreto quedara mejor preservado. Se trataba de evitar que la sed de venganza turbara el sueno del difunto… Bien, les he contado todo lo que se —se apresuro a anadir Erbach, enjugandose el rostro con un gran panuelo.

Decididamente, el tema le desagradaba sobremanera.

—No todo —dijo Morosini con suavidad—. ?Donde se encuentra el priorato en cuestion?

—No creo que eso pueda tener ningun interes para su obra, excelencia. En la actualidad esta en ruinas.

—Pero esas ruinas, ?donde se encuentran?

—En la carretera del sur, a menos de una legua…, pero les ruego que hablemos de otra cosa. ?Quieren visitar el castillo?

Para evitar un tema que lo aterrorizaba, Ulrich Erbach estaba dispuesto a abrir ante sus visitantes todas las puertas que quisieran. Como ya no podia informarles de nada mas, los dos hombres lo siguieron de buena gana y admiraron sin reservas las maravillas de esa extrana morada en la que, como en Praga, los siglos convivian unos con otros: el precioso patio renacentista, el triple puente tendido sobre una profunda falla entre dos rocas para unir las estancias a un asombroso teatro construido en el siglo XVIII y cuyo escenario giratorio, el unico de Europa en esa epoca, se habia adelantado unas decadas. La biblioteca, aunque hubiera sido despojada de parte de sus tesoros en beneficio de la de Hluboka, no carecia de atractivos, y su conservador acabo por confesar, suspirando:

—En el fondo, aqui es donde me siento mas feliz porque este castillo tiene alma.

—?Hluboka no?

Erbach encogio sus escualidos hombros cubiertos de terciopelo negro.

—Es un remedo de Windsor. Un castillo para Alicia en el pais de las Maravillas construido hace poco por una princesa que habia leido demasiado a Walter Scott. La biblioteca es magnifica, desde luego, pero yo prefiero esta.

Se despidieron como los mejores amigos del mundo.

Despues de que el atento personaje los hubiera acompanado hasta el puesto de guardia, Aldo y Adalbert se dirigieron de vuelta a la ciudad en silencio, hasta que Aldo lo rompio para decir lo que pensaba:

—?Que te parece? ?Simon vivia a unos cientos de metros del rubi y ni siquiera lo sospechaba!

—Si es que la piedra todavia esta aqui. ?Quien te dice que los que trasladaron el ataud no lo abrieron?

—Eran monjes, y esa gente respeta a los muertos, aunque se trate de un loco asesino. Ademas, ya debia de imponer bastante el hecho de contravenir las ordenes de un emperador difunto…, por no hablar del intenso miedo que el tal Julio parece provocar todavia. Yo juraria que a nadie se le ha pasado por la cabeza abrir el feretro.

—Lo admito, pero ?como vamos a arreglarnoslas para encontrar la tumba?

—Hay que contar con la suerte. De todas formas, sera mas facil que ir a excavar la capilla del castillo. ?Tu has visto esa maravilla barroca? Si hubiera sido preciso perforar el suelo o excavar una de las tumbas, habriamos tenido problemas. ?Por no hablar de la vigilancia! Sinceramente, prefiero esto. En cualquier caso, el fantasma del emperador no debia de estar al corriente de adonde fue a parar el cuerpo de su hijo.

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