—Los fantasmas no lo saben todo. ?Que hacemos ahora?
—Coger el coche y hacer una primera exploracion. Es pronto y disponemos de todo el tiempo hasta la hora de la cena.
Media hora mas tarde, el pequeno Fiat se adentraba en el sendero que conducia a las ruinas donde Simon Aronov habia ordenado a Wong esconder la limusina, y la primera impresion de sus ocupantes fue desalentadora.
—?Es como buscar una aguja en un pajar! —mascullo Vidal-Pellicorne.
En efecto, al otro lado de lo que debia de ser una valla, se encontraba el enorme monton de piedras que tiempo atras fue la capilla, de la que solo quedaba la poderosa ojiva y algunos fragmentos de muralla todavia en pie, todo cubierto de malas hierbas, de zarzas y de un cornejo que habia conseguido abrirse paso.
—Ha habido un incendio —observo Adalbert senalando las huellas visibles del fuego—. De todas formas, no tenemos nada que buscar en el interior de la capilla. Supongo que el cementerio estaba al otro lado.
—Hay casi tantas piedras como en lo que queda de los edificios conventuales. No lo conseguiremos nunca. Es un trabajo de titanes.
—?No exageremos! Es, ante todo, un trabajo de arqueologo. Si te parece bien, empezaremos por delimitar el terreno que nos interesa. En otras palabras, intentaremos determinar el emplazamiento del antiguo cementerio.
Durante dos horas, recorrieron el campo de ruinas levantando una piedra aqui y moviendo otra alla. A medida que avanzaban, la vegetacion se hacia mas densa, y cuando por fin encontraron una antigua estela que debia de senalar una tumba, habian llegado a la linde de un bosque a traves de cuyas ramas los ultimos rayos del sol se reflejaban en las aguas muertas de un pequeno estanque. Adalbert, sin embargo, saco de ello una conclusion:
—No cabe duda: el cementerio esta entre este punto y el verdadero comienzo de las ruinas. Debe de hallarse oculto bajo esta abundante vegetacion. Vamos a necesitar instrumentos de trabajo. Volvamos a la ciudad. Con un poco de suerte, encontraremos una tienda abierta.
—?Y no temes que el vendedor se pregunte para que los queremos? Te recuerdo que ibamos a pedirlos en casa de Simon.
—Lo se, pero vamos a trabajar tan cerca de la casa de Adolf que puede resultar incomodo. Vendra a ver que hacemos. Las distracciones deben de escasear por aqui, ?y que crees que dira si nos sorprende violando una tumba?
—En ese caso, lo mejor sera que vayamos a aprovisionarnos a Budweis. Es mucho mas grande que Krumau y solo esta a veinticinco kilometros.
—No es mala idea, pero es demasiado tarde para ir hoy. Iremos manana a primera hora.
Durante cuatro dias, armados de cizallas, podaderas, una horca, una pala y un pico, Adalbert y Aldo trabajaron a destajo en el perimetro marcado por el primero y lograron localizar varias tumbas, pero ninguna coincidia con las indicaciones de Erbach. Era un trabajo agotador y el calor lo hacia todavia mas penoso.
—Empiezo a pensar que vamos a pasarnos aqui el verano —dijo Aldo, secandose con la manga arremangada la frente cubierta de sudor—. En Venecia van a darme por muerto.
Vidal-Pellicorne sonrio a su amigo con expresion burlona.
—?Lo que es ser un aristocrata delicado, habituado a las comodidades y a manejar piedras preciosas! Nosotros, los arqueologos, que estamos acostumbrados a desenterrar mastabas y a perforar montanas bajo un sol abrasador, somos mas resistentes.
—Olvidas decir que siempre teneis a un monton de
Su hospedero estaba muy sorprendido de verlos llegar por la noche exhaustos y mas polvorientos de lo que cabia esperar tratandose de turistas, pero ellos le contaron confidencialmente que habian descubierto por casualidad restos de una antigua ciudad romana y que estaban intentando sacar a la luz lo suficiente para tener una prueba. Encantado de ser el unico depositario de un asunto que podia suponer un incremento de interes para la region, Sepler juro guardar silencio y trato todavia mejor a unos clientes tan apasionantes. Todas las mananas los proveia de grandes cestas de picnic y de botellas de agua mineral, y en la cena preguntaba discretamente sobre los progresos realizados:
—Avanzamos, avanzamos —respondia el arqueologo—. Pero, como bien sabe, este tipo de busqueda tarda mucho en dar frutos.
Una tarde, mientras se concedian un descanso comiendo melocotones y ciruelas, vieron acercarse a una joven que les causo el efecto de una aparicion. Era una campesina con largas trenzas rubias, dotada de la belleza de una imagen y que llevaba entre los brazos un gran haz de margaritas y acianos. Los saludo con la extrema cortesia que se encuentra en toda Checoslovaquia y les pregunto que hacian alli.
—Me he enterado hace poco —respondio Aldo— de que un antepasado mio que fue monje en este priorato descansa aqui y estoy buscando su tumba.
Ella alzo hacia aquel hombre de tan noble aspecto pese a los pantalones manchados de tierra y la camisa abierta, arremangada sobre unos brazos morenos y musculosos, unos ojos que parecian vincapervincas.
—?Cuanta razon tiene! —exclamo—. No hay que abandonar a los pobres muertos. Preocuparse por el lugar donde descansan y manifestarles respeto es un deber piadoso. Sin duda Dios permitira que la encuentre.
Dicho esto, esbozo una pequena reverencia y prosiguio su camino bajo el sol, con la amplia falda azul bordada en amarillo revoloteando alrededor de sus redondeadas pantorrillas.