fecha de 1 de noviembre de 1478, pero la reina habia tenido la prudencia de tomarse tiempo para reflexionar y diferir su promulgacion. Esta vez, lanzo el arma terrible que guardaba en el secreto de sus aposentos.
Diego Ramirez habia hecho otra pausa para saciar su sed y Morosini empezo a preguntarse si le quedaria la suficiente lucidez para contar la historia que a el le interesaba por encima de todo.
—Si he entendido bien —dijo—, ya tenemos el decorado montado, la atmosfera creada… Vayamos ya a la historia de Catalina, por favor.
—Estoy a punto de llegar, no tema. Entre la creacion de la Inquisicion y el drama que nos ocupa solo transcurrieron tres meses. Los dos primeros inquisidores, fray Juan de San Martin y fray Miguel de Morillo, ordenaron detener a los conversos mas sospechosos. Unos monjes dominicos constituyeron el tribunal y lo establecieron en la fortaleza de Triana, en la otra orilla del rio, y alli, a unos calabozos situados la mayoria de ellos por debajo del nivel de las aguas del Guadalquivir, fueron a parar varios de los personajes mas ricos e influyentes de Sevilla.
—?Diego de Susan, el padre de Catalina, fue uno de ellos?
—Todavia no. Pero congrego en la iglesia de San Salvador, que era una antigua mezquita, a los conversos que seguian libres. El tiempo apremiaba, el peligro se acercaba. Diego predico la sublevacion ante esos hombres, algunos de los cuales eran los principales magistrados de la ciudad. Habia que reunir tropas, podian pagarlas, y con su ayuda apoderarse de Sevilla y del peligroso tribunal. Se repartieron las tareas: reclutar hombres, comprar armas, preparar el plan de lo que debia ser una autentica guerra contra la Iglesia e Isabel. Ahi es donde aparece Catalina.
—?Que tenia que ver ella con esa conspiracion?
—Mas de lo que cree. Le bullia la sangre y estaba perdidamente enamorada de uno de los oficiales de la reina. La sola idea de perderlo la volvia loca. Y si los rebeldes ganaban, Miguel, el oficial en cuestion, seria uno de los primeros en caer. Asi que…
—No me diga que denuncio a su propio padre…
—Si, y a todos los demas. Los encerraron en la fortaleza de Triana, donde fueron interrogados antes de hacerlos comparecer ante un consejo de legistas. Los menos culpables fueron condenados a penas de prision; los jefes, a la hoguera. El 6 de febrero de 1481 se encendieron, no solo en Sevilla sino en toda Espana, las primeras hogueras de la Inquisicion. En atencion al «servicio» prestado por su hija, Diego de Susan no fue conducido a una de ellas, pero, cuando lo llevaron a la catedral para que se retractara publicamente, rechazo de dientes afuera el cristianismo que lo habia protegido durante mucho tiempo y se declaro judio practicante. Unos dias mas tarde, era arrojado al fuego junto con dos de sus complices. La ejecucion tuvo lugar fuera de las murallas, en el Campo de Tablada, ante un publico muy escaso: la peste aun merodeaba y un profundo malestar pesaba sobre Sevilla. Pero Catalina estaba alli, oculta bajo pobres vestiduras, y las llamas que devoraban a su padre se reflejaban en sus grandes ojos oscuros.
El mendigo tenia la mirada perdida. Parecia haber olvidado por completo el jardin salvaje y estar reviviendo la escena de horror que describia.
—Se diria… que usted tambien estaba presente —murmuro Morosini.
El comentario fue suficiente para devolverlo a la tierra. Miro unos instantes a su companero sin decir nada.
—Puede que estuviera… Puede que lo haya sonado. En esta ciudad, el pasado nunca esta muy lejos.
—?Que fue de ella?
—Se quedo sola. Su crimen fue de los que inspiran repugnancia. Con todo, ella pensaba que con el tiempo las cosas se arreglarian. Los bienes de su padre habian sido incautados, pero ella habia conseguido conservar oro, sus alhajas y, sobre todo, un rubi que le habian prohibido llevar porque era una piedra sagrada y el mas preciado tesoro secreto de Diego de Susan.
Al principe anticuario se le seco la garganta de golpe: ?habria descubierto una pista?
—?Una piedra sagrada? —susurro—. ?Como es eso?
—Antiguamente…, mucho tiempo atras, decoraba junto con once piedras mas el pectoral del Sumo Sacerdote del Templo de Jerusalen. Todas juntas representaban las doce tribus de Israel. Pero no me pregunte como habia llegado el rubi, simbolo de Juda, a las manos de Diego. Parece ser que habia estado en poder de su familia desde hacia varias generaciones, pero para el era el signo tangible de su pertenencia profunda a la fe de Moises.
El porron estaba vacio. Morosini saco otro de la bolsa, para alegria de su companero, aunque esta vez el fue el primero en beber. La suerte acababa de hacerle descubrir un hilo conductor hacia la ultima piedra, la que Simon Aronov no sabia donde estaba. Aquello merecia ser celebrado, aunque fuera con un simple trago de manzanilla. Aun cuando entre saber donde se encontraba el rubi en el siglo XV y echarle el guante habia una gran diferencia.
Agradecido, se seco los labios con el panuelo y tendio el porron a su companero al tiempo que le preguntaba:
—Y Catalina queria lucir esa joya, ?no?
—Por supuesto. Poco interesada por la religion, la Susona, como la llamaban, creia que el rubi haria eterna su belleza. Sin embargo, no fue capaz de conservarla.
—?Se la robaron?
—No. La entrego voluntariamente. Hay que tener en cuenta que su, situacion era peligrosa. La comunidad judia la habia maldecido. Estaba sola y su amante, horrorizado por su crimen, le daba la espalda. Solo podia escoger entre una existencia de apestada y el exilio, pero no se decidia a alejarse del hombre al que amaba. Fue entonces cuando encontro ayuda en un antiguo amigo de su padre, el obispo de Tiberias, un hombre codicioso y ambicioso. Este consiguio convencerla de que le diera la joya para ofrecersela a la reina Isabel, que tenia debilidad por los rubies. A cambio, la Susona recibiria la proteccion real. Para la reproba, vivir bajo la egida de la soberana era acercarse a Miguel; antes o despues, el joven acabaria por sucumbir de nuevo a sus encantos. De modo que le dio la piedra al obispo…
—… Y este se la quedo.
—No, no. Se la dio a la reina e incluso abogo por la causa de la parricida presentandola como una persona muy unida a la Iglesia que rechazaba con repugnancia la conducta equivoca de su padre. Isabel, entonces, la hizo