—Si…, pero no vale la pena. Quiero morir… aqui mismo. En el lugar donde ellos me han puesto…, donde he suplicado… al Altisimo que me liberara… Soy… mas fuerte… de lo que creia.

Los dos amigos le pusieron un cojin bajo la cabeza y cubrieron con la bata de seda arrancada por los verdugos el cuerpo quebrado. Con una gran delicadeza, Aldo le cogio la mano.

—Vamos a sacarlo de aqui…, a curarlo. Ahora ya no hay peligro y…

—No… Quiero morir… He terminado mi trabajo y sufro demasiado. Ustedes dos han cumplido su mision; ahora deben concluirla.

—?Quiere entregarnos el pectoral?

—Si…, para que anadan ese… magnifico rubi. Pero no esta aqui. Voy a decirles…

—?Un momento! —lo interrumpio Adalbert—. Dejeme matar a este viejo miserable. No querra decirle ahora lo que no ha podido arrancarle por la fuerza…

—Si, eso es justo lo que quiero. Se sentira todavia peor cuando… coloquen… aqui la bomba de relojeria que siempre he tenido preparada en mis diferentes residencias para activarla en caso de necesidad. Nos iremos juntos… y comprobare si el odio… puede seguir existiendo en… la eternidad.

—?Quiere hacer saltar por los aires una parte de la ciudad? —pregunto Aldo, horrorizado.

—No…, tranquilicese… Estamos… en pleno campo. Lo veran cuando salgan… por esa puerta.

Levanto una mano para senalar el fondo de la antigua capilla, pero la dejo caer enseguida, sin fuerzas, sobre las de Aldo. Este intento decir algo, pero el Cojo se lo impidio.

—Dejeme hablar… Van a llevar ese collar… Iran a Praga: alli es donde esta el gran pectoral…, en una tumba del cementerio judio… Deme algo de beber… Conac… En el armario de la derecha hay una botella.

Adalbert fue a buscarlo, lleno un vaso y, con cuidados maternales, hizo beber unas gotas al herido, cuyas mejillas lividas recobraron un poco de color.

—Gracias… Alli buscaran la tumba de Mordechai Meisel, que fue alcalde de nuestra ciudad en la epoca del emperador Rodolfo. Lo enterre ahi… despues de haber huido de mi castillo de Bohemia… Jehuda Liwa los ayudara cuando se lo hayan contado todo…

—Ya sabe muchas cosas —dijo Aldo— que me gustaria contarle a usted. Le hemos seguido de cerca y…

Un destello de interes aparecio en el unico ojo, de un azul tan intenso antes pero ahora casi sin color. La boca desgarrada, con los dientes rotos, casi esbozo la sombra de una sonrisa.

—Es verdad…, todavia no se… donde estaba el rubi. ?Como lo encontraron?… Sera mi ultimo placer…

Sin preocuparse del viejo Solmanski, al que Adalbert habia atado al sillon con las cuerdas que habia quitado a su victima, Morosini relato la aventura desde la noche de Sevilla hasta el asesinato de Dianora. Aronov lo siguio con una pasion que parecia actuar como un balsamo en sus carnes desgarradas.

—Entonces, ?mi fiel Wong… ha muerto? —dijo—. Era mi ultimo sirviente, el mas fiel junto con Elie Amschel. De los demas me separe cuando tuve que esconderme. En cuanto a ustedes dos…, nunca les agradecere bastante… lo que han hecho. Gracias a ustedes, el gran pectoral volvera a ver la tierra de Israel…, pero desgraciadamente no me queda dinero para darles…

La desagradable voz de Solmanski se elevo:

—Te hemos desplumado bien, ?eh, viejo miserable? El dia que mi hijo dio con Wurmli y se gano su amistad fue un dia bendito. ?Te hemos arruinado, perseguido, acosado, casi matado!

—No estes tan orgulloso —le espeto Morosini con desprecio—. Vas a morir y ni siquiera has conseguido ver el pectoral. Tu vida ha sido un fracaso.

—Todavia queda mi hija…, tu mujer, y creeme, siempre ha sabido lo que hacia. Ahora esta en tu casa; lleva en su vientre un hijo que recibira tu apellido y todos tus bienes, y al que ni siquiera veras nacer porque ella nos vengara.

Aldo se encogio de hombros y le volvio la espalda.

—?Ah, si? ?Eso ya lo veremos! No cuentes demasiado con esa idea consoladora para hacer mas llevadera la muerte. Pero has hecho bien en prevenirme. —Luego, dirigiendose a Simon, anadio—: Por cierto, ?me permite que le haga una pregunta sobre el gran rabino de Praga?

—No puedo negarle nada…, pero hagala deprisa. Estoy deseando acabar con este amasijo de carne y huesos.

—?Como es que Jehuda Liwa y usted nunca han estado en contacto, a pesar de que el le conoce y esta al corriente de su mision?

—Nunca he querido recurrir a el para no ponerlo en peligro. Es demasiado importante para Israel, porque es el sumo sacerdote, el dueno natural del pectoral. A partir de este momento tendran que obedecer sus ordenes… Ahora deben buscar la puerta oculta…

Trato de incorporarse, pero los huesos rotos le arrancaron un grito de dolor. Aldo lo tomo entre sus brazos con una infinita dulzura por la que recibio una mirada de agradecimiento.

—La cortina de terciopelo negro… entre las dos bibliotecas… Descorrala, Adalbert.

—Detras solo esta la pared —dijo este, obedeciendo—. Y una estrecha vidriera.

—Cuente cinco piedras debajo de la esquina izquierda… de la vidriera y busque un saliente en la sexta… Cuando lo haya encontrado, presione.

Todos miraban ahora a Adalbert, que seguia punto por punto las instrucciones del Cojo. Oyeron un ligero chasquido y a continuacion una abertura en la pared dejo pasar el aire frio de la noche.

—Muy bien —susurro Simon—. Ahora… la bomba. Retire el hachero que esta mas cerca del arcon de hierro… y la alfombra que esta debajo.

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