—No sera necesario. Tengo intencion de solventar este asunto esta misma tarde: dentro de un cuarto de hora escaso, el comisario Gutierrez estara aqui. En cuanto a Fuente Salada, voy a mandar que le lleven una invitacion para comer con usted manana. Lo conozco y se que vendra corriendo —anadio con una sonrisa que Aldo imito.
—?Por… cursileria?
—Si, por cursileria. Ese hombre es incapaz de resistirse a un titulo ducal, y yo poseo nueve. Es un personaje curioso; todas las primaveras realiza una especie de peregrinacion: aqui y a Granada, por el retrato y por la tumba.
Nunca dejamos de invitarlo, pero esta vez la reina ha llegado al mismo tiempo que el.
—Me ha sorprendido que no formara parte del sequito real. Me han dicho que era chambelan.
—De la reina Maria Cristina, la madre del rey y viuda de Alfonso XII. Vive retirada en Madrid, y el titulo de chambelan ya ha quedado practicamente desprovisto de funciones. Ademas, creo que a su majestad le parecia fastidioso.
Con una puntualidad militar, Gutierrez hizo su entrada en el minuto exacto que se le habia indicado, saludo como correspondia y se sento en el borde del asiento que le ofrecian, no sin lanzar a Morosini una mirada cargada de sobreentendidos; saltaba a la vista que no le hacia ninguna gracia encontrarlo alli. Y todavia le hizo menos cuando la anfitriona tomo la palabra.
—Senor comisario, le he pedido que venga a verme para evitar que continue avanzando por un camino equivocado —dijo, dirigiendo al policia una de esas sonrisas a las que resulta dificil resistirse—. Estoy en condiciones de asegurarle que el principe Morosini, aqui presente, no tiene nada que ver con el dano que hemos sufrido.
—Le ruego que me perdone si me permito contradecirla, senora duquesa, pero los hechos y testimonios que he podido recoger no dicen mucho a favor de… su protegido.
La palabra habia sido desafortunada. Dona Ana fruncio su noble entrecejo.
—Yo no protejo a nadie, senor. Resulta que un incidente absolutamente fortuito me ha puesto en condiciones de ofrecerle un testimonio irrefutable. Mientras estabamos cenando, la marquesa de Las Marismas vino a pedir a su majestad la reina autorizacion para que el principe Morosini, que padecia un acceso de neuralgia, se retirara. A continuacion, pidio un coche y mando que lo llevaran a su hotel. Un rato mas tarde, le rogue a mi secretaria, dona Ines Aviero, que fuera a buscarme un chal, y asi lo hizo. Pues bien, dona Ines es tajante: el retrato estaba en su sitio cuando ella paso por delante de el.
—Quiza no se dio cuenta. Cuando se esta acostumbrado a ver un objeto dia tras dia, esas cosas pasan.
—A dona Ines, no. Ella se fija en todo y no pasa ningun detalle por alto. Usted mismo podra preguntarselo; voy a hacer que la llamen.
—Si esta segura del hecho, ?por que no dijo nada cuando interrogue a su personal?
—Usted no se lo pregunto —respondio la duquesa con una logica implacable—. Ademas, fue al quedarnos solas ayer por la noche cuando dona Ines, despues de haber reflexionado, me dijo que estaba segura de haber visto el retrato de la reina alrededor de la una de la manana. Puesto que el principe nos dejo hacia las doce y media, saque usted mismo la conclusion.
El tono, que no admitia replica, era de los que un modesto comisario, ante una de las damas mas importantes de Espana, no podia permitirse poner en duda, pero era evidente que ganas no le faltaban. Sentado en su silla, replegado sobre si mismo, la cabeza de toro hundida entre los hombros macizos, parecia incapaz de decidirse a levantar el asedio. Dona Ana, compadeciendose de el y para darle tiempo de digerir su decepcion, anadio, subitamente afable:
—Tenga la bondad de informar al marques de Fuente Salada de lo que acabo de decirle.
Gutierrez se estremecio, como si despertara de un sueno, y no sin esfuerzo se puso en pie.
—De todas formas, el senor marques no hubiera venido manana. Acabo de pasar por casa de su primo, donde se aloja cuando viene a Sevilla, y me han dicho que ya se ha marchado.
—?Como! —se indigno la duquesa—. ?Lanza una acusacion gratuita y se marcha? Esa es la mejor prueba de que lo movia el rencor y de que se trataba de simple maldad.
—Yo me inclinaria mas bien por el simple ahorro —sugirio el comisario, empenado en defender a un hombre tan valioso—. Ha pensado que, si aprovechaba el tren real para volver a Madrid, el viaje no le costaria nada.
Morosini se echo a reir.
—Quiza simplemente ha recapacitado —dijo con indulgencia—. En lo que a mi respecta, bien esta lo que bien acaba, y ahora voy a preocuparme por mi propio viaje de vuelta.
Se disponia a levantarse tambien, pero dona Ana lo retuvo.
—Quedese un momento. Senor comisario, su investigacion se encuentra en un punto muerto y debe de tener usted mucho que hacer. No le entretendre mas.
Gutierrez se marcho, pero su forma de arrastrar los pies decia claramente que lo hacia de mala gana.
—No parece muy convencido —comento Morosini.
—Eso es lo de menos. Lo que cuenta es que deje de importunarlo. Su acusacion era grotesca.
—Pero normal cuando no se conoce a una persona y se trata de un extranjero.
—Es normal sobre todo cuando uno es de pocos alcances. La primera cualidad de un buen policia es saber distinguir con quien esta tratando.
Se oyo la campana de un convento vecino. Aldo se levanto de nuevo, esta vez sin que se lo impidieran. Su mirada chispeaba cuando se inclino sobre la mano de su anfitriona:
—Le debo un gran favor, duquesa. Un favor mucho mayor de lo que quiere reconocer.
La misma llamita de diversion brillo en los ojos oscuros de dona Ana.
—?Acaso insinua, querido principe, que lo que acabo de afirmar no es la expresion misma de la verdad?
Morosini aspiro la brisa fresca que venia del mar y agitaba con majestuosidad la cima de las grandes palmeras.
—No hace calor y el vestido de su gracia —empleo adrede el titulo ingles reservado a las duquesas porque le parecia que a dona Ana le iba como anillo al dedo— es de un tejido precioso pero bastante fino…, y todavia no ha pedido un chal.
Esta vez, ella se echo a reir, se levanto tambien y fue a coger a Aldo del brazo. .
—?Cree que deberia?… De todas formas, yo nunca tengo frio. Pero… me gustaria saber por que a Fuente Salada le han entrado tantas prisas por irse. No le importa hacerse el pobreton a pesar de que no esta en la miseria, ni mucho menos. Entonces, ?a que viene lo de aprovechar el tren real?
—?Un ataque agudo de cursileria?
—Me cuesta creerlo; se relaciona con el entorno real todo lo que quiere. A lo mejor ha sentido de verdad remordimientos por sus afirmaciones caprichosas.
—Es posible, pero si siente remordimientos me enterare. Manana por la manana salgo para Madrid y no tengo intencion de dejarlo escapar. No olvide que necesito sus conocimientos. Esa es, por cierto, la unica razon por la que no le dare un buen punetazo.
—?Lo haria, si no fuera por eso?
—?Como cree usted que reaccionaria un espanol en el mismo caso?
—Me temo que de forma violenta.
—Los venecianos somos igual de sensibles, pero le prometo que yo me comportare con una amabilidad exquisita.
Lo que no dijo es que le estaba rondando una idea por la cabeza. ?Y si por casualidad el ladron fuera Don Basilio?
Llegaron al gran patio donde esperaba el mayordomo encargado de acompanar al visitante a su coche.
—Soy su esclavo para siempre, dona Ana —dijo Aldo, inclinandose—. Ahora se que aspecto tiene un angel de la guarda.
—En ocasiones, la verdad encuentra muchas dificultades para abrirse paso hacia la luz. Es un deber ayudarla a conseguirlo… Ademas, para ser totalmente franca, me sentire bastante satisfecha de verme privada