embargo, en cuanto aparecio el que esperaba se levanto y le indico por senas que se dirigiera hacia la casa, donde se reunio con el.

A la luz cruda de un sol ya abrasador, la suciedad y las heridas del edificio exhibian su miseria sin restarle un apice de una especie de belleza arisca, pero Morosini sabia que en ninguna parte del mundo se llevan los andrajos con mas orgullo que en Espana.

Sin pronunciar palabra, el mendigo saco una llave de entre sus harapos y abrio con ella una puerta mas solida de lo que parecia.

—Como ve, a menos que uno sea un espiritu, no se entra tan facilmente —dijo el mendigo—. Pero Catalina no necesita llaves.

—Y los que la siguen, ?como se las arreglan?

—Les abre la puerta el diablo. Anoche usted habria entrado si yo no hubiese intervenido.

El jardin debio de ser delicioso. Las baldosas azules y amarillas que marcaban los caminos estaban rotas, descoloridas, algunas reducidas a polvo, pero aquella esplendida primavera la vegetacion, mas abundante que nunca, transformaba los antiguos macizos en una pequena jungla delirante y perfumada. Una gran piedra desgastada, que habia sido un banco cubierto de azulejos azules, acogio a los dos hombres bajo un obstinado naranjo cuyas flores blancas despedian una suave fragancia. Todo ese bonito batiburrillo ocultaba las heridas de la vieja casa.

—Yo no se si el diablo vive aqui, pero esto presenta ciertas similitudes con un paraiso —observo Morosini.

—La pena es que no haya nada que beber —repuso el mendigo—. Estamos casi en tierras islamicas, y las huries de Mahoma se mostraban mas generosas.

—No hay mas que pedir —dijo Morosini, sacando de una bolsa de viaje que llevaba consigo dos porrones de manzanilla envueltos en sendos panos humedos para mantenerlos frescos y tendiendo uno a su companero.

—?Usted si que sabe vivir! —dijo este, echando la cabeza hacia atras para enviar, con gesto experto, un largo chorro de vino al fondo de la garganta.

Aldo hizo lo mismo pero con mas moderacion.

—He pensado —dijo— que su memoria se sentiria mas a gusto humedeciendose un poco. Ahora, si le parece bien, hableme de esa tal Catalina cuya belleza me impresiono.

—Siempre ha sido asi. En el ultimo cuarto del siglo XV era la muchacha mas bonita de Sevilla y quiza de toda Andalucia. Y como su padre era muy rico, disponia de todos los medios para realzar esa belleza: se vestia como una princesa…

—Me dijo que su padre era un converso. Supongo que eso quiere decir convertido, ?no?

—Si, pero no uno cualquiera: un judio convertido. Desde que Tito saqueo Israel, nunca estuvieron los judios tan a punto de construir una nueva Jerusalen como en la Edad Media y en este pais. Su fracaso definitivo fue obra de Isabel la Catolica. Para empezar, desempenaron un papel importante en la venida de los sarracenos de Africa hacia el ano 709 y fueron recompensados por ello. Durante el reinado de los califas, y pese a persecuciones intermitentes, alcanzaron su grado de prosperidad mas elevado. Destacaban tanto en medicina como en astrologia, y a traves de sus correligionarios de Africa conseguian drogas, especias, todos los medios para practicar un comercio generador de riqueza… Pero debo de estar aburriendole. Parece que le este dando una clase de historia y…

—Una clase absolutamente necesaria y muy interesante. Continue, por favor.

Animado por estas palabras, el mendigo le sonrio, bebio otro trago, se seco la boca con una manga y prosiguio:

—Cuando los cristianos volvieron a ocupar poco a poco la peninsula, los judios siguieron viviendo tranquilos. El rey Fernando III, llamado el Santo cuando reconquisto Sevilla en 1248, incluso les dio cuatro mezquitas para convertirlas en sinagogas y los barrios mas ricos para que se instalaran en ellos. Pero con dos condiciones: no insultar la religion de Cristo y abstenerse de hacer proselitismo. Lamento decir que no respetaron su promesa.

—?Lo lamenta? ?Por que?

—Yo tambien soy judio —dijo el mendigo con sencillez—. Diego Ramirez, para servirlo. Y nunca me ha gustado que mis correligionarios observen una conducta reprobable. Pero es un hecho patente que violaron la ley todo lo que quisieron. Se habian enriquecido tanto que prestaban dinero a los reyes. Alfonso VIII incluso nombro a uno de ellos su tesorero, y de forma progresiva el gobierno paso en gran parte a sus manos. Hasta se dice que la reina Maria, amenazada de muerte por su esposo si no le daba un hijo varon, cambio al nacer a la heredera legitima por un nino judio, el futuro Pedro el Cruel, que paso largas temporadas aqui. Su muerte fue la primera desgracia para los hijos de Israel, pero los acechaba una desgracia todavia peor: la gran epidemia de peste, la Muerte Negra que extermino en dos anos la mitad de Europa. Las multitudes enloquecidas los hicieron responsables de aquello, acusandolos de haber envenenado los pozos. Pese a las amenazas de excomunion del papa Clemente VI, comenzaron las matanzas. Aqui, cuatro mil habitantes de la juderia fueron exterminados, y los demas, obligados a convertirse.

»Ese fue el origen de una nueva clase social, los conversos. Sin embargo, si bien hubo algunas conversiones sinceras, la mayoria habia abandonado su culto ancestral con la boca pequena. Enseguida se dieron cuenta de que era la unica posibilidad de recuperar su fortuna y su poder. Fingiendo ser cristianos, podian acceder a todos los puestos, entrar en la Iglesia e incluso casarse con miembros de las familias nobles. Y ascendieron tan rapidamente en la escala social que volvieron a convertirse en un estado dentro del Estado. Algunos llevaban la hipocresia hasta el extremo de maltratar a sus hermanos pobres que habian permanecido fieles a la ley de Moises, sin renunciar al mismo tiempo a celebrar las ceremonias judias.

»Esta situacion habria podido prolongarse. Desgraciadamente, seguros de su poder y de sus fortunas, apoyados por una Iglesia en buena parte afecta a ellos, se escondieron cada vez menos, practicaron la blasfemia casi oficial, el escarnio, y mostraron una falta total de escrupulos. El resto del pueblo los odiaba tanto como los temia, pero su mayor error fue no haber apreciado en su justo valor a la joven reina Isabel, que reunia todas las cualidades de un gran jefe de Estado.

—Ah, tengo la impresion de que no vamos a tardar en hablar de la Inquisicion —dijo Morosini.

—Pues si. Un dia de septiembre de 1480, Isabel la Catolica abrio uno de los cajones del mueble donde guardaba los papeles de Estado y saco un documento que descansaba alli desde hacia aproximadamente un ano. Era un pergamino provisto de un sello de plomo sujeto a unas cintas de seda de colores claros: la bula que autorizaba a los soberanos espanoles a instaurar en su pais un severo tribunal eclesiastico. El documento llevaba fecha de 1 de noviembre de 1478, pero la reina habia tenido la prudencia de tomarse tiempo para reflexionar y diferir su promulgacion. Esta vez, lanzo el arma terrible que guardaba en el secreto de sus aposentos.

Diego Ramirez habia hecho otra pausa para saciar su sed y Morosini empezo a preguntarse si le quedaria la suficiente lucidez para contar la historia que a el le interesaba por encima de todo.

—Si he entendido bien —dijo—, ya tenemos el decorado montado, la atmosfera creada… Vayamos ya a la historia de Catalina, por favor.

—Estoy a punto de llegar, no tema. Entre la creacion de la Inquisicion y el drama que nos ocupa solo transcurrieron tres meses. Los dos primeros inquisidores, fray Juan de San Martin y fray Miguel de Morillo, ordenaron detener a los conversos mas sospechosos. Unos monjes dominicos constituyeron el tribunal y lo establecieron en la fortaleza de Triana, en la otra orilla del rio, y alli, a unos calabozos situados la mayoria de ellos por debajo del nivel de las aguas del Guadalquivir, fueron a parar varios de los personajes mas ricos e influyentes de Sevilla.

—?Diego de Susan, el padre de Catalina, fue uno de ellos?

—Todavia no. Pero congrego en la iglesia de San Salvador, que era una antigua mezquita, a los conversos que seguian libres. El tiempo apremiaba, el peligro se acercaba. Diego predico la sublevacion ante esos hombres, algunos de los cuales eran los principales magistrados de la ciudad. Habia que reunir tropas, podian pagarlas, y con su ayuda apoderarse de Sevilla y del peligroso tribunal. Se repartieron las tareas: reclutar hombres, comprar armas, preparar el plan de lo que debia ser una autentica guerra contra la Iglesia e Isabel. Ahi es donde aparece Catalina.

—?Que tenia que ver ella con esa conspiracion?

—Mas de lo que cree. Le bullia la sangre y estaba perdidamente enamorada de uno de los oficiales de la

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