obstante, dijo:
– Si lo hace, colocara el mecanismo con suma amabilidad.
– Cuando ya este una dentro. Eso es un consuelo.
– Eso es un hombre capaz de doblegarse ante sus propios fines -dijo la senorita De Vine, despreciando los comentarios superficiales-. Compadezco a quien choque con sus principios, sean los que sean, y si es que los tiene.
Se aparto de las otras dos mujeres y entro en la sala del profesorado con expresion sombria.
– Es curioso -dijo Harriet-. Acaba de decir sobre Peter Wimsey exactamente lo mismo que siempre he pensado yo de ella.
– Quiza haya encontrado un alma gemela.
– O un adversario digno de… No deberia hablar asi.
Alli las alcanzaron Peter y su acompanante, y la decana entro con Harriet y la senorita Shaw. Wimsey le dirigio a Harriet una sonrisa rara, como interrogante.
– ?Que te pasa?
– Peter, me siento como Judas.
– Siempre un Judas forma parte del trabajo, que no es muy adecuado para un caballero. ?Nos lavamos las manos como Pilatos y somos absolutamente respetables?
Harriet le deslizo una mano bajo el brazo.
– No, ahora ya nos hemos metido en ello. Nos rebajaremos juntos.
– Estaria bien. Como los amantes en esa pelicula de Stroheim, nos sentaremos en la cloaca.
Harriet notaba los musculos y los huesos de Peter, tranquilizadoramente humanos bajo la fina tela. Penso: El y yo pertenecemos al mismo mundo, y todas estas personas son las extranas. Y a continuacion: ?Que demonios! Esta pelea entre las dos… ?por que se tiene que meter nadie? Pero eso era absurdo.
– ?Que quieres que haga, Peter?
– Que me lances la pelota si se sale del circulo, pero no de una forma evidente. Solo tienes que emplear tu devastadora habilidad para no irte por las ramas y decir la verdad.
– Parece facil.
– Y lo es… para ti. Por eso te quiero. ?No lo sabias? Bueno, ahora no podemos ponernos a discutir por eso; pensaria que estamos tramando algo.
Harriet le solto el brazo y entro en la habitacion delante de el, avergonzada y, en consecuencia, desafiante. El cafe ya estaba en la mesa, y los miembros del claustro a su alrededor, sirviendose. Harriet vio que la senorita Barton iba a abalanzarse sobre Peter, ofreciendole cortesmente un refrigerio con los labios per con un destello de resolucion en los ojos. A Harriet no le importaba de momento que le ocurriera a Peter. Ya le habia dado un nuevo problema para entretenerse, y se retiro a un rincon con una taza de cafe, un cigarrillo y el problema. Muchas veces habia pensado, con cierta imparcialidad, que seria lo que Peter valoraba de ella y lo que al parecer habia valorado desde el primer dia, cuando estaba en el banquillo de los acusados y tuvo que defender su vida. Ahora que lo sabia, penso que rara vez se podrian haber aducido como escusa para amar dos cualidades mas antipaticas.
– Pero ?de verdad se siente comodo haciendo eso, lord Peter?
– No… No se lo recomendaria a nadie como actividad comoda, pero ?tiene gran importancia su comodidad, la mia o la de nadie?
Probablemente la senorita Barton se lo tomo como una frivolidad, pero Harriet reconocio aquella voz que habia dicho implacable: «?Que importa si hace dano…?». Que lo resuelvan ellos… Antipaticas, pero si Peter hablaba en serio, explicaba muchas cosas. Eran unas cualidades que podian reconocerse bajo las condiciones mas sordidas… «Imparcialidad… Si encuentra a alguien que la aprecie por eso, ese carino sera sincero.» Era lo que habia dicho la senorita De Vine, que no estaba muy lejos, con los ojos tras los gruesos cristales de las gafas clavados en Peter, con una mirada extrana, calculadora.
Las conversaciones en grupo empezaban a decaer, y la gente a guardar silencio mientras se sentaba. Las voces de la senorita Allison y de la senorita Stevens se elevaron hasta dominar todo lo demas. Hablaban sobre un asunto del college, con vehemencia, airadamente. Apelaron a la opinion de la senorita Burrows. La senorita Shaw se dirigio a la senorita Chilperic para hacer un comentario sobre «el bano de las solteronas»; la senorita Chilperic empezo a dar una respuesta minuciosa, demasiado minuciosa y larga, de modo que llamo la atencion de todo el mundo, vacilo, empezo a sentirse confusa y se callo. Con expresion preocupada, la senorita Lydgate escuchaba una anecdota que le contaba la senora Goodwin sobre su hijo, y en medio de todo, la senorita Hillyard, que estaba lo suficientemente cerca para oirlo, se levanto de forma harto significativa, fue a apagar su cigarrillo en un cenicero que le quedaba bastante lejos y se traslado lentamente, como con desgana, hasta un asiento bajo la ventana junto al que seguia de pie la senorita Barton. Harriet vio su mirada irritada, ardiente, clavada en la cabeza inclinada de Peter, despues que la volvia hacia el patio bruscamente y a continuacion la clavaba de nuevo en Peter. La senorita Edwards, que estaba sentada en una silla baja enfrente de Harriet, con las manos apoyadas en las rodillas e inclinada hacia delante, con una actitud un tanto hombruna, daba la impresion de estar a la espera de algo. La senorita Pyke, de pie, encendiendo un cigarrillo, con expresion de interes, parecia acechar una oportunidad para que Peter le hiciera caso, pero mucho mas tranquila que las demas. La decana, acurrucada en una butaca, escuchaba de buen grado lo que decian Peter y la senorita Barton. En realidad todo el mundo estaba pendiente de lo que hablaban, y al mismo tiempo la mayoria intentaba fingir que Wimsey era un invitado mas, que no era un enemigo, un espia. Intentaban evitar que fuera el centro de atencion, puesto que ya era el centro de la reflexion.
Sentada en una butaca junto a la chimenea, la rectora no prestaba ayuda a nadie. Los esfuerzos por reanimar las conversaciones fueron debilitandose, uno tras otro, dejando la unica voz de tenor flotando en el aire, como un instrumento que ejecuta un solo cuando la orquesta guarda silencio:
– La ejecucion del culpable resulta desagradable, pero no tan angustiosa como el sacrificio de los inocentes. Si vienes a por mi, ?no me permitirias que te diera un arma mas util?
Wimsey miro a su alrededor, y al darse cuenta de que, salvo la senorita Pyke, Harriet y el, todo el mundo guardaba silencio, hizo una pausa a modo de interrogacion que parecia cortesia, pero que Harriet clasifico mentalmente como «buena representacion teatral».
La senorita Pyke se dirigio delante de el hacia un sofa grande junto al asiento de la senorita Hillyard y mientras se acomodaba en un rincon dijo:
– ?Se refiere usted a las victimas del asesino?
– No repuso Peter-. Me refiero a mis victimas. -Se sento entre la senorita Pyke y la senorita Barton y anadio cordialmente-: Veran; descubri por casualidad que una joven habia matado a una mujer mayor por su dinero. No es que importara mucho, porque la anciana se estaba muriendo y la chica, aunque no lo sabia, habria heredado ese dinero. En cuanto empece a meterme en el asunto, la chica se puso otra vez a la tarea, mato a dos personas inocentes para cubrirse las espaldas y agredio a otras tres con intenciones homicidas. Al final se suicido. Si yo la hubiera dejado en paz, en lugar de cuatro muertes, podria haber habido solo una.
– ?Valgame Dios! -exclamo la senorita Pyke-. ?Pero esa mujer habria quedado libre!
– Si, claro. No era una mujer buena y ejercia mala influencia sobre ciertas personas, pero ?quien mato a los otros dos inocentes? ?Ella o la sociedad?
– Fueron asesinados por el miedo que la muchacha tenia a la pena de muerte -tercio la senorita Barton-. Si esa pobre desgraciada hubiera recibido tratamiento medico, ella y los demas seguirian vivos.
– He dicho que era una buena arma, pero no es tan sencillo. Si no hubiera matado a los demas, probablemente nunca la habriamos pillado, y si estuviera siguiendo tratamiento medico, viviria divinamente y encima pervirtiendo a otros, si es que le parece que eso tiene alguna importancia.
– Me parece que esta sugiriendo que esas victimas inocentes murieron por el pueblo, que fueron sacrificadas en aras de un principio social -dijo la rectora, mientras la senorita Barton lo debatia en su fuero interno.
– O al menos de los principios sociales de usted -dijo la senorita Barton.
– Gracias. Pensaba que iba a decir de mi desmedida curiosidad.
– Podria haberlo dicho perfectamente -dijo la senorita Barton sin ambages-. Pero como usted reivindica unos principios, a eso nos atendremos.
– ?Quienes eran las otras tres personas a las que agredio? -pregunto Harriet, que no tenia ningunas ganas de dejar que la senorita Barton se saliera con la suya tan facilmente.