– Pues yo veo varias razones por las que deberian hacerlo -resoplo la profesora Nelsen; con las manos en las caderas, como en la estatua de la Pelirroja Madona Escorpio Irascible-. Entre otras, su bienestar y su supervivencia. Supongo que no creereis de veras que vais a poder meter a esta bandada de grullas chilladoras salvajes en un edificio disparatado…
– No tan disparatado, amiga -dijo Debbie, que habia dejado de serrar postes para enjugar su sudorosa frente con una tela de oraciones de Katmandu-. No es ningun disparate. Se trata de un edificio
La profesora Nelsen y el guarda volvieron rapidamente a Mottburg a informar. Se celebro una conferencia, en mitad de la cual se hicieron llamadas telefonicas a Washington. A media tarde, un juez federal (sentado a una mesa cuadrada en una habitacion cuadrada) emitio una orden. Al atardecer, habia sido entregada en el Rosa de Goma.
La orden judicial exigia que las vaqueras dejasen de construir la cupula. Las obligaba a retirar su equipo y a retirarse ellas del lago. A quitar guardianas y barricadas de las puertas y a permitir que el rancho fuese ocupado sin restricciones por personal del gobierno, que tomaria las medidas necesarias para restaurar unas condiciones normales entre la poblacion de grullas chilladoras de Norteamerica. Las vaqueras tenian un plazo de cuarenta y ocho horas para cumplir la orden.
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EL PEDICULO TUBULAR (la solapa cilindrica de piel abdominal bajo la cual el dedo indice policerizado de Sissy yacio tres semanas injertado), fue cortado por un extremo, y ?ta-ta-ta-ta-ta-dum!… ?Ha nacido un pulgar!
Aparecio, si, un pulgar, pero ?que clase de pulgar? Encorvado y rojo (un pulgar para saludar flamencos, no grullas chilladoras), torpe y rigido, tan flacucho como grueso habia sido su predecesor. Sissy ejercitaba este latigo petrificado de regaliz de fresa, intentando ensenarle algunos ejercicios simples de pulgar, cuando la NBC dio la noticia de la orden judicial del Rosa de Goma.
Sissy se levanto, con el pequeno pulgar escarlata colgando rigido a su lado.
– ?Cuanto cree que podria tardar en llegar a las colinas de Dakota? -pregunto.
El doctor Dreyfus alzo los ojos del cuaderno en el que hacia bocetos de pulgares a la manera de Seurat, sonando, quiza, con el primer dedo puntillista viviente.
– ?Quieres decir en autoestop? Bueno, no podrias conseguirlo en cuarenta y ocho horas.
– Ja ja jo]q! y ji ji -dijo* Sissy, resultaba dificil discutir esto.
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ALGUNAS PERSONAS NO se habrian quedado mas estupefactas si los arqueologos hubiesen desenterrado un dinosauro luciendo un collar de pulgas. Algunos conductores pensaron que el renacuajo que conquisto Atlantis se habia escapado de una pantalla de cine de barrio y se abria camino hacia el mar. Otros lo reconocieron como un pulgar, quizas el pulgar sumo, y lo aceptaron con el mismo fatalismo desconcertado con que aceptaban los tornados y aceptaban al gobierno, con el mismo fatalismo que aceptaban muchas otras cosas.
Aqui viene, alla va, ejerciendo una fuerza a la que pocos podian resistirse, jugando con los veloces automoviles lo mismo que los gatos pre-Friskies habian jugado con los ratones. El daba nueva vida a viejos cacharros y hacia resollar como cafeteras a los ultimos modelos. Un balanceo suyo y las radios atronaban automaticamente, los faros brillaban como sorprendidos. Podia alcanzar mas de cuatro canales de abundante trafico y arrastrar a su lado el vehiculo elegido. Podia hacer incluso que coches que hubiesen pasado ante el hiciesen subitamente un ilegal giro en U y retrocediesen tres kilometros para obedecer sus deseos. Era el pulgar izquierdo de Sissy, que recibia al fin su gran oportunidad, despues de mas de una decada de aprender del derecho… y se hincho un bulto en la garganta de la Creacion solo por verle hacer su tarea. En fin, puede que exagere pero, sinceramente, ?ha habido alguien tan perfecto en algo como Sissy Hankshaw Hitche haciendo autoestop?
Habia maniobras favoritas que repetir y disfrutar y unas cuantas tacticas nuevas que Sissy queria poner en practica: concebia con sus ojos mentales pautas que le gustaria haber tejido sobre el continente. Ay, se habia fijado un plazo: las colinas de Dakota en treinta horas. En consecuencia, aunque se arriesgase y experimentase mas de lo razonable en un viaje rapido, se detuvo solo una vez en realidad… en una cabina telefonica, al oeste de Pennsylvania.
Su intencion habia sido llamar a Julian. Pensaba explicarle su necesidad imperiosa de correr al Rosa de Goma, el inexplicable anhelo que sentia de unirse a las vaqueras en aquel momento critico y que tenia que ver al Chink de nuevo para descubrir por que los relojes seguian latiendo tan sonoramente en su sangre. Prometeria a Julian que cuando hubiese hecho lo que debia hacer en Dakota, volveria rapidamente y posaria su nuevo pulgar normalizado sobre su zumbador. Despues de todo, Julian la necesitaba. Pero cuando estaba a punto de hacer la llamada, penso: «Si, Julian me necesita. Pero tambien yo me necesito, y el mundo necesita mi necesidad de mi mucho mas de lo que necesita la necesidad que Julian tiene de mi.»
Llamo al doctor Robbins.
El doctor Robbins no contesto. Tampoco su bigote. Ambos estaban al otro lado de la ciudad, en el piso de La Condesa. Cuando Robbins leyo en uno de los reportajes del
Recordando a su paciente la Ley de Murphy, que dice que si alguna cosa puede ir mal, ira, el psiquiatra sin licencia le expuso entonces la Ley de Robbins, que establece que todo lo que va mal podemos utilizarlo en nuestro beneficio siempre qua vaya lo bastante mal.
La Condesa se rio algo mas y aumento su ventaja. El telefono que sonaba estaba muy lejos de alli,
Sissy colgo y siguio viajando.