de amigos. A la vista de una simple tela de arana o de un poco de polvo sobre un mueble, la pequena empezaba a chillar y apuntaba con un dedo acusador, diciendo que ahi habia mugre; denunciaba la suciedad con tanto asco e intenso rechazo que los perplejos anfitriones se convencian deprisa de que vivian en una inmunda pocilga y, curados de espanto por una experiencia tan traumatica, se dedicaban a monumentales operaciones de limpieza antes de volver a invitar a la familia Noronha.
Margarida fue a acostarse despues de la cena. El padre le lavo los dientes, la madre le puso el pijama, el padre preparo las cosas del dia siguiente y la madre le conto una historia antes de dormir; esa noche le tocaba el gato con botas. Cuando la nina se durmio, la pareja se sento en el sofa de la sala para recuperarse del cansancio del dia.
– Cuanto falta para el sabado -comento Constanza, con la mirada perdida en el techo-. Estoy molida.
La sala era pequena, pero decorada con buen gusto. Cuadros abstractos muy coloridos, pintados por Constanza en sus tiempos de facultad, embellecian las paredes. Los sofas, adornados con motivos de rosas sobre fundas de color blanco sucio, hacian juego con las cortinas y la alfombra; pero lo que daba mas alegria a la sala eran varios jarrones colocados en los muebles de haya clara, exuberantes con sus flores de un rojo vivo que asomaban entre gruesas hojas verdes.
– ?Que flores son estas?
– Camelias.
Tomas se inclino sobre los petalos lujuriosos, intentando captar su fragancia perfumada; aspiro, pero no sintio su aroma.
– No huelen a nada -se quejo, intrigado.
– Claro que no, tontorron -sonrio Constanza-: son camelias, no tienen perfume.
– Ah -asintio el comprendiendo, se sento al lado de su mujer y le dio la mano-. Cuentame la historia de las camelias.
Constanza era una apasionada por las flores. De un modo extrano, esa fue una de las cosas que mas los acercaron cuando se conocieron en su epoca de estudiantes. Tomas adoraba los enigmas y los acertijos, vivia descifrando codigos y cifras, se interesaba por simbolos y mensajes ocultos; durante su juventud no dejaba de comprar el
– Las camelias vinieron de China, donde eran muy apreciadas -explico la mujer-. Entraron en nuestra cultura gracias a Alexandre Dumas hijo, que escribio
– Ay, mujer, yo soy historiador.
– Bien, ocurre que mademoiselle Du Plessis usaba todos los dias un
– Oooh -exclamo el, fingiendose contrariado.
– Verdi se inspiro en la novela de Dumas y escribio
– Pobrecita -comento Tomas con una sonrisa burlona-. Pobre mujer -anadio contemplando las flores que su mujer habia colocado en la sala-. Debo entonces deducir que, si has comprado camelias rojas, significa que hoy no hay nada para nadie.
– Deduces bien -asintio Constanza con un suspiro-. Estoy agotadisima.
Tomas la observo con atencion. Su mujer mantenia la expresion melancolica que lo sedujera cuando se conocieron en la Facultad de Bellas Artes. En aquella epoca, el estudiaba historia en la Universidad Nova de Lisboa y sus destinos se cruzaron a causa de una conversacion entre muchachos, cuando Tomas ovo hablar por primera vez de la belleza de las chicas que cursaban Bellas Artes. «Unas verdaderas obras maestras», bromeo Augusto en el patio de la Nova, despues del almuerzo, a primeras horas de una tarde calurosa de primavera, muy satisfecho por el juego de palabras. «Solo te puedo decir que sus padres fueron unos artistas. Un dia vienes conmigo y ya veras: son unas tias estupendas.»Como es de suponer, acabaron yendo. Arrastrado por sus companeros, Tomas se presento un dia en el bar de Bellas Artes para almorzar y pudo confirmar el rumor que circulaba en la universidad; no habia facultad en Lisboa donde se cultivase tanto la belleza como en Bellas Artes. Intentaron entablar conversacion con las chicas en la cola del bar, unas rubias vaporosas y bien arregladas, pero ellas los ignoraron altivamente. Despues de pasar por la caja, deambularon por el comedor bandeja en mano, casi perdidos, en busca del mejor sitio para sentarse; eligieron una mesa junto a la ventana, parcialmente ocupada por tres chicas, una de ellas una morena escultural: «La naturaleza es generosa», observo Augusto con un guino de ojos, acercandose con sus companeros a la beldad.
La morena se intereso por los ojos verdes de Tomas, pero el muchacho prefirio dedicar su atencion a una de sus amigas, una muchacha de piel blanca como la leche, salpicada de pecas en la nariz y con unos ojos castanos medio perdidos, tal vez sonadores. No fue la sensualidad lo que le llamo la atencion, sino la dulzura; ella no era un caramelo, no era un pastelillo ni un bote de miel; era un bombon, uno de aquellos cremosos que bailan en los ojos y resecan la boca. Sus gestos suaves, languidos, transmitian una naturaleza que, a primera vista, parecia blanda, nostalgica, suave, aunque eso, como llego a descubrir con el tiempo, no pasaba de una mera ilusion: bajo aquella apariencia tierna se escondia un volcan, tras aquella gata mansa se agitaba una leona implacable. No salio de alli sin sonsacarle su numero de telefono. Dos semanas mas tarde, y despues de regalarle sus primeras madreselvas, informado de antemano que significaban promesa de amor devoto y fiel, Tomas beso a Constanza en la estacion de Oeiras y se fueron a pasear cogidos de la mano por el vasto arenal de la playa de Carcavelos.
La memoria del pasado se transformo en el rostro inmovil de Margarida, como si Tomas hubiese viajado en el tiempo y volado hasta el presente; la fotografia de su hija le sonreia sobre el mueble, al lado de un manojo de camelias.
– Oye, ?no era ahora, a primeros de ano, cuando la nina tenia que volver a la consulta?
– Si -confirmo Constanza-. Tenemos que llevarla la semana que viene a ver al doctor Oliveira. Voy manana a Santa Marta a buscar los analisis porque el medico querra estudiarlos.
– Las visitas al medico me agobian -se desahogo Tomas.
– Y la agobian a ella -replico la mujer-. No te olvides que de un momento a otro la tendran que operar…
– No me hables de eso.
– Por favor, Tomas, te guste o no te guste, tienes que apoyarme en esto.
– Vale, vale.
– Es que ya estoy harta de llevar esta carga practicamente sola. La nina necesita apoyo y no doy abasto con todo el trabajo. Tienes que ayudarme mas, al fin y al cabo eres su padre.
Tomas se sentia rodeado. Los problemas de Margarida sobrecargaban a su mujer, y el, por mas que se