– Sobre las seis y media. Oliver me ha ayudado a cargar las cosas en el coche. Los palos de golf.

Grace se quedo pensando un momento.

– ?Hay alguien que pueda confirmar donde estuvo entre las siete de la tarde de ayer y las seis y media de esta manana?

Los ojos de Bishop volvieron a desplazarse rapidamente hacia la izquierda, hacia el modo de la memoria, lo que indicaba que estaba diciendo la verdad.

– Cene con mi asesor financiero en un restaurante de Piccadilly.

– ?Y su conserje le vio salir y volver?

– No. Normalmente no esta despues de las siete… Hasta la manana.

– ?A que hora acabo la cena?

– Sobre las diez y media. ?Que es esto? ?Una caza de brujas?

– No, senor. Lo siento si parezco un poco pedante, pero si podemos eliminarle como sospechoso nos ayudara a centrar nuestras pesquisas. ?Le importaria decirme que ocurrio despues de cenar?

– Me fui a mi piso y cai rendido.

Grace asintio.

Bishop fruncio el ceno, mirandole fijamente, luego a Branson y a Nick Nicholl.

– ?Que? ?Cree que conduje hasta Brighton de noche?

– Parece un poco improbable, senor -le tranquilizo Grace-. ?Puede darnos los numeros de telefono de su conserje y su asesor financiero? ?Y el nombre del restaurante?

Bishop los complacio. Branson anoto los datos.

– ?Podria darme tambien su numero de movil, senor? Y tambien necesitamos fotografias recientes de su esposa -le pidio Grace.

– Si, por supuesto.

Entonces, Grace dijo:

– ?Le importaria contestar a una pregunta muy personal, senor Bishop? No esta obligado, pero nos ayudaria.

El hombre se encogio de hombros con impotencia.

– ?Usted y su mujer realizaban alguna practica sexual poco comun?

Bishop se levanto con brusquedad.

– ?Que demonios es esto? ?Acaban de asesinar a mi mujer! Quiero saber que ha pasado, detective…, inspector como sea que se llame usted.

– Comisario Grace.

– ?Por que no puede contestarme a una pregunta sencilla, comisario Grace? ?Es mucho pedir que me contesten a una pregunta sencilla? ?Lo es? -cada vez mas histerico, Bishop prosiguio, elevando la voz-: Me han dicho que mi mujer ha muerto… ?Me estan diciendo ahora que la mate yo? ?Es eso lo que intentan decirme?

Los ojos del hombre se movian nerviosos. Grace tendria que tranquilizarlo. Lo miro. Miro sus pantalones ridiculos y los zapatos, que le recordaron a los botines que llevaban los gansteres de los anos treinta. El dolor afectaba a todo el mundo de manera distinta. Tenia experiencia suficiente en el tema, tanto por su profesion como por su vida privada.

El hecho de que ese hombre viviera en una casa vulgar y condujera un coche ostentoso no lo convertia en un asesino. Ni siquiera lo convertia en un ciudadano menos honorable. Tenia que deshacerse de sus prejuicios. Era perfectamente posible que un hombre que vivia en una casa valorada en mas de un par de millones de libras fuera un ser humano honrado y respetuoso con la ley. Que tuviera un armario lleno de juguetes sexuales en su dormitorio y un libro sobre fantasias eroticas en el despacho no significaba necesariamente que le hubiera puesto una mascara antigas en la cara a su mujer y luego la hubiera estrangulado.

Pero tampoco significaba que no lo hubiera hecho.

– Me temo que estas preguntas son necesarias, senor. No se las formulariamos si no lo fueran. Comprendo que todo esto sea muy dificil para usted y que quiera saber que ha ocurrido. Le aseguro que se lo contaremos todo a su debido tiempo. De momento, tenga paciencia, por favor. Le aseguro que entiendo como debe de sentirse.

– ?Ah, si? ?En serio, comisario? ?Tiene idea de lo que es que le digan que su mujer ha muerto?

Grace estuvo a punto de responder: «Si, en realidad, si», pero mantuvo la calma. Anoto mentalmente que Bishop no habia exigido ver a un abogado, lo que a menudo era un buen indicador de culpabilidad. Y, sin embargo, habia algo que no cuadraba. Pero no sabia decir que.

Salio de la sala, regreso a su despacho y llamo a Linda Buckley, una de las dos agentes de Relaciones Familiares designadas para ocuparse de Bishop. Era una policia muy competente con quien habia trabajado varias veces en el pasado.

– Quiero que no pierdas de vista a Bishop. Informame de cualquier conducta extrana. Si es necesario, le pondre un equipo de vigilancia.

Esas fueron sus instrucciones.

Capitulo 13

Clyde Weevels, alto y guapo, con el pelo negro de punta y una lengua con la que rara vez dejaba de lamerse los labios, estaba detras del mostrador, inspeccionando sus dominios, vacios en estos momentos. Su pequeno emporio de venta al por menor en Broadwick Street, a poca distancia de Wardour Street, llevaba la misma leyenda anonima que una docena de lugares mas como el suyo que salpicaban las calles laterales -y no tan laterales- del Soho: «Tienda privada».

En el interior, monotonamente iluminado, habia estanterias con consoladores, aceites y gelatinas lubricantes, preservativos de sabores, equipos de bondage, munecas hinchables, correas, tangas, latigos, esposas, estantes de revistas porno, DVD de porno blando y porno duro y material aun mas duro en el cuarto de atras para clientes a quienes conocia bien. Aqui podian encontrar de todo para pasar una gran noche tanto heteros como homosexuales, bis y los tipicos desgraciados solitarios, categoria esta ultima a la que pertenecia el, aunque no se lo reconoceria jamas ni a si mismo ni a nadie, ni de cona. Solo estaba esperando a que surgiera la relacion adecuada.

Salvo que no iba a surgir en este lugar.

Ella estaba ahi fuera en alguna parte, en una de esas columnas de corazones solitarios, en una de esas paginas web. Esperandole. Suspirando por el. Suspirando por un tipo alto, delgado, buen bailarin y tambien un luchador de kickboxing fantastico, una actividad que estaba practicando ahora, detras del mostrador, detras de la hilera de monitores de camaras de seguridad que conformaban la ventana abierta a su tienda y al mundo exterior. Patada circular. Patada frontal. Patada lateral.

Y tenia una polla de veinticinco centimetros.

Y podia conseguirte lo que quisieras. De todo -en serio, de todo-, ?Que clase de porno querias? ?Juguetes? ?Drogas? Hecho.

La camara cuatro era la que mas le gustaba mirar. Mostraba la calle, tras la puerta. Le gustaba observar el modo que tenian los clientes de entrar en la tienda, en especial los hombres trajeados. Pasaban por delante con relativa tranquilidad, como si fueran de camino a otra parte, luego daban media vuelta y entraban corriendo por la puerta, como si los atrajera un iman invisible que alguien acababa de conectar.

Como el imbecil con traje de rayas diplomaticas y corbata rosa que entraba ahora. Todos le lanzaban una mirada que decia «en realidad yo no soy asi», seguida de una especie de media sonrisa estupida propia de quienes habian sufrido una apoplejia. Luego se ponian a tocar un consolador o un par de braguitas de encaje o unas esposas, como si el sexo aun no se hubiera inventado.

Ahora entraba otro hombre. La hora del almuerzo. Si. Era un poco distinto. Un tipo con un chandal con capucha y gafas oscuras. Clyde levanto los ojos del monitor y le observo mientras cruzaba la puerta. Los de su calana eran los tipicos ladrones, que utilizaban la capucha para ocultar su rostro a las camaras. Este se comportaba de manera muy extrana. Acababa de pararse en seco y miro fuera por el cristal opaco de la puerta unos momentos, chupandose la mano.

Вы читаете Casi Muerto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату