?Que residia en los espacios vacios de su construccion mental de Durban que Monk no supiera? ?Acaso el irrefrenable impulso de capturar a Jericho Phillips iba a obligarle a entrometerse en areas de la vida de Durban que este habia preferido guardarse para si, quiza porque en ellas hubiese sufrimientos, fracasos, viejas heridas que necesitaba olvidar?
– Recuerdo su voz -dijo Monk en voz alta, mirando a Hester a los ojos-. Su cara, su manera de andar, lo que le hacia reir, lo que le gustaba comer. Le encantaba ver el amanecer en el rio y observar como salian los primeros transbordadores. Solia pasear a solas contemplando el juego de luces y sombras en el agua, la bruma evaporandose como una gasa de seda. Le gustaba ver el bosque de mastiles cuando teniamos muchos buques aparejados con velas cuadras en el Pool. Le gustaban los sonidos y olores de los muelles, sobre todo cuando descargaban los barcos especieros. Le gustaba oir a las gaviotas y a los hombres que hablaban todas las lenguas extranjeras posibles, como si toda la tierra, con su riqueza y variedad, hubiese venido a Londres. Nunca lo dijo, pero creo que estaba orgulloso de ser londinense. -Se callo, embargado por una emocion demasiado fuerte. Luego inspiro profundamente-. Yo no queria hablar de mi pasado y me traia sin cuidado el suyo. Para cualquiera de nosotros, lo que importa es quien eres hoy.
Hester sonrio, aparto la vista un momento y volvio a mirarlo.
– Durban era una persona real, William -dijo con dulzura-. Buena y mala, sensata y estupida. Seleccionar los aspectos que te gustan no significa que realmente te gustara. No es amistad, es consuelo. Tu eres mejor que todo eso, tanto si el lo era como si no. ?Acaso tus suenos, o el recuerdo de Durban, valen mas que la vida de otros ninos como Fig? -Se mordio el labio-. ?O Scuff? -Monk hizo una mueca. Habia olvidado lo sincera que podia llegar a ser Hester, aunque tuviera que mostrarse severa-. Me consta que es indiscreto escudrinar la vida de una persona -dijo Hester-. Incluso indecente tratandose de un muerto que no puede defenderse o explicarse, o siquiera arrepentirse. La alternativa es dejarlo correr, y ?no es eso peor?
Era una dura eleccion, pero si Durban habia sido descuidado, o incluso deshonesto, habia que enfrentarse a ello.
– Si -reconocio Monk-. Pasame los papeles. Los ordenaremos entre los que entendemos, los que no y los que dudo que lleguemos a entender alguna vez. Pillare al cabron de Phillips, por mas largo o penoso que sea el camino. He cometido un error y voy a enmendarlo.
– Lo cometimos -le corrigio Hester, torciendo el gesto-. Deje que Oliver me presentara como una sentimental que al no tener hijos emite juicios histericos y carentes de criterio.
Monk advirtio el sufrimiento de su semblante por haberse visto ridiculizada, y eso no se lo perdonaria a Rathbone hasta que hubiese pagado el ultimo centimo, y quiza ni siquiera entonces. Aquello era otra cosa que Hester habia perdido, su autentica y valiosa amistad con Rathbone. Igual que Monk, Hester no tenia un circulo de familiares proximos que la amaran. Habia perdido un hermano en Crimea, su padre se suicido y su madre, destrozada, no le sobrevivio mucho tiempo. Su unico hermano vivo era un hombre envarado y distante, no un amigo. Algun dia, cuando tuviera tiempo, Monk tendria que ir a visitar a su hermana, a quien apenas recordaba. Dudaba que hubiesen estado muy unidos alguna vez, ni siquiera antes de perder la memoria, probablemente por culpa de el.
Solto los papeles y acaricio a Hester con ternura, luego la atrajo hacia si y la beso, antes de estrecharla entre sus brazos.
– Mejor manana -susurro-. Dejemoslo…, por ahora.
Monk se levanto temprano y fue a comprar los periodicos. Se planteo la posibilidad de no llevarlos a casa para que Hester no viera lo mal que hablaban del juicio, pero enseguida descarto la idea. Su esposa no necesitaba que el la protegiera y, probablemente, tampoco lo queria. No lo interpretaria como una muestra de carino sino como una exclusion. Y despues de la sinceridad y la pasion de la vispera, merecia algo mejor de su parte. Penso, con una sonrisa, que tal vez estuviera comenzando a entender a las mujeres o, por lo menos, a una mujer.
No habia ningun otro motivo para sonreir. Cuando se sento frente a ella para desayunar, con los periodicos abiertos sobre la mesa, quedo bien patente lo desagradable de la situacion. Durban aparecia como un incompetente, un hombre cuya muerte le ahorraba la indignidad de ser cesado en el cargo por haber llevado a cabo una venganza personal contra un criminal especialmente repugnante, en el mejor de los casos, o, en el peor, por haber hecho gala de una etica profesional muy dudosa.
El propio Monk no salia mucho mejor parado, pues lo pintaban como un amateur designado para mandar sobre hombres con mas experiencia. No sabia que suelo pisaba, el puesto le venia grande. Se habia esforzado demasiado en saldar una deuda que creia tener con un amigo a quien en realidad apenas conocia, y su falta de criterio resultaba abrumadora.
A primera vista, la prensa parecia mas benevolente con Hester. La retrataba como una mujer demasiado emotiva, llevada por la lealtad a su marido y por un insensato apego por una clase de nino al que se habia aferrado su frustrado instinto maternal, con el que se habia volcado de un modo poco apropiado. Ahora bien, ?que cabia esperar de una mujer a quien una descaminada devocion por las causas caritativas le habia negado su papel natural en la sociedad, y cuyo talante beligerante la habia hecho poco atractiva para los hombres decentes de su misma condicion social? Deberia servir de leccion a todas las jovencitas de buena cuna para que no se apartaran de las sendas que la naturaleza y la sociedad habian establecido para ellas. Solo asi podrian esperar sentirse realizadas con su vida. El articulo en cuestion traslucia condescendencia.
Mientras lo leia, Hester solto ciertas palabrotas a proposito del autor y sus ascendientes, que habia aprendido en sus epocas de enfermera militar. Tras unos minutos miro nerviosa a Monk y se disculpo, preocupada por si lo habia impresionado.
El le sonrio, quiza con un aire un tanto sombrio, porque los comentarios vertidos acerca de su esposa le habian escocido tal vez incluso mas que a ella.
– Tendras que explicarme que significan -respondio-. Me parece que yo tambien podria servirme de algunas de esas expresiones.
Hester se puso muy roja y aparto la vista, pero la tension de su cuerpo cedio y dejo de retorcerse las manos en el regazo.
En realidad, lo peor que publicaban los diarios era una unica frase, anadida casi como una idea de ultimo momento, insinuando que la Policia Fluvial ya no tenia razon de ser. Tal vez habia llegado el momento de que renunciara a seguir siendo un cuerpo autonomo y que simplemente pasara a estar bajo el mando de las fuerzas del orden mas cercanas. Habia llevado tan mal el asunto que Jericho Phillips, si era culpable, se habia librado de la soga para siempre, al menos por el asesinato de Walter Figgis. Ahora era libre de reanudar sus chanchullos sin problemas. Se ponia en ridiculo a la ley, y aquello no era permisible, independientemente de que oficial bienintencionado pero incompetente tuviera que ser despedido.
Camino de la clinica de Portpool Lane, se afianzo en Hester la firme determinacion de demostrar que los periodistas se equivocaban respecto a ella, aunque era infinitamente mas importante demostrar que Monk llevaba razon. Ahora bien, Hester era lo bastante realista como para saber que eso no tenia por que ser forzosamente posible. No albergaba la menor duda de que Phillips fuese capaz de asesinar, o incluso de que hubiera cometido asesinato, si no el de Fig, el de otros. Pero lo cierto era que, con su indignacion y su certeza, habian sido descuidados, olvidando la precision de la ley cuando esta la usaba alguien de la talla de Oliver Rathbone.
Y eso causaba otra clase de sufrimiento, un dolor menos apremiante pero de amplio espectro que se inmiscuia en todas las facetas de la vida, ensombreciendolas. El unico modo que Hester tenia de comenzar de nuevo era haciendolo con sus propias pesquisas, lo cual implicaba la clinica. Y, por supuesto, eso tambien significaba ver a Margaret. A Hester le habia gustado Margaret desde el momento en que se conocieron, cuando Margaret se mostraba timida y herida por la reiterada humillacion a que la sometia su madre al tratar constantemente de casarla con alguien apropiado, segun su punto de vista, por descontado, no el de Margaret. Para gran verguenza de Margaret, cuando habian coincidido con Rathbone en un baile u otro, la senora Ballinger habia hecho grandes elogios de las virtudes de su hija, delante de la propia Margaret, con el mas que evidente proposito de interesar a Rathbone en un posible matrimonio.
Hester la entendio muy bien y la compadecio. Ella misma nunca olvidaria las tentativas similares de que fue objeto por parte de su familia. La habian hecho sentirse como un desecho que se debia arrojar por la borda a la primera oportunidad. Su aguda comprension de la situacion en que se encontraba Margaret habia forjado un