heredado de su madre toda la delicadeza de su rostro y su porte.

– Me encuentro en una situacion comprometida, Oliver -comenzo sin mas preambulo-. Un cliente muy antiguo me ha pedido un favor que me resisto a hacerle, pero, no obstante, considero que no puedo negarle. Para serte franco, se trata de un asunto con el que preferiria no tener nada que ver, pero no acierto a encontrar una via de escape honorable. -Encogio ligeramente un hombro-. Y, si quieres que te sea sincero, tampoco una via legal. Uno no puede seleccionar y escoger en que asuntos actuara y en cuales no. Hacerlo seria burlarse por completo del concepto de justicia, que debe ser igual para todos.

Rathbone se quedo perplejo ante semejante discurso; dejaba traslucir una falta de confianza nada propia de Ballinger. Estaba claro que algo le inquietaba.

– ?Puedo ser de ayuda, sin infringir el secreto profesional que debe a su cliente? -pregunto esperanzado. Le complaceria asistir al padre de Margaret en un asunto que al parecer revestia tanta importancia para el. Margaret se alegraria y de paso estrecharia los lazos con su familia, cuestion que por naturaleza no le resultaba facil. Era muy celoso de su intimidad. Aparte de una profunda amistad con su padre, habia encontrado pocos vinculos afectivos en su vida adulta. En algunos sentidos, nada menos que William Monk era el amigo mas autentico que tenia. Eso excluia a Hester, por supuesto, pues sus sentimientos hacia ella habian sido diferentes…, mas fuertes, mas intimos y, en cierto modo, mas penosos. Todavia no estaba del todo preparado para analizarlos con mas detenimiento.

Ballinger se relajo un poquito, al menos en apariencia, si bien seguia ocultando las manos en el regazo como si temiera que lo delataran.

– No habria que romper ninguna confidencia -dijo enseguida-. Busco tu competencia profesional para que representes una causa que me temo encontraras repelente y que tiene todas las de perder. No obstante, como es natural, cobraras lo que corresponde por tu tiempo y tus dotes, que yo se excepcionales.

Tuvo el tino de no excederse en las alabanzas.

Rathbone estaba confundido. Su profesion consistia en representar a clientes ante los tribunales; en muy raras ocasiones ejercia de fiscal para la Corona, pero, desde luego, no era lo habitual. ?Por que ponia tan nervioso a Ballinger aquel asunto? ?Por que habia ido a ver a Rathbone a su casa, y no a su bufete, como habria sido lo normal? ?Que hacia tan diferente aquella causa? Habia defendido a personas acusadas de homicidio, de piromania, de chantaje, de robo, de casi cualquier delito que a uno se le pudiera ocurrir, incluso de violacion.

– ?De que acusan a su cliente? -pregunto Rathbone. ?Cabia que fuera de algo tan polemico como de traicion? ?Contra quien? ?La reina?

Ballinger encogio un poco los hombros.

– Homicidio. Pero es un hombre impopular, no contara con las simpatias de ningun jurado. Su comparecencia sera mal recibida -se apresuro a explicar. Quizas habia visto dudas en el semblante de Rathbone. Se inclino un poco hacia delante-. Pero este no es el problema, Oliver. Me consta que has representado a toda clase de gente por cargos que no suscitaban ninguna compasion publica. Aunque deploro cuanto atane a esta causa en concreto, para mi cliente lo primordial es la justicia en si misma.

Rathbone encontro cierta ironia en tal observacion. Pocos acusados formulaban su deseo de ser defendidos en tan generales y ampulosos terminos.

Ballinger parpadeo y algo cambio en su expresion.

– No me he explicado del todo -prosiguio-. Mi cliente desea pagar tus honorarios para que defiendas a otra persona. No tiene relacion alguna con el acusado, como tampoco nada en juego que dependa del resultado, solo la cuestion de la justicia, imparcial, libre de toda ganancia o perdida personal. Teme que este acusado parezca tan vil a ojos de los jurados que sin la mejor defensa del pais sea hallado culpable y ahorcado basandose en sentimientos, no en hechos probados.

– Que altruista -observo Rathbone, si bien ya sentia en su fuero interno una subita excitacion, como si hubiese entrevisto algo hermoso, una batalla con toda la pasion y el compromiso que podia poner en ella. Pero solo fue una vision fugaz, un destello de luz que se desvanecio antes de que estuviera seguro de haberlo visto-. ?Quien es?

Ballinger sonrio; tan solo un ligero y pesaroso movimiento de los labios.

– Eso no puedo revelarlo. Quiere permanecer en el anonimato. No me ha contado por que motivo, pero debo respetar sus deseos.

Su expresion, el peculiar encorvamiento de los hombros, daba a entender que aquel era el momento decisivo, la prueba en la que temia fracasar.

Rathbone se desconcerto. ?Por que un hombre con tan noble empeno iba a querer ocultarse en el anonimato, incluso ante su abogado? Era muy comprensible que no quisiera hacer publica su identidad. La gente podria muy bien deducir que sentia simpatia por el acusado y nada tenia de extrano que quisiera ahorrarse eso.

– Si estoy obligado al secreto, lo respetare -dijo Rathbone con tacto-. Sin duda usted ya se lo habra dicho.

– Por supuesto -respondio Ballinger enseguida-. Sin embargo, es muy inflexible a ese respecto. Me ha resultado imposible hacerle cambiar de parecer. En lo que a ti atane, yo representare al acusado ante ti y actuare en su nombre. Lo unico que debes saber es que tus honorarios integros los pagara un hombre de la mayor honradez y probidad, y que ese dinero lo gana por sus propios medios, los cuales estan por encima de toda sospecha. Eso puedo jurarlo.

Permanecio inmovil, mirando con seriedad a Rathbone; de haberse tratado de un hombre menos circunspecto cabria haber pensado que lo hacia con ojos suplicantes.

A Rathbone le incomodo que su propio suegro tuviera que suplicar una ayuda profesional que en todo momento habia estado dispuesto a brindar, incluso a desconocidos y a hombres que le causaban un profundo desagrado, puesto que aquella era su vocacion. Era abogado defensor y hablaba en nombre de quienes no estaban preparados para hacerlo por si mismos y en el de quienes serian victimas de injusticia si nadie se ponia de su parte. El sistema legal era acusatorio. Las partes tenian que ser iguales en habilidad y dedicacion, pues de lo contrario todo enjuiciamiento devenia una farsa.

– Cuente conmigo para actuar en nombre de su cliente -dijo con gravedad-. Si me da los documentos necesarios y una provision de fondos, a partir de ahora cuanto digamos sera confidencial.

Por fin Ballinger se relajo del todo.

– Tu palabra basta y sobra, Oliver. Hare que por la manana recibas en tu bufete cuanto puedas necesitar. Te quedo sumamente agradecido. Contare a Margaret la excelente persona que eres aunque sin duda ya estara mas que enterada. Estoy encantado de que tuviera el buen sentido de no permitir que su madre la obligara a contraer un matrimonio de conveniencia, aunque debo admitir que entonces me tenia exasperado. -Sonrio atribulado-. Si vas a tener una mujer de caracter en casa, mas vale que sean dos, a ser posible de opiniones encontradas, asi puedes apoyar a la una o la otra y alcanzar la meta que te propones. -Suspiro y, pese al alivio, la tristeza asomo brevemente a su semblante-. No tengo palabras para decirte cuanto te aprecio, Oliver.

Rathbone se quedo sin saber que contestar; incluso estaba una pizca avergonzado. Condujo la conversacion hacia cuestiones de orden practico.

– ?A quien voy a defender? ?Ha dicho que el cargo era de homicidio?

– Si. Asi es, lamentablemente.

– ?Quien es el acusado? ?Quien fue la victima?

Se abstuvo de advertir a Ballinger que no le contara ninguna confesion, lo cual pondria en entredicho su posicion en los tribunales.

– Jericho Phillips -contesto Ballinger, casi con indiferencia.

Rathbone de pronto se dio cuenta de que Ballinger lo estaba observando con todo detenimiento, pero con los ojos entornados, como si pretendiera disimularlo.

– ?El hombre acusado de matar al nino que hallaron en el rio cerca de Greenwich? -pregunto. Habia leido algo sobre el caso y sintio un inexplicable frio en las manos.

– En efecto -respondio Ballinger-. Y lo niega. Sostiene que el nino escapo y que no sabe quien le mato.

– En tal caso, ?por que se le acusa? Tiene que haber alguna prueba. El asunto esta en manos de la Policia Fluvial, ?no es asi? Monk no es idiota.

– Por supuesto que no -dijo Ballinger con suavidad-. Se que es amigo tuyo o que al menos lo fue en el pasado. Pero incluso los buenos hombres cometen equivocaciones, sobre todo cuando son nuevos en su trabajo y tienen demasiadas ganas de tener exito.

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