Rathbone se sintio mas herido en nombre de Monk de lo que hubiera imaginado.
– Hace algun tiempo que no lo veo, he estado muy ocupado y me figuro que el tambien, pero sigo considerandole un buen amigo.
El arrepentimiento afloro al rostro de Ballinger.
– Ruego me disculpes. No era mi intencion dar a entender lo contrario. Confio en no haberte puesto en una posicion que te obligue a cuestionar el buen juicio de un hombre que cuenta con tu estima y respeto.
– ?Que aprecie a Monk nada tiene que ver con defender a alguien que el haya detenido! -dijo Rathbone acalorado, cayendo en la cuenta de lo mucho que asi podria ser si el lo permitia-. ?Acaso se imagina que mis relaciones con la policia, la fiscalia o, ya puestos, el juez, tienen algun efecto sobre mi modo de llevar una causa? ?Cualquier causa?
– No, querido amigo, por supuesto que no -dijo Ballinger con profunda conviccion-. Ese es precisamente el motivo por el que te ha elegido mi cliente y la razon por la que coincidi con su criterio. Jericho Phillips tendra el juicio mas justo que quepa tener si tu lo representas, e incluso si es hallado culpable y ahorcado, tendremos la conciencia tranquila al saber que se ha hecho justicia.
»No nos despertaremos en mitad de la noche con dudas o sentimientos de culpa pensando que tal vez lo ahorcamos porque su estilo de vida, su ocupacion o su repulsiva persona influyeron mas de lo debido a la hora de dictar sentencia. Si somos justos con sujetos como el, lo somos con todos. -Se puso de pie y le tendio la mano-. Gracias, Oliver. Margaret esta orgullosa de ti con razon. Cada vez que la veo, confirmo que es feliz, y me consta que siempre sera asi.
Rathbone no tuvo mas remedio que estrechar la mano de Ballinger, si bien todavia con una pizca de inhibicion dado que no estaba acostumbrado a semejante franqueza en cuestiones de sentimientos.
Ahora bien, una vez que Ballinger se hubo marchado, tambien el se sintio contento. Se enfrentaba a un reto soberano, y no le gustaria perder, pero lo que Ballinger le pedia era algo honorable; indirecta y peligrosamente honorable. Y presentaba el aliciente anadido de hacer que Margaret estuviera verdaderamente orgullosa de el.
Transcurrieron varios dias antes de que Rathbone fuera a la prision de Newgate para entrevistarse con Jericho Phillips. Para entonces tenia un conocimiento mas amplio sobre el crimen del que le habian acusado y tambien, para gran preocupacion suya, sobre el tipo de vida del reo.
Aun asi, todavia no estaba preparado para el profundo desagrado que sintio al conocerlo. El encuentro tuvo lugar en un pequeno cuarto de piedra sin mas mobiliario que una mesa y dos sillas. La unica ventana se abria en lo alto de la pared y dejaba entrar algo de luz, pero lo unico que por ella se veia era el cielo. El ambiente viciado olia a rancio, como si retuviera el sudor del miedo de un siglo entero y ni siquiera todo el acido fenico del mundo pudiera quitarlo.
Phillips era de estatura ligeramente superior a la media, pero la delgadez de su cuerpo y su desmanada actitud hacian que pareciera mas alto. Aun sin tener el menor atisbo de gracia, se adivinaba que poseia una fuerza tremenda, incluso en un acto tan simple como el de ponerse de pie cuando Rathbone entro y el celador cerro la puerta a su espalda.
– Buenos dias, sir Oliver -saludo cortesmente. Tenia la voz ronca, como si le doliera la garganta. No hizo ademan de darle la mano, cosa que Rathbone agradecio.
– Buenos dias, senor Phillips -contesto-. Por favor, tome asiento. Disponemos de un tiempo limitado, de modo que aprovechemoslo al maximo.
Acababa de llegar y ya se sentia ligeramente incomodo. El desasosiego era casi como el roce de un miedo fisico. Y, sin embargo, Phillips no suponia ninguna amenaza para el. Que el supiera, era el unico que estaba de su lado.
Phillips obedecio, moviendose con rigidez. Eso era lo unico que revelaba su miedo. No se le entrecortaba la voz ni le temblaban las manos.
– Si, senor -dijo obedientemente.
Rathbone lo miro. Tenia rasgos angulosos y la palida tez de quien vive la mayor parte de las horas sin ver la luz del dia, pero desde el pelo de punta hasta los ojos brillantes, las manos fuertes y los estrechos hombros huesudos, nada en el denotaba debilidad. Con el pecho hundido y las piernas ligeramente torcidas, su complexion era la propia de la pobreza y, sin embargo, habia aprendido a no mostrar la usual renquera de la deformidad.
– Su abogado me informa de que desea declararse «no culpable» -comenzo Rathbone-. Las pruebas contra usted son solidas, pero no concluyentes. Nuestra mayor dificultad sera su reputacion. Los jurados sopesaran los hechos, pero tambien se dejaran llevar por las emociones, tanto si son conscientes de ello como si no.
Observo el rostro de Phillips para determinar si le habia entendido. Percibio un instantaneo destello de inteligencia y algo que casi podria haber pasado por humor si la situacion no hubiese sido tan desesperada.
– Claro que lo haran -corroboro Phillips con un asomo de sonrisa-. El sentimiento es donde los pillaremos porque, para que lo sepa, el senor Durban no era ni de lejos el buen hombre que todos piensan que fue. Me odiaba desde hacia mucho tiempo y habia puesto todo su empeno en verme ahorcado sin importarle que lo mereciera o no. Y cuando el senor Monk lo sustituyo, no solo ocupo su puesto sino que se metio en su piel. Fueron poco cuidadosos; los dos. Y segun dice el senor Ballinger, usted es lo bastante inteligente y recto para demostrarlo, si es verdad, sin que importe que fueran sus amigos o no.
Rathbone se incomodo al constatar que Phillips, a su vez, estaba estudiando sus reacciones con tanto detenimiento como el y, probablemente, con la misma perspicacia. Hizo cuanto pudo por mantener el semblante inexpresivo y dijo:
– Entiendo. Revisare las pruebas teniendolo en cuenta, no solo para verificar su validez sino tambien el procedimiento para obtenerlas. Si hubo algun error, quiza podamos sacarle partido.
Phillips se estremecio, se esforzo por ocultarlo pero no lo logro.
El cuarto estaba frio dado que la humedad parecia no abandonarlo nunca por completo pese al calor de agosto que reinaba en el exterior.
– ?Tiene frio, senor Phillips? -pregunto Rathbone, obligandose a recordar que aquel hombre era su cliente, ademas de inocente del crimen imputado hasta que se demostrara su culpabilidad mas alla de toda duda razonable.
Algo encendio los ojos de Phillips: recuerdo, miedo.
– No -mintio. Acto seguido cambio de parecer-. Es solo esta habitacion. -La voz le cambio, volviendose mas ronca-. Esta humeda. En mi celda oigo… el goteo. -El cuerpo se le puso tenso-. Odio el goteo.
Y, no obstante, aquel hombre habia elegido vivir en el rio. Nunca debia de andar lejos del chapoteo de las olas y de los cambios de marea. Era solo alli, entre paredes que rezumaban y goteaban, donde era incapaz de controlar aquella aversion. Rathbone se sorprendio mirando a Phillips con renovado interes, casi con respeto. ?Acaso era posible que deliberadamente se obligara a enfrentarse a su fobia, a vivir con ella, a ponerse a prueba contra ella cada dia? Eso revelaria una fortaleza que pocos hombres poseian y una disciplina que la mayoria evitaria a toda costa. Tal vez habia supuesto muchas cosas sobre Jericho Phillips que no deberia haber dado por sentadas.
– Investigare que ocurre con su alojamiento -prometio-. Por el momento centremonos en lo que tenemos hasta ahora…
Cuando llego la manana del juicio, Rathbone estaba todo lo preparado que se podia estar. La excitacion de la vispera de la batalla palpitaba en su fuero interno, tensandole los musculos, haciendole un nudo en el estomago, ardiendo en sus entranas con un fuego que ninguna otra cosa podia encender. Tenia miedo al fracaso, estaba lleno de dudas sobre si el alocado plan que tenia en mente daria resultado; e incluso, en los momentos mas oscuros, sobre si deberia darlo. No obstante, las ansias de intentarlo eran compulsivas, arrolladoras. Seria un hito en los anales del derecho que consiguiera la absolucion de un hombre como Jericho Phillips porque el procedimiento fuera defectuoso, bien motivado pero esencialmente fraudulento, fundamentado en emociones, no en hechos. Esa opcion, por mas comprensible que fuera a titulo individual, al final solo conduciria a la injusticia y, por consiguiente, tarde o temprano, al ahorcamiento de un hombre inocente, lo cual constituia el supremo fracaso de la ley.