– No le dije nada porque no se nada -dijo, haciendose el ofendido-. Nunca he oido hablar de Mary Webber. Le dije que preguntaria por ahi, y lo hice, lo juro.

– ?Por que la buscaba? -pregunto Monk-. ?Que clase de mujer se suponia que era? ?Cuando fue la primera vez que pregunto por ella? Seguro que te dijo algo mas que su nombre. ?Que edad tenia? ?Que aspecto? ?Que queria de ella? ?Por que te pregunto a ti? ?Era prestamista, perista, madame, abortista, alcahueta? ?Que diantres era?

El carterista tenia los pelos de punta.

– ?Dios! ?Yo que se! Dijo que tenia unos cincuenta, o algo por el estilo, o sea que puta no era. Por lo menos, no ahora. Podria haber sido cualquiera de las otras cosas. Lo unico que me dijo fue su nombre y que tenia los ojos de color avellana y el pelo muy rizado,

– ?Por que queria dar con ella? ?Cuando te pregunto por primera vez?

– ?No lo se! -El ladron se estremecio y se separo unos pocos centimetros de Monk, encogiendose-. ?Cree que no se lo habria dicho si lo hubiese sabido?

Monk percibio un miedo que le reconcomia…, por un motivo absolutamente distinto.

– ?Cuando? -insistio-. ?Cuando fue la primera vez que te pregunto por Mary Webber? ?Que mas te pregunto?

– ?Nada! Fue hace unos dos anos, quiza menos. Era invierno. Me acuerdo porque me tuvo a la intemperie no se cuanto rato y por poco me congelo. Las manos se me pusieron azules.

– ?Llego a encontrarla?

– ?No lo se! Aqui nadie la conocia. Y conozco a todos los peristas, todas las casas de empenos y a todos los prestamistas que hay entre Wapping y Blackwall.

Monk se volvio hacia el y el otro volvio a estremecerse.

– ?Ya basta! -le espeto Monk-. ?No voy a pegarte!

Oyo la ira de su propia voz, casi descontrolada. Los nombres de Durban y Mary Webber bastaban para provocar miedo.

Pero aquel hombre no pudo o no quiso decirle mas.

Monk probo suerte con otros contactos que habia hecho a lo largo del rio durante el medio ano que llevaba en la Policia Fluvial, y nombres que habian aparecido en las notas de Durban, personas que Orme o cualquiera de los demas hombres habian mencionado.

– Buscaba al chico de Tilda la gorda -le dijo una anciana que al negar con la cabeza hizo girar el maltrecho sombrero de paja que llevaba. Se hallaban en la esquina de un callejon a unos treinta metros del muelle. Era un rincon ruidoso, polvoriento y caluroso. La anciana llevaba un cesto lleno de cordones de zapatos y daba la impresion de no haber vendido demasiados-. Desaparecio de repente. Le dije que a lo mejor habia ido a robar y lo habian pillado, pero ella tenia miedo de que hubiese caido en las garras de Phillips. Podria ser. Es tonto de remate.

– ?Que ocurrio? -pregunto Monk, armado de paciencia.

– El tontolaba se cayo al agua y lo pescaron unos gabarreros que se lo llevaron hasta Gravesend. Volvio al cabo de tres dias, sano y salvo.

Sonrio al recordarlo, como si hallara una profunda satisfaccion en ello.

– ?Pero el senor Durban busco al chico?

– Pues si, ya se lo he dicho. El fue quien lo encontro en Gravesend y lo trajo de vuelta. De lo contrario podrian haberlo embarcado y hubiese acabado sirviendo de cena para unos canibales de los Mares del Sur. Es lo que les digo a mis chicos: haced lo que os digo o se os llevaran, os herviran y os comeran.

La mera idea le dio un estremecimiento a Monk.

– Supongo que penso que Phillips podria haberse quedado con el chico -dijo la anciana, un tanto adusta. Dejo de sonreir-. Es una verdadera lastima que el senor Durban este muerto. Era el unico que quizas hubiese acabado con Phillips. No aguantaba las tonterias de nadie, desde luego, pero era un hombre justo, y nada le parecia demasiada molestia si te veia deprimida.

Scuff se irguio de repente.

Monk trago saliva.

– ?Durban?

– Pues claro -espeto la anciana, fulminandolo con la mirada-. ?De quien piensa que estaba hablando, del alcalde de Londres? Era muy duro con los canallas, pero blando como el estiercol con los pobres y los enfermos, o con las viejas como yo. No me habria tenido aqui, de pie a pleno sol, y con la boca mas seca que la cecina. Me habria dado una taza de te y hasta me habria comprado unos pares de cordones.

– ?Por que buscaba al hijo de Tilda?

Monk tenia que aprovechar el momento de amabilidad, no fuera a ser que luego se le escapara la oportunidad.

– ?Porque tenia miedo de que Phillips se lo hubiera quedado, ya se lo he dicho! -replico la anciana, enojada.

– ?Era posible?

– El lo sabia. Hizo todo lo que pudo por pillar a ese canalla, y luego se mato. Y ahora los lerdos de la Policia Fluvial no valen para nada que no sean contrabandistas, carteristas y unos cuantos escamoteadores.

Se referia a los ladrones que robaban bienes en los barcos y los bajaban a tierra escondidos en bolsillos disenados ex profeso en el interior de sus abrigos. El reproche le escocio menos de lo que Monk hubiese imaginado, y lanzo una mirada de advertencia a Scuff para que no saltara en su defensa.

– Asi pues, ?iba a capturar a Phillips? -pregunto Monk con mucha soltura. La anciana lo miro de la cabeza a los pies.

– ?Quiere un par de cordones? -le pregunto ella a su vez.

Monk saco del bolsillo una moneda de dos peniques y se la dio. Ella le dio los cordones.

– Usted no es lo bastante hombre para hacerlo -respondio la anciana-. ?Tiene que preguntarle a una vieja como yo como se hace?

Scuff ya no pudo aguantar mas.

– ?Metete en tus asuntos, vacaburra! -dijo enfurecido-. ?El senor Monk ha colgado a mas asesinos que cenas calientes hayas tomado o te hubiera gustado tomar! El senor Durban tampoco pillo a Phillips y tu no ayudas para nada. ?Donde esta su barco, eh? ?Quien entra y sale de alli? ?Quien hace quemaduras a los ninos cuando desobedecen? ?Quien los mata y por que, eh? ?Acaso sabes de que estas hablando, viejo saco de huesos?

La anciana le dio un bofeton. Monk hizo una mueca al oir la palmada. Scuff solto un alarido.

– ?Para que os voy a contar nada? -replico enfurecida la anciana-. No movereis un dedo. No correreis ningun riesgo para salvar a esos pobres diablillos; en cambio el lo hacia.

– ?Riesgos? -pregunto Monk, tragandose la esperanza y procurando hablar con firmeza. Debia impedir que la anciana se diera cuenta de que era importante. De hacerlo, jugaria con ventaja. Incluso trato de imprimir cierto escepticismo a su voz.

La anciana aun seguia enojada. Su amargo desden se veia en las profundas arrugas en torno a los ojos y la boca.

– ?Cogio a Melcher, no? -dijo con sorna, sonriendo desdentada-. Era un tipo muy listo, cuando queria. Y engatusaba a Melcher cada vez, si no vigilaba a otros ninos, y Phillips lo sabia. Pearly Boy tambien. Reilly no se fue hasta despues de la muerte de Durban. ?Pero que vais a saber? Malditos inutiles. -Escupio al suelo polvoriento-. No me haceis reir como el. Y no me dais nada de comer.

Monk se alejo con Scuff, sumido en sus pensamientos. Los insultos le traian sin cuidado, lo que queria era ordenar la informacion que le daba vueltas en la cabeza. Le constaba que Melcher era escamoteador, uno de los mas aviesos. Segun la anciana, Durban sabia algo que podia usar contra el. Pearly Boy era perista, el que traficaba con los objetos mas caros y elegantes de todo el rio, un hombre cuya reputacion de despiadado y codicioso era bien conocida y le resguardaba de los habituales peligros y rivalidades de ese comercio. Al parecer, Durban tambien lo habia manipulado. Y eso no le habria gustado nada a Phillips.

Ahora bien, ?quien era Reilly? O, mejor dicho, si la anciana estaba en lo cierto, ?quien habia sido, que le habia ocurrido?

Scuff parecia preocupado. De vez en cuando miraba fugazmente a Monk.

– ?Que pasa? -pregunto Monk finalmente mientras cruzaban el estrecho puente sobre la esclusa de Wapping,

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