asustarme de verdad.

– ?Hablad, senor! -le suplique.

Sin que reparara en ello, sus pasos habian abierto un profundo surco en la arena a mi alrededor.

– Domingo era un chiquillo sano y normal -empezo a relatar con lastima, deteniendo el paso-. Aun lo recuerdo corriendo por la calle de la latoneria. Ayudaba a su padre en todo hasta que, a los diez anos, una mula le dio una coz en la cabeza que casi le quito la vida y, desde luego, le quito todo el seso. Desde aquel desgraciado dia, Domingo ni habla ni piensa, solo babea, se ensucia encima y persigue a las mujeres desde que alcanzo la mocedad. Su cuerpo se corresponde con el de un hombre adulto pero su mente, senora, es la de un recien nacido.

Estaba tan confundida que no podia pronunciar ni una sola palabra.

– En alguno de mis viajes a Margarita he oido decir a Pedro Rodriguez -siguio contando- que no le importaria meter en el lecho de su unico hijo a una india, una negra o, incluso, a una cantonera [11], con tal de tener un nieto sano que pudiera heredar su parte del negocio. El problema es que no hay mujer ni negra, ni india, ni cantonera que quiera yacer con ese joven babeante, rijoso y sucio al que le falta un ojo y media cabeza, y lo digo en el sentido mas preciso del termino, pues la coz se la rompio en tantos pedazos que solo con algunos pudo el cirujano recomponersela. Su padre lo tiene encerrado bajo llave para que no ultraje a todas las jovenes de Margarita y porque, a veces, se pone muy violento.

El sudor me corria a chorros por el cuerpo y no era por el calor habitual de mi isla. El panico me atenazaba. ?Aquel desgraciado era mi marido? Pero, ?en que pensaba mi senor tio cuando me entrego traicioneramente a ese enfermo mas digno de lastima que del respeto debido a un esposo? Debio de creer, el muy canalla, que me valdria aquello de «Casame en hora mala, que mas vale algo que no nada».

– Lo que yo veo -termino diciendo el maestre de muy mal humor- no es sino que os adquirieron con malas artes para que engendrarais al nieto de Pedro Rodriguez. Mejor vos que una negra, una india o una cantonera.

Y empezo a soltar otra sarta de improperios e insultos contra aquellos dos compadres margaritenos que me habian hecho una desgraciada para el resto de mi vida. Con todo lo que me lamente al principio, ahora entendia por que mi buena ventura me habia hecho recalar en aquella isla. Y en ella me quedaria mil veces antes que culminar mi viaje.

– Dejadme aqui, senor -le pedi al maestre-. No me obligueis a afrontar tan aciago destino. Os suplico que guardeis el secreto de mi presencia en esta isla y que, cuando acabeis los trabajos en vuestra nave, os marcheis en paz. Sabre cuidar de mi misma como lo he venido haciendo hasta ahora.

El senor Esteban se dejo caer, abatido y enfadado, en su elegante silla de manos.

– ?Callad, senora! -me ordeno-. Dejad que piense.

– ?Puedo, mientras pensais, y dado que ya paso el mediodia, preparar algo para comer? -No se por que, pero, a pesar de los infortunios, tenia hambre.

– ?No! -grito sin moverse.

Y, sin moverme yo tampoco, alli me quede, sentada en la arena, mirando como los hombres del maestre iban dejando sus teas en la hoguera y sacando de los zurrones unos grandes cepillos de carpinteria que afilaron con piedras de amolar mientras cantaban madrigales, coplas y malaguenas con gran regocijo. Pese a sus bruscos modales y a sus malos tratos, se veia que eran gentes alegres y bienintencionadas que disfrutaban de la vida. Quiza, me dije, la buena ventura siguiera estando de mi parte, haciendome caer en manos de quien tenia la solucion a mis problemas.

– Ya se lo que haremos, senora -dijo de repente el maestre, exhalando una gran nube de humo. La Inquisicion se habia manifestado recientemente contra el tabaco pero de nada parecian servir sus invectivas frente al empeno de los devotos a esta reciente costumbre-. Guardad bien el canuto con vuestros documentos. No volvereis a ser Catalina Solis. Olvidaos de ella. Tierra Firme es una inmensa extension de costa, un lugar gigantesco en medidas pero muy parco en gentes. Por eso, aqui todos nos conocemos aunque las ciudades y los pueblos se hallan muy distanciados unos de otros. Si Catalina Solis reapareciera viva y entera, vuestro tio y vuestro senor suegro os reclamarian inmediatamente y no podriais escapar de la fatalidad que os han procurado. Vos misma habeis mencionado el hecho de que, desde Trento [12] , la Iglesia esta muy preocupada por las costumbres morales del pueblo. Por muy sandio que sea Domingo Rodriguez, a los ojos de la Iglesia es vuestro esposo, de modo que estais obligada a serle fiel y a yacer con el para concebir un hijo, pues este es el fin del sacramento matrimonial y, sin duda, el joven es perfectamente capaz de procrear. Tampoco podeis aparecer como Martin Solis porque, del mismo modo, la noticia llegaria a oidos de vuestro senor tio y os reclamaria como unico pariente vivo, puesto que Martin aun seria menor, ?no es cierto?

– Dos anos y unos meses nos llevabamos mi hermano y yo -repuse con pena-, asi que ahora el habria cumplido quince.

– Lo que yo decia -se reafirmo-. Asi que tampoco podeis ser Martin Solis.

– Os repito, senor, que me dejeis en mi isla, que aqui vivo feliz y satisfecha desde que arribe y que aqui puedo seguir todo el tiempo que haga falta.

– ?No digais mas necedades, mujer! -me espeto bruscamente-. ?Como vais a quedaros en un pequeno islote de Barlovento a merced de la suerte? ?Es que no veis que estas aguas estan infestadas de piratas ingleses y holandeses que, antes o despues, terminaran arribando a vuestras costas como lo he hecho yo? Vuestro islote, senora, no es desconocido a los mareantes, espanoles o extranjeros. Esta rada de aguas tranquilas es magnifica para los trabajos de mantenimiento de los barcos y los piratas siempre andan a la busqueda de lugares como este para carenar sus naves y para hacer aguada, acopiar lena y distribuir su botin, pues no siempre pueden o quieren llevarlo todo de vuelta a sus paises de origen por si los cambios en las leyes o en las guerras alteraran su fortuna. Pensad que no les esta permitido atracar en los puertos normales porque serian apresados y ahorcados inmediatamente. Se conducen, pues, como abejas que pican de flor en flor; para ellos, es mucho mas seguro disponer sus tesoros en pequenos lotes por estas islas (o por otras como estas, que muchas hay por todo el Caribe), que llevarlos encima en sus tornaviajes, arriesgandose a topar con un galeon militar espanol. ?Lo entendeis? El dia menos pensado, podeis caer en manos de piratas o corsarios que os usaran y despues os mataran.

– Pues si no puedo ser Catalina ni tampoco Martin, ya me direis en quien voy a convertirme. Os recuerdo que no tengo fortuna ni oficio, que soy mujer y que no conozco estas tierras.

– Ya he pensado en todo eso -exclamo, ofendido-, y tengo la solucion. Como antes os dije, el color de vuestra piel os hara pasar facilmente por mestizo, coyote o cuarteron, lo que os elimina automaticamente como natural de Espana. Los indios de por aqui, ademas, carecen de vello en el rostro.

?Ahora entendia quien era, en verdad, Esteban Nevares! El se decia criollo, hijo de espanoles nacido en las Indias, pero su sangre estaba mezclada. A lo que parecia, su madre no habia sido cristiana vieja sino india y por eso no tenia pelo en la cara y su piel era del color de los datiles maduros. Esteban Nevares era mestizo.

– La ausencia de vello, por tanto, sera una ventaja y como, ademas, sois cejijunta y peluda en las sienes, asi como de carnadura morena, bastante alta, de pelo lacio y fuerte de brazos, podeis convertiros en un hijo ilegitimo mio, uno que tuve con una india hace quince anos y que he recogido de los cuidados de su madre durante este viaje para convertirlo en mi heredero. No preocuparos por la verdad o mentira de esta historia. Los hijos mestizos son una realidad a este lado del imperio. Pensad que, cuando llegaron los primeros conquistadores y los primeros colonos, no habia mujeres espanolas y que muchos de ellos se vieron obligados a tomar por esposas a las hijas nativas de los caciques y que, con ellas, tuvieron hijos que, aunque se dicen criollos y legalmente lo son, en realidad unen en sus sangres la limpieza e hidalguia espanolas y la nobleza de los monarcas indios de los que descienden.

A punto estuve de echarme a reir. Esteban Nevares acababa de contarme su propia historia sin referirse a si mismo. Si, como me habia dicho al principio, su padre llego a las Indias con el almirante Colon en su ultimo viaje, estabamos hablando de los primeros conquistadores y de los primeros colonos, ?no es verdad?, y por su avanzada edad, su color de piel, su pelo y todas esas cosas que me achacaba a mi, no cabia duda de que su madre habia sido una de esas nobles hijas de cacique -fuera eso lo que fuere- que se unieron a los espanoles y les dieron hijos. Supuse que aquellos espanoles desearian entregar a esos hijos, mestizos o no, sus encomiendas y heredades, asi que les dieron la condicion de legitimos y los llamaron criollos y se quedaron tan a gusto, sin preocuparse mas de la limpieza de sangre, asunto que debio de empezar a inquietar cuando las mujeres

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