– Charbury tres, uno, cuatro.

– ?Esta sir Maxwell Shaw en casa?

– No, no esta ahora. ?Quien es?

Devlin decidio hacer un intento mas. Al recordar por el expediente que ella habia decidido volver a utilizar desde hacia tiempo su nombre de soltera, pregunto:

– ?Es usted la senorita Lavinia Shaw?

– Si, soy yo. ?Quien es usted?

– ?Sigue esperando el halcon? -pregunto Devlin, pronunciando la frase clave-. Ha llegado el momento de hacerlo.

El efecto que produjeron sus palabras fue inmediato y espectacular.

– ?Oh, Dios mio! -exclamo Lavinia Shaw y luego se produjo un silencio.

– ?Sigue usted ahi, senorita Shaw? -pregunto Devlin despues de haber esperado un rato.

– Si, si, estoy aqui.

– Tengo que verles, a usted y a su hermano, lo antes posible. Es urgente.

– Mi hermano esta en Londres -dijo ella-. Tenia que ver a su abogado. Se aloja en el Club del Ejercito y la Marina. Me dijo que almorzaria alli y tomaria el tren de regreso esta misma tarde.

– Excelente. Pongase en contacto con el y digale que me espere…, digamos a las dos. Soy Conlon, el mayor Harry Conlon.

– ?Se va a producir? -pregunto ella tras una pausa.

– ?A que se refiere, senorita Shaw?

– Ya sabe…, a la invasion.

Reprimio el fuerte deseo de echarse a reir.

– Estoy seguro de que volveremos a hablar despues de que me haya entrevistado con su hermano.

Regreso a la cocina, donde Ryan seguia sentado ante la mesa. La joven, que estaba lavando los platos en el fregadero, dijo:

– ?Esta todo bien?

– Estupendo -contesto el-. Todo viaje necesita dar un primer paso. -Tomo la maleta-. Y ahora, si me podeis mostrar donde esta mi habitacion, necesito cambiarme.

Ella le acompano al piso de arriba, y le introdujo en una de las habitaciones traseras, desde donde se dominaba el rio. Devlin abrio la maleta y coloco el uniforme sobre la cama. La Smith Wesson la deslizo bajo el colchon, junto con el cinturon y la pistolera, asi como una funda de tobillo que tambien saco de la maleta. Encontro el cuarto de bano al final del pasillo, se afeito rapidamente y se cepillo el cabello. Regreso despues a su habitacion y se cambio de ropa.

Quince minutos mas tarde bajo la escalera, resplandeciente en su uniforme.

– Jesus, Liam, nunca crei que fuera a ver este dia -dijo Ryan.

– Ya conoces el viejo dicho, Michael -replico Devlin-. Cuando se es una zorra perseguida de cerca por los sabuesos, se tienen mas oportunidades pareciendose a un perro. -Se volvio a mirar a Mary y le sonrio-. Y ahora, querida muchacha, otra taza de te vendria pero que muy bien.

Fue en ese momento cuando la joven quedo totalmente prendada de el, asi, de improviso, en lo que los franceses llamancoup de foudre. Ella noto que se ruborizaba y se volvio a la cocina.

– Desde luego, senor Devlin. Le preparare otro.

Para sus miembros, el Club del Ejercito y la Marina era conocido humoristica y sencillamente como «El Cuchitril». Se trataba de un grande tenebrosopalazzo de estilo veneciano situado en el Pall Mali. Su comite de gobierno habia adquirido fama desde la epoca victoriana por su indulgencia para con los miembros caidos en desgracia o con problemas, y sir Maxwell Shaw era uno de aquellos casos tipicos. Nadie habia visto la necesidad de expulsarlo como consecuencia de su detencion amparada en la regulacion 18B. Despues de todo, el era un oficial y caballero que habia sido herido y condecorado por su valentia al servicio de su pais.

Estaba sentado en un rincon del salon matutino, tomando el escoces que el camarero le habia traido, y pensando en la asombrosa llamada telefonica que habia recibido de Lavinia. Era increible que precisamente ahora, despues de tanto tiempo, llegara la llamada. Pero, Dios santo, vaya si se sentia agitado. No se sentia asi desde hacia muchos anos.

Pidio otro escoces y, en ese mismo instante, se le aproximo el portero.

– Su invitado acaba de llegar, sir Maxwell.

– ?Mi invitado?

– El mayor Conlon. ?Quiere que le haga pasar?

– Si, desde luego. Inmediatamente, hombre.

Shaw se levanto, ajustandose la corbata, al tiempo que el portero regresaba acompanado por Devlin, quien extendio la mano hacia el y se presento alegremente.

– Harry Conlon. Es un placer conocerle, sir Maxwell.

Shaw quedo boquiabierto, no tanto por el uniforme como por el alzacuello. Se estrecharon las manos mientras el camarero le traia su vaso de escoces.

– ?Quiere tomar uno de estos, mayor?

– No, gracias. -El camarero se marcho, Devlin se sento y encendio un cigarrillo-. Parece usted un tanto aturdido, sir Maxwell.

– Bueno, hombre, claro que lo estoy. Quiero decir, ?a que viene todo esto? ?Quien es usted?

– ?Sigue esperando el halcon? -pregunto Devlin-. Ha llegado el momento de hacerlo.

– Si, pero…

– No hay peros que valgan, sir Maxwell. Acepto usted un compromiso hace mucho tiempo, cuando Werner Keitel le recluto a usted y a su hermana, digamos que para la causa. ?Esta usted con nosotros o no? ?Cual es su postura?

– ?Quiere decir que tiene trabajo para mi?

– Hay un trabajo que hacer.

– ?Se va a producir finalmente la invasion?

– Todavia no -contesto Devlin con suavidad-, pero sera pronto. ?Esta con nosotros?

Se habia preparado para ejercer cierta presion, pero al final no fue necesario hacerlo. Shaw se tomo di whisky de un solo trago.

– Pues claro esta que si. ?Que es lo que necesita de mi?

– Vayamos a dar un pequeno paseo -dijo Devlin-. El parque que hay al otro lado de la calle me parece muy bien.

Habia empezado a llover, y las gotas de lluvia repiqueteaban sobre las ventanas. Por un momento, no aparecio ningun portero en el guardarropa. Shaw encontro finalmente su sombrero hongo, el impermeable y el paraguas. Entre el monton de gabardinas habia una trinchera militar. Devlin la tomo, le siguio fuera del edificio y se la puso mientras caminaba.

Cruzaron hacia el parque de St. James y caminaron a lo largo de la orilla del lago, hacia el palacio de Buckingham; Shaw llevaba el paraguas abierto. Al cabo de un rato se situaron bajo la proteccion de unos arboles y Devlin encendio un cigarrillo.

– ?Quiere uno de estos?

– Por el momento, no, gracias. ?Que es lo que quiere de mi?

– Antes de la guerra su hermana solia pilotar un Tiger Moth. ?Sigue teniendolo?

– La RAF lo requiso en el invierno del treinta y nueve para utilizarlo como avion de entrenamiento.

– Ella utilizaba un cobertizo como hangar. ?Sigue en pie ese cobertizo? -Si.

– ?Y el lugar que empleaba para despegar y aterrizar? El prado del sur, creo que lo llamaban ustedes. ?No ha sido roturado para contribuir al esfuerzo de guerra o algo asi?

– No, todos los terrenos que hay alrededor de Shaw Place, terrenos que antes eran nuestros, se utilizan ahora como pastos para las ovejas.

– ?Y el prado del sur sigue siendo suyo?

– Desde luego. ?Es importante?

– Ya lo puede asegurar. Dentro de no mucho llegara un avion desde Francia.

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