Por fin, el tornillo quedo bien firme y Jack pudo desprenderse del peso que sostenia en el brazo. Respiro hondo llenandose los pulmones del aire enrarecido de la montana, e intento estabilizar el pulso desbocado que le latia fuerte en las sienes.

Jack no recordaba ninguna escalada tan dura como aquella. Ni siquiera la ascension del Annapurna le habia parecido tan ardua. Vista de cerca, la cima del Machhapuchhare no tenia aspecto de cola de pez sino que parecia mas bien la punta de una lanza que algun guerrero gigante subterraneo hubiera clavado en la tierra hasta atravesarla. No cabia ninguna duda sobre este punto: la escalada en hielo por paredes cortadas a pico seguia siendo el mayor desafio para un alpinista moderno. Y las paredes del Machhapuchhare, de una altura que rivaliza con la de las catedrales goticas y que son tan perpendiculares como las de cualquier rascacielos neoyorquino, eran quiza el reto mayor de todos, la prueba definitiva. Que temeridad la suya. Pero primero habia que concluir la escalada; ya se preocuparia despues de las consecuencias que le acarrearia el hecho de que las autoridades descubrieran su hazana, si es que llegaban a descubrirla.

El martilleo en las sienes disminuyo un poco. En cambio, los oidos le silbaban de un modo extrano. Al principio le parecio que padecia tinnitus, despues el silbido se hizo mas fuerte, hasta que se convirtio en un rugido, como el ruido de proyectiles de mortero lanzados por un buque de guerra en una bahia lejana; y se pregunto si no estaria sufriendo algun efecto terrible de la altura, un edema pulmonar o incluso una hemorragia cerebral.

Por un momento, fugaz y angustioso, en el que sintio atroces nauseas, Jack oyo como los tornillos que lo mantenian sujeto a la pendiente escarpada crujian en el hielo y la montana temblaba, y cerro los ojos.

Al cabo de unos segundos el ruido ceso en algun punto del glaciar que habia al norte. Suspendido en el vacio, solto el aire que involuntariamente habia retenido, y de sus labios agrietados salio una exclamacion de gratitud. Volvio a abrir los ojos.

– ?Que demonios ha sido? -le grito Didier desde el fondo de la pared de hielo.

– Me alegra que tu tambien lo hayas oido -dijo Jack.

– Me ha parecido que provenia de la otra vertiente de la montana. ?Que ha sido?

– Yo creo que venia de mas al norte.

– Tal vez ha sido un alud.

– Entonces tiene que haber sido un alud gigantesco -comento Jack.

– A esta altitud siempre lo son.

– Puede que haya sido un meteorito.

Jack oyo que Didier se reia.

– Mierda -exclamo Didier-. Lo que nos faltaba. Por si esto no fuera ya bastante peligroso, el Altisimo ha querido tambien arrojarnos piedras.

Jack se aparto de la pared de hielo echando el cuerpo hacia atras y, apoyandose en el arnes, miro hacia arriba, hacia el saliente enorme de hielo que pendia sobre el.

– Me parece que todo va bien -grito.

A su mente acudio una imagen de las deyecciones de un alud que el y Didier habian visto esparcidas al pie del pico en el que se encontraban. Una advertencia desagradable del peligro al que tanto el como su companero canadiense estaban expuestos.

– Bueno, supongo que muy pronto lo sabremos -anadio en voz queda.

La semana anterior a su llegada al Santuario del Annapurna, adonde habian ido con el objetivo de planear la escalada en ensemble ligera a la montana que por altitud es la decima del mundo, y a su pico gemelo prohibido, una expedicion alemana, mucho mas numerosa e importante que la de ellos, perecio sepultada bajo un ingente alud que se desprendio de la pared meridional del Lhotse, el impresionante y sombrio pico que esta unido al Everest por el famoso collado. Fallecieron seis hombres. Segun uno de los sherpas que habia presenciado el accidente, les cayo encima un serac de varios centenares de toneladas de hielo solido.

Jack, con el fin de evitar un desprendimiento similar de hielo, habia trazado un recorrido por la ladera, pero ahora se hallaba justo debajo de una zona realmente peligrosa: un enorme bloque de hielo duro pegado a la roca tan solo por una fina capa de escarcha.

Si se desprende, se dijo, estamos acabados. Para desterrar de su mente la amenaza del peligro, hallo una distraccion: pugno por recordar el nombre del heroe griego condenado por Zeus a subir eternamente a la cima de una colina una piedra gigantesca sin conseguirlo jamas porque, cuando estaba a punto de llegar a la cima, el peso de la piedra le obligaba a retroceder y esta se precipitaba al fondo una vez mas. ?Como se llamaba?

Justo en el momento en que se preguntaba por el nombre del heroe, de la cima del saliente se desprendio un monton de nieve polvo que, como un espectro, volo hasta reunirse con los restos de una nube que avanzaba por el cielo limpido e inmaculado. Jack sintio que la nieve le salpicaba la cara y le refrescaba como unas gotas de agua de colonia aplicada con un vaporizador. Se paso la lengua por los labios agrietados que la nieve habia refrescado y humedecido, levanto el piolet y se dispuso a tallar otro asidero, para seguir la peligrosa ruta que habia trazado mentalmente y que le conduciria hasta un lugar seguro en el que estaria a resguardo de la amenaza del desprendimiento de hielo.

Se detuvo cuando de la cima del picacho cayeron, como si de diminutos y ruidosos lemmings blancos se tratase, cientos de fragmentos de nieve y de hielo; al cesar el aluvion, advirtio que la sangre le martilleaba otra vez en la cabeza.

– Sisifo -murmuro Jack al recordar el nombre del heroe griego, al tiempo que terminaba de cavar el punto de apoyo para la mano-. Se llamaba Sisifo.

Una eternidad de segundas oportunidades. Eso es lo que parecia. El bloque de hielo solo se desprenderia una vez. Una vez nada mas. El ultimo descenso del hombre. Mortal. Metio un largo de cuerda por el ollado del tornillo y alzo el piolet.

– Cuanto antes salga de este perro sitio, mejor.

Los oidos volvian a jugarle malas pasadas. Esta vez tenia la sensacion de haberse quedado sordo. Jack dejo lo que estaba haciendo y repitio la ultima frase que habia pronunciado, pero fue como si hubieran aspirado todos los sonidos. Sintio la vibracion de las palabras en su boca pero no oyo nada, como si se hubiera formado un vacio que le impidiera oir cualquier ruido que se produjera en aquel picacho de hielo. Le hacia pensar a uno en la calma total que precede a una tempestad en el mar, y la sensacion de que se cernia una amenaza era angustiosa.

Miro hacia abajo y llamo a Didier, pero una vez mas su grito se lo trago el vacio, al tiempo que se mezclaba con un ruido retumbante y prolongado. Un segundo despues, la montana se sacudio de encima miles de toneladas de nieve y de hielo tapando el cielo azul bajo la cascada helada y tenebrosa de un gigantesco alud.

Envuelto por un cumulo enorme de nieve sofocante y de asfixiante vapor, Jack sintio que era arrojado del altar rocoso de la montana.

Cayo y cayo durante unos minutos que se le hicieron eternos.

Atrapado en el vientre de la ballena blanca del alud, completamente aislado del mundo exterior, con los sentidos anulados, era incapaz de sentir la velocidad, la aceleracion y el peligro, y solo percibia una fuerza abrumadora y elemental. Era como si el invierno lo tuviera en sus garras. Formando un todo con el frio, al chocar contra el suelo se derretiria y desapareceria. Para siempre.

Casi tan abruptamente como se habia desencadenado, la direccion del alud cambio y, al sentir una creciente presion en su cuerpo, Jack, instintivamente, se puso a nadar. Braceaba, movia las piernas y luchaba por subir a una superficie imaginaria.

Despues todo quedo quieto, a oscuras y en silencio.

Nada le impedia mover las piernas, pero de cintura para arriba estaba cubierto de nieve. Haciendo un esfuerzo por retroceder, Jack se desplomo en una superficie rocosa. Estuvo varios minutos tendido, inmovil, aturdido y deslumbrado por la nieve. Descubrio que podia mover los brazos y poco a poco fue quitandose la nieve que le cubria la nariz, la boca, las orejas y los ojos. Miro a su alrededor y advirtio que se hallaba en una especie de fisura: era una grieta grande y horizontal en la pendiente escarpada del glaciar. La nieve bloqueaba la entrada a la fisura, pero Jack dedujo, por la luz que se filtraba por ella, que no estaba a demasiada profundidad.

La cuerda seguia cinendole la cintura y atravesaba el monton de nieve que obstruia la salida. Con gran esfuerzo consiguio arrodillarse y tiro fuerte de la cuerda. Pero, aunque podia avanzar a rastras por el suelo, supo que Didier habia perdido la vida. Que el siguiera vivo le parecia ya un verdadero milagro.

Tras tirar varias veces freneticamente de la cuerda, aparecio el cabo deshilachado. Se arrastro hasta la boca de la fisura y asomo la cabeza. Una ojeada a la masa de hielo y nieve acumulados en la pendiente que habia mas

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