– ?Cual? -pregunto Eichmann.

– ?Que quiere decir?

– Hubo tres pogromos-dijo Eichmann-. Uno en 1821, otro entre 1881 y 1884, Y el tercero empezo en 1903. El pogromo de Kishinev.

– En materia de judios -comente-, Ricardo lo sabe todo, excepto ser amable con ellos.

– Creo que es el pogromo mas reciente -dijo Fuldner.

– Si, es lo mas logico -dijo Eichmann, pasando por alto mi comentario-. El de Kishinev fue el peor.

– Fue entonces cuando vino la mayoria a Argentina, creo yo.

Hay unos doscientos cincuenta mil judios aqui en Buenos Aires. Viven en tres barrios principales, que les aconsejo que eviten a toda costa. Villa Crespo, en Corrientes, Belgrano y Once. Si en algun momento creen que alguien los reconoce, no pierdan la cabeza, no monten ningun numerito. Mantengan la calma. Aqui los policias son torpes y no muy inteligentes. Como ese chancho del barco. Si hay algun problema, lo mas probable es que los detengan a ustedes y al judio que los haya reconocido.

– Asi que no es muy probable que haya pogromos aqui, ?eh?

– observo Eichmann.

– ?Oh, no! -dijo Fuldner.

– Gracias a Dios -dijo Kuhlmann-. Ya estoy harto de toda esa majaderia.

– No hemos vuelto a vivir nada asi desde la llamada Semana Tragica. Y fue algo mas politico que otra cosa. Por los anarquistas. En 1919.

– Anarquistas, bolcheviques, judios, todos son el mismo perro -dijo Eichmann, que tenia un dia inusualmente locuaz.

– Ya lo creo. Durante la guerra el gobierno emitio una orden que prohibia toda emigracion judia a Argentina. Pero ultimamente han cambiado las cosas. Los americanos han presionado a Peron para que suavice la politica judia, para que los deje venir a asentarse aqui. No me extranaria que hubiera multitud de judios en el barco.

– Vaya, eso me tranquiliza -dijo Eichmann.

– No se preocupe -insistio Fuldner-. Aqui estan a salvo. A los portenos les importa un comino lo que haya ocurrido en Europa, y sobre todo a los judios. Ademas, nadie se cree ni la mitad de lo que ha salido en la prensa en ingles y en los noticieros.

– La mitad ya seria bastante -murmure, intentando meter baza en una conversacion que empezaba a contrariarme. Sobre todo era Eichmann el que mas cargaba. Preferia al otro Eichmann. El que se habia pasado las ultimas cuatro semanas sin mediar palabra, callandose sus repulsivas opiniones. Era pronto para formarse una opinion sobre Carlos Fuldner.

A juzgar por su nuca lustrosa, me parecio que Fuldner debia de rondar los cuarenta. Hablaba aleman con soltura, pero se apreciaba un dejo dulce en su tono. Para dominar la lengua de Goethe y Schiller hay que afilar las vocales con sacapuntas. Le gustaba hablar, eso era evidente. No era alto ni guapo, pero tampoco bajo ni feo; era un tipo corriente, con un buen traje, buena educacion y pulcra manicura. Le eche otro vistazo cuando detuvo el vehiculo en un paso a nivel y se volvio para ofrecernos cigarrillos. Tenia la boca ancha y sensual, la mirada vaga pero inteligente y la frente alta como la cupula de una iglesia. En un casting de cine lo escogerian para un papel de cura, o abogado, o tal vez gerente de hotel. Chasqueo el pulgar en un Dunhill, encendio un cigarro y empezo a hablar de si mismo. Eso me gusto. Ahora que la conversacion no versaba sobre los judios, Eichmann miraba por la ventanilla con cara de aburrimiento. En cambio, yo soy de los que escuchan atentamente las anecdotas de mi redentor. Al fin y al cabo, por algo mi madre me mando a catequesis.

– Naci aqui, en Buenos Aires, en una familia de inmigrantes alemanes -dijo Fuldner-. Pero durante un tiempo nos trasladamos a Alemania, a Kassel, donde estudie. Despues del colegio trabaje en Hamburgo. En 1932 entre en las SS y fui capitan hasta que me trasladaron al SD para dirigir una operacion de espionaje aqui en Argentina. Desde la guerra, varias personas y yo dirigimos Vianord, una agencia de viajes que se dedica a ayudar a nuestros viejos camaradas a escapar de Europa. Por supuesto, nada de eso seria posible sin la ayuda del presidente y su esposa, Eva. En 1947, durante el viaje que hizo a Roma para visitar al Papa, Evita empezo a ver la necesidad de ofrecer a hombres como ustedes la oportunidad de iniciar una nueva vida.

– Asi que todavia hay cierto antisemitismo en el pais, por lo que se ve -comente.

Kuhlmann se rio, al igual que Fuldner. Pero Eichmann guardo silencio.

– Que gusto volver a estar con alemanes -dijo Fuldner-. El humor no es una virtud nacional de los argentinos. La preocupacion por su propia dignidad les impide reirse, sobre todo de si mismos.

– En eso se parecen mucho a los fascistas -dije.

– Bueno, es algo distinto. Aqui el fascismo es solo superficial. Los argentinos no tienen interes ni inclinacion por ser autenticos fascistas.

– Puede que este pais me guste mas de lo que pensaba -dije.

– ?No me diga! -exclamo Eichmann.

– No me haga mucho caso, Herr Fuldner -le dije-. No soy tan furibundo como nuestro amigo de la pajarita y las gafas, que sigue sin aceptar la realidad. Si no me equivoco, todavia se aferra a la idea de que el Tercer Reich va a durar mil anos.

– ?Usted cree que no?

Kuhlmann se rio.

– ?Siempre se rie de todo, Hausner? -El tono de Eichmann era airado e impaciente.

– Solo me rio de las cosas que me hacen gracia -respondi-. No se me ocurriria reirme de algo importante de verdad si le molestase, Ricardo.

Senti que los ojos de Eichmann me ardian en la mejilla y, cuando me volvi hacia el, adopto un gesto circunspecto y puritano en la boca. Por un instante siguio clavandome la mirada como si desease apuntarme con un fusil.

– ?Que hace usted aqui, Herr Doctor Carlos Hausner?

– Lo mismo que usted, Ricardo. Huyo de todo aquello.

– Si, pero ?por que? ?Por que? No tiene pinta de nazi.

– Soy un nazi de tipo bistec. Solo tostado por fuera. Por dentro soy bastante rojo.

Eichmann miro por la ventanilla como si no soportase mirarme ni un segundo mas.

– No me vendria mal un buen bistec -murmuro Kuhlmann.

– Entonces ha venido al sitio adecuado ~dijo Fuldner-. En Alemania un bistec es un bistec, pero aqui es un deber patriotico.

Atravesamos los astilleros. La mayor parte de los nombres de los depositos aduaneros y tanques de petroleo eran ingleses o americanos: Oakley & Watling, Glasgow Wire, Wainwright Brothers, Ingham Clark, English Electric, Crompton Parkinson y Western Telegraph. Delante de un gran deposito abierto, una docena de rollos de papel de prensa tan grandes como un almiar se hacian pasta bajo la lluvia matinal. Entre risas, Fuldner los senalo.

– Miren -dijo, casi en tono triunfante-. Ahi tienen el peronismo en accion. Peron no cierra los diarios de la oposicion ni detiene a sus directores. Ni siquiera les impide que tengan papel de prensa. Solo se asegura de que, cuando les llegue el papel, no sirva para imprimir. Ya ven, Peron tiene a todos los grandes sindicatos en el bolsillo. Asi es el tipico fascismo argentino.

CAPITULO 2

BUENOS AIRES. 1950

Buenos Aires se parecia a cualquier capital europea anterior a la guerra, y olia igual. En medio del bullicio urbano, baje la ventanilla y respire con euforia los gases de los coches, el humo de cigarrillo, el olor a cafe, a colonia cara, a carne guisada, a fruta fresca, a flores y a dinero. Era como regresar a la tierra despues de un viaje por el espacio. Daba la sensacion de estar a un millon de kilometros de Alemania, con su racionamiento, los destrozos de la guerra, el sentimiento de culpa y los tribunales aliados. En Buenos Aires habia mucho trafico porque abundaba el petroleo. La gente, despreocupada, se alimentaba y vestia bien porque las tiendas estaban

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