repletas de ropa y comida. Lejos de ser un lugar atrasado, Buenos Aires era casi un retorno a la belle epoque. Casi.

El piso franco estaba en el numero 1429 de la calle Monasterio, en el distrito de la Florida. Fuldner decia que la Florida era la zona mas elegante de Buenos Aires, aunque en el interior de aquel piso no se notaba. El exterior estaba protegido por un caparazon de pinos enormes y probablemente era un lugar seguro, porque desde la calle ni siquiera se veia. En el interior si se veia, pero casi era preferible no verlo. La cocina era rustica, los ventiladores del techo estaban oxidados. El papel pintado era amarillo en todas las habitaciones, aunque no por diseno, y el mobiliario intentaba reintegrarse en la naturaleza, o eso parecia. Aquel piso venenoso medio en ruinas, vagamente fungico, debio conservarse en un frasco de formol.

Me ensenaron un dormitorio con un postigo roto, una alfombra raida y una cama de laton cuyo colchon era tan fino como una rodaja de pan de centeno, y mas o menos igual de comodo. A traves de la ventana mugrienta, llena de telaranas, vi un jardin cubierto de jazmin, helechos y enredaderas. Habia una fuente pequena que no funcionaba desde hacia tiempo: una gata- habia parido varios gatitos en su interior, justo debajo de un canalon de cobre tan verde como sus ojos. Pero no todo eran malas noticias. Al menos disponia de una habitacion solo para mi. El bano en si estaba repleto de libros antiguos, lo que no impedia que me banase. Me encanta leer en el bano.

Ya habia otro aleman alojado en el piso. Tenia la cara roja y abotargada, con ojeras abolsadas como un coy de cocinero naval. El pelo era de color paja y no menos desalinado que esta. Su cuerpo era delgado, con cicatrices que semejaban orificios de bala. No era dificil verlas, porque llevaba una reliquia de bata maloliente con un hombro al descubierto, a semejanza de una toga. En las piernas tenia unas varices enormes como lagartos fosilizados. Parecia un tipo estoico que acaso dormia en un barril, a juzgar por la botella de licor en el bolsillo de la bata y el monoculo en el ojo, que le conferia un toque distinguido y elegante.

Fuldner lo presento como Fernando Eifler, pero supuse que no era su nombre verdadero. Los tres sonreimos con cortesia pero nos invadio una misma idea: que si permaneciamos el tiempo suficiente en el piso franco, acabariamos como Fernando Eifler.

– Hola, amigos, ?no tendran un cigarrillo? -pregunto Eifler-. Creo que se me han acabado.

Kuhlmann le dio uno y le ayudo a encenderlo. Entretanto, Fuldner se disculpaba por la miseria del lugar, recalcando que solo era para unos dias y que, si Eifler seguia ahi, era porque habia rechazado todos los empleos que le ofrecio la DAlE, la organizacion que nos habia traido a Argentina. Lo dijo con bastante naturalidad, pero nuestro nuevo companero de piso se irrito visiblemente.

– No he recorrido medio mundo para trabajar -dijo Eifler con acritud-. ?Por quien me toman? Soy un oficial aleman y un caballero, no un empleado de banco de pacotilla. La verdad, Puldner, no se como pretenden semejante cosa. Cuando estabamos en Genova, nadie nos dijo que tendriamos que trabajar para ganarnos la vida. Desde luego, yo no habria venido, si hubiera sabido que pretendian que me ganase el pan. Ya es bastante fastidioso tener que abandonar la casa familiar en Alemania para encima aceptar la humillacion de estar bajo las ordenes de un jefe.

– ?Preferia caer en manos de los aliados, Herr Eifler? -pregunto Eichmann.

– La soga americana o el ronzal argentino -dijo Eifler-. No es mucha eleccion para un hombre con una trayectoria como la mia. Francamente, preferiria que me hubieran matado los Popov antes que sentarme todos los dias a las nueve de la manana delante de una mesa de oficinista. Es poco civilizado. -Sonrio friamente a Kuhlmann-. Gracias por el cigarrillo. Por cierto, bienvenidos a Argentina. Y ahora, si me disculpan, caballeros. -Con una fria reverencia entro renqueante en su habitacion y cerro la puerta.

– A unos les cuesta mas que a otros adaptarse -dijo Fuldner, encogiendose de hombros-. Sobre todo a los aristocratas como Eifler.

– Debia haberlo imaginado -dijo Eichmann con desden.

– Lo dejo aqui con Herr Geller para que se acomoden -dijo

Fuldner a Eichmann. Luego se dirigio a mi y anadio-: Herr Hausner, tiene una cita esta manana.

– ?Yo?

– Si. Vamos a la comisaria de policia en Moreno-dijo-. Al Registro de Extranjeros. Todos los recien llegados tienen que presentarse para obtener una cedula de identidad. Le aseguro que es un mero tramite rutinario, Herr Doctor Hausner. Fotografias y huellas, ese tipo de cosas. La necesitan todos para trabajar, por supuesto, pero para guardar las apariencias es mejor que no vayan todos a la vez.

Al salir del piso franco, Fuldner confeso que, aunque era cierto que todos necesitabamos una cedula de la comisaria local, no era ahi adonde ibamos en ese momento.

– Comprenda que tenia que decir algo-dijo-. No podia mencionar adonde vamos sin herir los sentimientos de ellos dos. -No, seria terrible -dije mientras subia al coche.

– Y, por favor, cuando volvamos, por el amor de Dios, no les diga donde hemos estado. Gracias a Eifler, ya hay bastante resentimiento en esa casa para que usted ponga la guinda.

– Claro. Guardare el secreto.

– Tomeselo de guasa, si quiere -dijo mientras encendia el motor y arrancaba el coche-, pero yo soy el que se va a reir cuando descubra adonde vamos.

– No me diga que ya me van a deportar.

– No, de eso nada. Vamos a ver al presidente.

– ?Juan Peron quiere verme? Fuldner se rio tal como habia anunciado. Supongo que puse cara de idiota.

– ?Pero que he hecho yo? ?He ganado.algun premio importante? ?Soy el forastero mas prometedor que acaba de llegar a este pais?

– . Aunque no lo crea, a Peron le gusta recibir personalmente a muchos oficiales alemanes que llegan a Argentina. Siente predileccion por Alemania y los alemanes.

– No se puede decir eso de todo el mundo.

– Al fin y al cabo es militar.

– Supongo que por eso lo nombraron general.

– Sobre todo le gusta recibir a los medicos. El abuelo de Peron era medico. El tambien queria ser medico, pero acabo en la Academia Militar Nacional.

– Es facil caer en ese error -dije-. Matar a gente en lugar de curarla. -y vertiendo un par de cubitos de hielo en mi voz, anadi-: No crea que no me honra la deferencia del presidente, Carlos. Pero la verdad es que hace muchos anos que no cojo un estetoscopio. Espero que no me pida un remedio para el cancer o que le ponga al dia de la ultima revista medica alemana. Al fin y al cabo, me he pasado los ultimos cinco anos escondido en la carbonera.

– Relajese -dijo Fuldner-. No es usted el primer medico nazi que presento al presidente. Y no crea que sera el ultimo. El hecho de que sea medico solo indica que es un hombre culto, un caballero.

– Si la ocasion lo requiere, puedo pasar por un caballero -dije. Me abotone el cuello de la camisa, me estire la corbata y mire la hora-. ?Siempre recibe a las visitas con el desayuno y el periodico?

– Peron suele estar en el despacho antes de las siete -dijo Fuldner-. Alli. La Casa Rosada. -Senalo el edificio de color rosa que se alzaba al otro lado de una plaza bordeada de palmeras y estatuas. Parecia el palacio de un maraja indio que habia visto en una revista.

– Rosa -dije-. Mi color favorito para un edificio gubernamental. ?Quien sabe? Es posible que Hitler siguiera en el poder si hubiera mandado pintar la Cancilleria del Reich de un color mas bonito que el gris.

– Este rosa tiene su historia -dijo Fuldner.

– No me la cuente. Me relajara pensar en Peron como un presidente que prefiere el rosa. Creame, Carlos, me tranquiliza mucho.

– Eso me recuerda una cosa que dijo antes. Cuando insinuo que era rojo, lo decia en broma, ?no?

– He estado casi dos anos en un campo de prisioneros sovietico, Carlos. ?Usted que cree?

Bordeo el edificio hasta una entrada lateral, donde mostro un pase de seguridad a un guardia, y continuo hasta un patio central. Habia dos granaderos apostados ante una escalera de marmol ornamentada. Con sombreros altos y sable en mano, parecian una ilustracion de un cuento infantil tradicional. Observe la galeria superior de estilo logia que dominaba el patio, con la sensacion de que apareceria en cualquier momento el Zorro para darnos una leccion de esgrima. En cambio, vislumbre a una rubia menuda que nos miraba con interes. Llevaba mas diamantes de lo que parecia decente a la hora del desayuno y un complejo tocado en forma de hogaza. Pense en pedir prestado un sable para cortarme una rebanada si me entraba hambre.

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