trabajo muy afinado.

– ?Ya habias visto algo asi?

– Caras y manos aplastadas, si, para evitar la identificacion. Cada vez menos desde el ADN. Cuerpos destripados o quemados, si, igual que tu. Pero una destruccion tan desaforada, no. Sobrepasa el entendimiento.

– ?Lo sobrepasa en que, Romain? ?En obsesion?

– En cierto modo. Diriase que ha repetido su trabajo hasta no poder mas, como si temiera dejarlo inacabado. Ya sabes, como cuando uno comprueba diez veces que ha cerrado bien la puerta. No solo lo ha molido todo, pedazo a pedazo, no solo se ha ensanado y ha vuelto a empezar, sino que lo ha ventilado todo. Ha esparcido los restos por todo el espacio. No hay ni un fragmento solidario con otro, ni siquiera los dedos de los pies estan juntos. Como si el tipo hubiera estado sembrando a voleo en un campo. No habra creido que el cuerpo va a crecer, ?verdad? No cuentes conmigo para ensamblarlo, es imposible.

– Si -aprobo Adamsberg-. Un miedo incoercible, una furia en flujo continuo.

– La furia en flujo continuo no existe -interrumpio agresivamente el comandante Mordent.

Adamsberg se levanto sacudiendo la cabeza, se subio a una de las pasarelas, paso a la siguiente con paso aplicado. Era el unico en desplazarse. Los agentes se habian detenido para escucharlo, quietos en sus propias pasarelas como peones que permanecen fijos mientras se desplaza una ficha en el tablero.

– Normalmente no, Mordent, pero aqui si. Su rabia, su espanto, su fiebre se extienden mas alla de nuestra vista, por tierras que no conocemos.

– No -insistio el comandante-. La furia, la ira, son madera de combustion rapida. Aqui hay horas de trabajo. Por lo menos cuatro, y eso no es lo que dura la furia.

– ?Es lo que dura que?

– El trabajo laborioso, el empeno, el calculo. Quiza incluso la puesta en escena.

– Imposible, Mordent. Nadie puede imitar esto.

Adamsberg se agacho para examinar el suelo.

– Llevaba botas, ?no? Grandes botas de goma.

– Eso creemos -confirmo Lamarre-. Para hacer este trabajo, parecia una buena precaucion. Ha dejado buenas huellas en las alfombras. Quiza tambien algun fragmento que haya salido de las suelas. Barro, o que se yo.

Mordent mascullo «laborioso» y se desplazo en diagonal, como el alfil, y Adamsberg atraveso tres pasarelas, dos en linea recta y una de lado, como el caballo.

– ?En que se ha apoyado para aplastar? -pregunto-. Incluso con un mazo, no habria conseguido nada encima de las alfombras.

– Aqui -sugirio Justin-, hay un espacio apenas manchado, de forma mas o menos rectangular. Es posible que pusiera un tajo de madera, o una placa de hierro que le sirviera de yunque.

– Eso es mucho material pesado para transportar. Mazo, sierra circular, tajo. Y seguramente ropa y calzado de recambio.

– Todo eso cabe en una bolsa grande. Pienso que se habra cambiado fuera, en el jardin de detras de la casa. Hay rastros de sangre en la hierba, donde debio de poner la ropa manchada.

– Y de vez en cuando -dijo Adamsberg- se sentaba para retomar resuello. Eligio ese sillon.

Adamsberg miro el mueble, los posabrazos en espiral, el asiento de terciopelo rosa maculado de sangre.

– Es un senor sillon -dijo.

– Es, ni mas ni menos, un Luis XIII -dijo Mordent-. No es solo «un senor sillon», es un Luis XIII.

– De acuerdo, comandante, es un Luis XIII -dijo Adamsberg sin cambiar de tono-. Y si tiene intencion de jodernos todo el dia, vayase. A nadie le divierte trabajar en domingo, a nadie le divierte chapotear en este matadero. Y nadie ha dormido mas que usted.

Mordent realizo un nuevo desplazamiento en diagonal, alejandose de Adamsberg. El comisario cruzo las manos en la espalda, sin dejar de observar el gran sillon.

– El refugio del asesino, en cierto modo. En el toma todos sus momentos de descanso. Contempla la destruccion en curso, busca tiempos de alivio, de satisfaccion. O trata solo de respirar mas lentamente.

– ?Por que hablamos de «un asesino»? -pregunto Justin concienzudo-. Una mujer podria transportar ese material si no aparcara muy lejos.

Adamsberg sacudio la cabeza resueltamente.

– Esto es obra de un hombre, es espiritu de un hombre. Aqui no hay ni una onza de mujer. Aparte del tamano de las botas.

– La ropa -dijo Retancourt senalando un monton desordenado encima de una silla-, no la arranco ni la desgarro. Solo se la quito como para acostarlo. Eso tampoco es comun.

– Eso es porque no esta en pleno ataque de furia -dijo Mordent desde el rincon donde se habia colocado.

– ?Se la quito toda?

– Salvo el calzoncillo -dijo Lamarre.

– Eso es que no queria ver -dijo Retancourt-. Lo desvistio para no rayar la sierra, pero no fue capaz de desnudarlo del todo. La idea no le gustaba.

– Entonces sabemos al menos que el asesino no es ni enfermero ni medico -dijo Romain-. Yo he desnudado a cientos de tipos sin pestanear.

Adamsberg se habia puesto guantes y presionaba entre los dedos una de las motas de tierra que habian caido de las botas.

– Busquemos un caballo -dijo-. Esto es estiercol, pegado a las botas.

– ?En que se nota? -pregunto Justin.

– En el olor.

– ?Buscamos entre los criadores de caballos? -pregunto Lamarre-. ?Picaderos, hipodromos?

– ?Y luego que? -pregunto Mordent-. Hay miles de personas en torno a los caballos, y al asesino se le pudo quedar esto pegado a la bota andando por un camino en el campo.

– Menos da una piedra, comandante -dijo Adamsberg-. Sabemos que el asesino va al campo. ?A que hora llega el hijo?

– Deberia estar en la Brigada en menos de una hora. Se llama Pierre, como su padre.

Adamsberg estiro el brazo para descubrir sus dos relojes.

– Les envio un equipo de relevo a las doce. Retancourt, Mordent, Lamarre y Voisenet se ocupan del informe. Justin y Estalere, empiecen a rebuscar en el magma personal. Cuentas, agenda, libretas, cartera, telefono, fotos, medicamentos, etcetera. A quien veia, a quien llamaba, que compraba, su ropa, sus gustos, su comida. Todo, tenemos que reconstituirlo lo mas exactamente posible. Este viejo no solo ha sido asesinado: ha sido reducido a nada. No solo le han quitado la vida: lo han destruido, abolido.

La imagen del oso polar atraveso bruscamente su pensamiento. El animal debio de haber dejado el cuerpo del tio aproximadamente en ese mismo estado, en mas limpio. Nada que traer de vuelta, nada que enterrar. Y Pierre hijo no podia disecar al asesino para llevarselo a la viuda.

– No creo que la comida sea nada prioritario -dijo Mordent-. Lo urgente seria ocuparse de los casos judiciales que trato. Y su situacion familiar y financiera. Ni siquiera sabemos aun si esta casado. No sabemos aun si es realmente el.

Adamsberg miro los rostros cansados de sus hombres, plantados en las pasarelas.

– Pausa para todos -dijo-. Hay un cafe al final de la calle. Retancourt y Romain vigilan el terreno.

Retancourt acompano a Adamsberg hasta el coche.

– En cuanto la escena este un poco limpia, llame a Danglard. Sobre todo, que se ponga a trabajar sobre la vida de la victima, y no en la recogida de muestras.

– Por supuesto.

La repulsion de Danglard por la sangre y la muerte era un hecho aceptado sin critica alguna. Cuando era posible, no lo convocaban antes de que la escena del crimen hubiera sido despejada de lo peor.

– ?Que le pasa a Mordent? -pregunto Adamsberg.

– Ni idea.

– No esta en su estado normal. Esta solapado y destila mala leche.

Вы читаете Un lugar incierto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату