– Ya lo he visto.
– El modo en que el asesino lo disperso todo por el salon, ?le suena de algo?
– Me recuerda a mi bisabuela. Nada que ver.
– Digamelo igualmente.
– Cuando perdio la cabeza, se puso a esparcirlo todo. No soportaba que las cosas se tocaran. Separaba los periodicos, la ropa, los zapatos.
– ?Los zapatos?
– Todo lo que fuera de tela, de papel o de cuero. Colocaba los zapatos a intervalos de diez centimetros, alineados en el suelo.
– ?Decia por que? ?Tenia alguna razon para ello?
– Una razon excelente. Pensaba que, si esos objetos entraban en contacto, podian incendiarse por frotacion. Ya se lo he dicho, no tiene nada que ver con la dispersion de Vaudel.
Adamsberg alzo una mano para senalar que recibia un mensaje, escucho atentamente y volvio a meterse el telefono en el bolsillo.
– El jueves por la manana -explico- saque dos gatitos que se habian quedado atascados en el vientre de su madre. Me dicen que la gata se encuentra bien.
– Bueno -dijo Retancourt tras un silencio-, supongo que es una buena noticia.
– El asesino podria haber hecho lo mismo que su bisabuela, podria haber querido deshacer los contactos, separar los elementos. Eso seria, en el fondo, lo contrario de una coleccion -anadio recordando los pies de Londres-. Trituro un conjunto, disperso su coherencia. Y me gustaria saber por que Mordent esta empenado en joderme.
A Retancourt no le gustaba cuando las palabras de Adamsberg se enredaban. Esos saltos de pensamiento, esa confusion, podian privarla por breves instantes de la conciencia de su objetivo. Se alejo saludandolo con la mano.
7
Adamsberg seguia leyendo su periodico de pie, dando vueltas alrededor de la mesa de su despacho. En realidad, no era su periodico. Se lo tomaba prestado todos los dias a Danglard y se lo devolvia despues en estado amorfo.
En la pagina 12, un entrefilete informaba de los progresos de una investigacion en Nantes. Adamsberg conocia bien al comisario encargado, un tipo seco y solitario en su trabajo, extravertido en sociedad. El comisario trato de recordar su nombre a titulo de ejercicio. Desde lo de Londres, quiza desde que Danglard vertiera su raudal de erudicion acerca del cementerio de Highgate, el comisario consideraba la posibilidad de prestar mas atencion a las palabras, a los nombres, a las frases. Ambito en que su memoria siempre se habia mostrado inepta pese a que era capaz de recordar anos mas tarde un sonido, un toque de luz, una expresion. ?Como se llamaba ese policia? ?Bolet? ?Rollet? Un histrion capaz de divertir a una mesa de veinte personas, algo que Adamsberg admiraba. Ahora tambien envidiaba a ese Nolet -acababa de leer su nombre en el articulo- por tener que ocuparse de un asesinato tan limpio cuando el sillon de terciopelo manchado no abandonaba sus pensamientos. Comparado con el caos de Garches, el caso de Nolet resultaba estimulante. Un sobrio asesinato de dos tiros en la cabeza, la victima habia abierto la puerta a su asesino. Sin complicaciones, sin violacion, sin locura, una mujer de cincuenta anos ejecutada segun las reglas del juego, segun el principio de los criminales eficaces: me estas jodiendo, te mato. Nolet solo tenia que seguir el rastro a un marido, a un amante, y llevar el caso hasta el final sin verse hundido hasta el cuello en metros cuadrados de alfombras cubiertas de carnes. Si poner un pie en el territorio de la demencia, en ese continente desconocido de Stock. Stock, eso lo sabia, no era el nombre exacto del colega britanico que iria algun dia a pescar en un lago, por alla arriba. Con Danglard quiza. A menos que la historia con la mujer Abstract retuviera al comandante en otra parte.
Adamsberg alzo la cabeza al dispararse el gran reloj de pared. Pierre Vaudel, hijo de Pierre Vaudel, llegaria al cabo de unos instantes. El comisario subio la escalera de madera, evito el escalon irregular en el que todo el mundo tropezaba y entro en la sala de la maquina de cafe para tomarse uno bien cargado. Esa sala era en cierto modo el dominio del teniente Mercadet, que tenia talento para los numeros y para todo tipo de ejercicios logicos, pero era hipersomne. Unos cojines dispuestos en un rincon le permitian reconstituir regularmente sus fuerzas. El teniente acababa de doblar su manta y se incorporaba, frotandose la cara.
– Parece ser que hemos puesto un pie en el infierno -dijo.
– No hemos llegado a poner los pies en realidad. Andamos por pasarelas a seis centimetros del suelo.
– Ya, pero nos lo vamos a papear igualmente, ?no?, el viento de la tormenta.
– Si. Y, en cuanto se haya despertado del todo, vaya a echar una ojeada antes de que hayan recogido todo. Es una carniceria sin pies ni cabeza. Aun asi, hay una idea demencial en ello. ?Como lo habria dicho el teniente Veyrenc?
– A Veyrenc se le habria ocurrido algo mejor. Se le echa de menos, ?no?
Adamsberg se tomo el ultimo trago de cafe, sorprendido. No habia pensado en Veyrenc desde que este se habia ido de la Brigada, no estaba muy bien dispuesto para reflexionar acerca de los tumultuosos acontecimientos que los habian enemistado [1].
– Aunque igual a usted no le importa, en el fondo -dijo el teniente.
– Igual. Basicamente es que no tenemos tiempo para estas cuestiones, teniente.
– Ya voy -dijo Mercadet sacudiendo la cabeza-. Danglard ha dejado un mensaje para usted. Nada que ver con la casa de Garches.
Adamsberg acabo la pagina 12 mientras bajaba las escaleras. Al divertido Nolet, al fin y al cabo, no le salian tan bien las cosas. El ex marido tenia una coartada, la investigacion estaba a media asta. Adamsberg doblo el periodico con satisfaccion. En recepcion, el hijo de Pierre Vaudel lo esperaba, sentado derecho junto a su esposa, no mas de treinta y cinco anos. Adamsberg marco una pausa. ?Como anunciar a un hombre que su padre ha sido despedazado?
El comisario eludio la dificultad durante un rato, lo suficiente para aclarar las cuestiones de identidad y de familia. Pierre era hijo unico, e hijo tardio. La madre se habia quedado embarazada tras dieciseis anos de vida conyugal, cuando el padre tenia cuarenta y cuatro anos. Y Pierre Vaudel padre se habia mostrado intratable, incluso rabioso, en todo lo referente a ese embarazo, sin dar a su mujer la menor explicacion. No queria descendencia bajo ningun concepto, era impensable que ese nino viniera al mundo, y no habia nada que discutir. La esposa habia cedido, se habia ausentado para practicar la interrupcion del embarazo. Permanecio lejos durante seis meses, llevando a termino la gestacion, y dio a luz a Pierre hijo de Pierre. La ira de Pierre padre se mitigo a los cinco anos, pero siempre se nego a que la esposa y el hijo volvieran a vivir con el.
En consecuencia, Pierre hijo solo habia visto a su padre de tanto en cuando, petrificado por ese hombre que con tanta obstinacion lo habia rechazado. Un temor solo debido a su nacimiento contrariado, ya que Pierre padre era complaciente y generoso, segun sus amigos, tierno segun su madre. O al menos lo habia sido, ya que la perdida gradual de la sociabilidad ya no permitia acceder a sus sentimientos. A los cincuenta y cinco anos, Pierre ya no aceptaba mas que escasas visitas, tras haberse deshecho, uno a uno, de los amigos de su amplio circulo. Mas tarde, Pierre adolescente se habia hecho un sitio modesto al venir los sabados a tocar al piano unas piezas especialmente elegidas para seducirlo. Finalmente, Pierre el joven acabo conquistando una atencion real. Desde hacia diez anos, sobre todo tras la muerte de la madre, los dos Pierre se veian con bastante regularidad. Pierre hijo se habia hecho abogado, y sus conocidos apoyaban a Pierre padre en su exploracion de los casos judiciales. El trabajo compartido evitaba la comunicacion personal.
– ?Que buscaba con esos casos?
– En primer lugar, un sueldo. Vivia de eso. Escribia las cronicas de los procesos para varios periodicos y unas