los brazos en el vientre, las manos aliviadas por el anestesico local, se dejaba calentar por el sol, con el cuerpo blando como el gato de la fotocopiadora. Danglard veia desfilar todas las fotos de Zerk publicadas en la prensa y se daba cuenta de hasta que punto ese rostro le habia resultado familiar. Era la verdad, chocante.

– Nada grave, comandante. Paseme a Emile.

Sin una palabra, Danglard paso el telefono a Emile, que se alejo hacia la puerta.

– Es idiota tu colega -dijo Emile-. No es un broche azul, es mi alfiler para bigaros. Fui a cogerlo a la casa.

– ?Porque tenias nostalgia?

– Si.

– ?Que apano quieres hacer? -pregunto Adamsberg incorporandose.

– He hecho cuentas. Suma novecientos treinta y siete euros. Asi que ahora que soy rico puedo devolverlos, y tu haces borron y cuenta nueva. A cambio del mensaje de amor y de la puerta del sotano. ?De acuerdo?

– ?Sobre que hago borron?

– Lo de los billetes, me cago en la hostia. Uno por aqui, uno por alli, al final son novecientos treinta y siete. He llevado las cuentas.

– Ya entiendo, Emile. Por una parte, me importan un rabano tus billetes, ya te lo dije. Por otra, es demasiado tarde. No creo que a Pierre hijo, de quien te quedas la mitad de la fortuna, le haga gracia enterarse de que saqueabas a su padre y ver que le devuelves novecientos treinta y siete euros.

– Ya -dijo Emile pensativo.

– O sea que te los quedas y te callas.

– Entendido -dijo Emile, y Adamsberg penso que se le debia de haber pegado el tic del enfermero del hospital de Chateaudun.

– ?Tienes otro hijo? -pregunto Zerk al subirse al coche.

– Muy pequeno -dijo Adamsberg indicando el tamano con las manos, como si la edad pudiera minimizar el hecho-. ?Te fastidia?

– No.

Zerk era un tipo conciliador, no cabia ninguna duda.

49

El Palacio de Justicia estaba bajo las nubes, lo cual, en esa ocasion, iba muy bien con el lugar. Adamsberg y Danglard, instalados en la terraza del cafe de enfrente, esperaban la salida del juicio de la hija de Mordent. Eran las once menos diez en el reloj de Danglard. Adamsberg miraba los dorados del palacio, recien y cuidadosamente pintados.

– Se rascan los dorados y ?que se encuentra debajo, Danglard?

– Las escamas de la gran serpiente, diria Nolet.

– Junto a la Sainte-Chapelle. No pega.

– Tampoco queda tan mal. Hay dos capillas superpuestas y bien separadas. La capilla baja, reservada a la gente comun, y la capilla alta, para el rey y su entorno. Siempre es lo mismo.

– La gran serpiente ya pasaba por arriba alla en el siglo XIV -dijo Adamsberg alzando los ojos hacia la punta de la aguja gotica.

– En el siglo XIII -corrigio Danglard-. Pierre de Montreuil la mando construir entre 1242 y 1248.

– ?Ha podido hablar con Nolet?

– Si. El companero de clase fue testigo, efectivamente, de la boda de Emma Carnot y un joven de veinticuatro anos, Paul de Josselin Cressent, en el ayuntamiento de Auxerre. Emma estaba loca por el, su madre estaba halagada por el apellido aristocratico, pero afirmaba que Paul era un fin de raza desviada. El matrimonio no duro ni tres anos. No hubo hijos.

– Mejor. Josselin no habria sido buen padre.

Danglard no recogio el guante. Preferia esperar a conocer a Zerk.

– Y habria habido otro pequeno Paole en el mundo -prosiguio Adamsberg-. Y dios sabe que se habria imaginado. Pero no. Los Paole se van, el doctor lo ha dicho.

– Voy a ayudar a Radstock a ordenar los pies. Luego me tomo ocho dias de vacaciones.

– ?Ira a pescar al lago?

– No -dijo Danglard, evasivo-. Pienso mas bien quedarme en Londres.

– Un programa bastante abstracto, en resumidas cuentas.

– Si.

– Cuando Mordent haya recuperado a su hija, o sea esta noche, abriremos la compuerta al rio de lodo del caso Emma Carnot. Que va a precipitarse desde lo alto del Consejo de Estado hasta el Tribunal Supremo, luego al fiscal, luego al tribunal de Gavernan, y se parara alli. Sin llegar a los pisos bajos del pequeno juez y de Mordent, que no interesan a nadie mas que a nosotros.

– Va a ser una explosion considerable.

– Claro. La gente estara escandalizada, propondran reformar la justicia, y luego se les hara olvidar exhumando un caso cualquiera. Y ya sabe lo que pasara despues.

– La serpiente herida en tres escamas, victima de unas convulsiones, las habra reconstituido dentro de dos meses.

– O menos. Nosotros ponemos en marcha la contraofensiva, tecnica Weill. No denunciaremos al juez de Gavernan. Lo guardaremos como granada de reserva para protegernos, proteger a Nolet y a Mordent. Tecnica Weill tambien para encaminar desde Avinon hasta el Quai des Orfevres las virutas de lapiz y el casquillito. Que se perderan en algun sitio.

– ?Por que protegemos al cabron de Mordent?

– Porque el camino recto no es recto. Mordent no forma parte de la serpiente, esta se lo ha tragado entero. Se encuentra en su barriga, como Jonas.

– Como el tio en el oso.

– Ah -dijo Adamsberg-. Sabia que algun dia esa historia le interesaria.

– Pero ?que queda de la idea de Mordent en la serpiente alla arriba?

– Una espina desagradable y el recuerdo de un fracaso. Menos da una piedra.

– ?Que hacemos con Mordent?

– Lo que haga el. Si lo desea, se reincorpora. Un hombre que ha caido vale por diez. Solo usted y yo lo sabemos. Los demas piensan que es una depresion, de ahi que meta la pata. Tambien saben que ha recuperado intactos los testiculos, y hasta ahi llegan sus conocimientos. Nadie esta al corriente de su visita a casa de Pierre Vaudel.

– ?Por que no hablo Pierre Vaudel de los caballos de carreras, del estiercol?

– Su mujer no quiere que juegue.

– ?Y quien pago al portero del edificio, Francisco Delfino, para facilitar una falsa coartada a Josselin? ?El mismo Josselin, o Emma Carnot?

– Nadie. Josselin dio vacaciones a Francisco. Durante los dias que siguieron a lo de Garches, Francisco era Josselin. Tomo su lugar, en espera de la visita inevitable de los policias. Cuando lo vi, la porteria estaba oscura, el estaba tapado con una manta, incluidas las manos. Luego fue a su piso por la escalera de servicio y se cambio para recibirme.

– Refinado.

– Si. Salvo por su ex esposa. En cuanto Emma supo que Josselin era el medico de Vaudel, lo entendio mucho antes que nosotros. Enseguida.

– Ya sale -interrumpio Danglard-. La justicia acaba de caer.

Mordent avanzaba solo bajo la nube. Los hijos comieron uva verde y los padres tienen dentera. Su hija, libre, se iba a Fresnes a firmar papeles y recoger sus cosas. Cenaria en casa esa noche, el ya habia hecho la compra.

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