Adamsberg cogio a Mordent del brazo, Danglard se coloco al otro lado. El comandante los miro uno tras otro como una vieja garza pillada por la policia de los policias. Como una vieja garza que ha perdido su prestigio y sus plumas, condenada a la pesca vergonzosa y solitaria.

– Hemos venido a celebrar el exito de la justicia, Mordent -dijo Adamsberg-. A celebrar tambien el arresto de Josselin y la liberacion de los Paole, que vuelven a su destino de simples mortales, a celebrar el nacimiento de mi hijo mayor. Son muchas cosas que celebrar. Hemos dejado las cervezas en la terraza.

La mano de Adamsberg era firme, su rostro torcido y sonriente. La luz corria bajo su piel, su mirada estaba encendida, y Mordent sabia que cuando los ojos turbios de Adamsberg se transformaban en canicas relucientes era que se aproximaba a una presa o a una verdad. El comisario lo arrastraba a marchas forzadas hacia el cafe.

– ?Celebrar? -dijo Mordent con voz neutra, al no encontrar otra cosa que decir.

– Celebrar. Celebrar tambien la amable desaparicion de las virutas de lapiz y del casquillito de debajo de la nevera.

El brazo del comandante se agito apenas bajo los dedos de Adamsberg. Una vieja garza totalmente exhausta. Adamsberg lo sento entre los dos como quien suelta un paquete. Le ha saltado el fusible F3, penso, shock psicoemocional de calidad superior, inhibicion de la accion. Y sin un doctor Josselin a la vista para repararlo. Al irse el descendiente de Arnold Paole, la medicina perdia a uno de los grandes.

– Se ha jodido, ?no? -mascullo Mordent-. Normal -anadio apartando sus mechas grises, estirando el cuello fuera de la camisa con ese gesto de zancuda que solo el sabia hacer.

– Se ha jodido. Pero un dique habilmente concebido bloqueara el rio de lodo a las puertas del tribunal de Gavernan. Mas alla, no se vera nada de las traiciones, solo tierras inocentes. Nadie esta informado en la Brigada, la plaza esta vacante. Usted mismo. En cambio, Emma Carnot va a estallar. ?Recibia directamente las ordenes de ella?

Mordent asintio.

– ?En un movil particular?

– Si.

– ?Donde esta?

– Quedo destruido anoche.

– Perfecto. No trate de socorrerla para protegerse, Mordent. Ella mato a una mujer, mando disparar a Emile y luego trato de envenenarlo. Se disponia a cargarse al ultimo testigo de su boda.

Siempre alerta, Danglard habia pedido otra cerveza, que puso ante las narices de Mordent. Con gesto tan autoritario como la mano de Adamsberg y que significaba: «Bebe».

– No piense tampoco en suicidarse -anadio Adamsberg-. Seria inepto, diria Danglard, justo cuando Elaine lo necesita.

Adamsberg se levanto. El Sena corria a unos metros, hacia el mar, que a su vez corria hacia America, que corria hacia el Pacifico, que volvia hasta alli.

– Vraticu se -dijo-, voy a andar.

– ?Que dice? -pregunto Mordent, sorprendido, por un instante vuelto a la normalidad, cosa que parecio buena senal a Danglard.

– Es un trocito de los vampiri de Kisilova que se le ha quedado en el cuerpo. Acabara yendosele. O no. Con el nunca se sabe.

Adamsberg volvia hacia ellos, preocupado.

– Danglard, ya me lo ha dicho, pero no me acuerdo, ?de donde viene el Sena?

– De la meseta de Langres.

– ?No es del monte Gerbier-de-Jonc?

– No, eso es el Loira.

– Hvala, Danglard.

– De nada.

Eso significaba «gracias», explico Danglard a Mordent. Adamsberg volvio hacia el rio con sus andares balanceantes, sujetando con un dedo la chaqueta echada al hombro. Mordent levanto torpemente el vaso, como un hombre que no sabe si aun puede, lo dirigio vacilante hacia Adamsberg a lo lejos, y hacia Danglard a lo cerca.

– Hvala -dijo.

50

Adamsberg camino mas de una hora por el muelle, lado sol, escuchando a las gaviotas gritar en frances, movil en mano, a la espera de una llamada de Londres que recibio a las dos y cuarto, tal como le habia prometido Stock. La conversacion fue muy breve, ya que Adamsberg solo habia hecho una pregunta al superintendente Radstock, a la cual bastaba responder con «si» o «no».

«Yes», dijo Radstock, y Adamsberg le dio las gracias y colgo. Luego dudo unos instantes y eligio el numero de Estalere. El cabo seria el unico en no oponerle ni comentario ni critica.

– Estalere, vaya a ver a Josselin al hospital, tengo un mensaje para el.

– Si, comisario, apunto.

– Digale que el arbol de Hampstead Heath esta muerto.

– ?Hampstead Heath, la colina de Highgate?

– Eso es.

– ?Nada mas?

– No.

– Asi lo hare, comisario.

Adamsberg remonto lentamente la avenida, imaginando los tocones de Kiseljevo pudriendose alrededor de la tumba.

?Donde volveran a crecer, Peter?

Fred Vargas

***
,

[1] Ver, de la misma autora, La tercera virgen (Siruela, 2008).

[2] En el numero 36 del Quai des Orfevres se encuentra la Direccion regional de la policia judicial de la Prefectura de policia de Paris. (N. de la T.)

[3] Biblia de Jerusalen, Ezequiel 18, 2.

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