Gionga enrojecio de furia y metio con brusquedad la flecha en el carcaj.
– No os paseis de lista, hermana de Colgu. La procedencia de las flechas esta clara. Y lo tendre en cuenta a la hora de informar a mi principe.
Donndubhain se sonrojo ante el insulto directo a su prima.
– Solamente hay una
Gionga se limito a ensenar los dientes con una mueca desdenosa.
Fidelma se desentendio de el y tomo el carcaj para examinarlo. No habria otra manera de identificarlo entre otro centenar de carcajes, a no ser por las marcas de las flechas que presentaba. Hizo una sena a Conchobar para que le mostrara el arco. Era de buena manufactura y resistente, y no presentaba ninguna marca distintiva. Entonces se fijo en la espada. Era de mala calidad, aparecia oxidada en la parte del ensamble y ni siquiera estaba afilada. La empunadura estaba extranamente ornamentada con dientes de animal tallados. Fidelma ya habia visto alguna vez aquel estilo de espada; se llamaba
– Ya esta, Gionga -dijo al final-, ya hemos examinado las armas. ?Estais satisfecho?
– Satisfecho de que hayamos identificado el origen de las flechas, ?si! -confirmo el guerrero.
La puerta se abrio de golpe y el hermano Eadulf entro en la botica. Se detuvo en el umbral disculpandose.
– He sabido que os disponiais a examinar los cuerpos -dijo casi sin aliento, lo cual indicaba que habia venido corriendo.
Fidelma le pregunto, preocupada:
– ?Como esta mi hermano… y el principe Donennach?
– A buen recaudo. Estan a salvo, pero sentiran dolores y se mostraran irritables durante unos dias. No os preocupeis. Les estan curando las heridas y estan en buenas manos.
Fidelma se relajo y sonrio.
– En tal caso habeis llegado en el momento mas oportuno, Eadulf. Puede que necesite vuestra opinion.
Gionga lo fulmino con la mirada y protesto, enfadado:
– Nada se le ha perdido aqui a este forastero.
– Este
Gionga apreto la mandibula en un gesto de desaprobacion, pero no volvio a quejarse.
– Pasad, Eadulf, y decidme que os parece -lo invito Fidelma.
Eadulf se acerco a la mesa.
– Dos hombres, uno bajo y otro alto. El alto… -vacilo, inclinandose con cuidado sobre el cuerpo para examinarlo con minucia-. El alto ha muerto de una sola herida. Por el aspecto que presenta, fue una estocada en el corazon.
Gionga se rio y dijo con sarcasmo:
– Yo mismo podria haberlo dicho, ya que mi propia mano lo hizo.
Eadulf hizo caso omiso del comentario y prosiguio:
– El segundo, el mas bajo, murio a causa de tres golpes. Estaba de espaldas a su agresor cuando este lo ataco. Presenta una herida muy grave en la nuca; una punalada bajo el omoplato, que no creo que fuera mortal, pero le aplastaron la parte trasera del craneo, quiza con el puno de una espada. Yo diria que este hombre huia corriendo, cuando alguien lo mato desde una posicion mas elevada. Tal vez alguien a caballo.
Fidelma se atrevio a mirar fijamente al guerrero. El silencio era una acusacion. Gionga alzo el menton en un gesto desafiante.
– No importa el modo en que matas al enemigo mientras deje de ser una amenaza.
– Creia que habias dicho que este hombre os habia amenazado con la espada, ?no es asi? -pregunto Fidelma con tranquilidad.
– Primero si -respondio Gionga con desden-. Pero luego, cuando acabe con su companero, se dio la vuelta y echo a correr.
– ?Y no podriais haberlo capturado sin mas? -le reprocho Fidelma con dureza-. ?Teniais que matarlo, aun cuando podria habernos facilitado informacion inestimable sobre el acto cometido?
Gionga, algo inquieto, froto los pies contra el suelo.
– Tales consideraciones no acuden a la mente de un guerrero en pleno combate. Ese hombre era una amenaza y, por lo tanto, la elimine.
– ?Una amenaza! -repitio Fidelma sin alterarse-. Parece un hombre de edad avanzada, ademas de corpulento, con lo cual un guerrero joven como vos no habria tenido ninguna dificultad para desarmarlo. Sea como fuere, yo en vuestro lugar recordaria esto, Gionga de los Ui Fidgente: cuando un
Gionga le devolvio la mirada, pero no dijo nada.
Cuando Fidelma volvio a centrar su atencion en los cadaveres, vio a Eadulf inclinado sobre la cabeza del hombre mas bajo. Parecia entusiasmado.
– ?De que se trata? -solicito.
Sin decir nada, Eadulf le hizo una sena para que se aproximara.
Gionga y Donndubhain la siguieron con curiosidad.
Eadulf levanto la cabeza del hombre para que vieran la coronilla, la cual presentaba mucha sangre seca, alli donde Gionga le habia golpeado con el puno de la espada.
Fidelma abrio mucho los ojos.
– ?Que pasa, Fidelma? -exigio Gionga-. Yo solamente veo la herida que le he producido. No tengo ningun reparo en reconocer que lo hice yo. ?Y que?
Fidelma explico en un susurro:
– Lo que el hermano Eadulf senala, Gionga, es que, como vereis, hay una diferencia entre la forma en que le crece el cabello en la coronilla y la forma en que le crece alrededor. Como veis, en la zona que rodea la coronilla, el pelo es grueso y rizado. En la coronilla hay un circulo donde el pelo mide uno o dos centimetros.
Gionga seguia sin entender que significaba todo aquello.
Donndubhain fue el primero en comprenderlo.
– ?Significa que este hombre era sacerdote hasta hace poco?
– ?Que? -pregunto Gionga, asombrado, y se inclino para confirmar un hecho que habia pasado por alto.
– La
– ?Quereis decir con ello que este hombre era un forastero? -pregunto Gionga a Eadulf.
Fidelma cerro un momento los ojos.
– En los cinco reinos hay un gran numero de religiosos que renuncian a la tonsura de san Juan por la tonsura de san Pedro -explico-. La tonsura solamente nos dice que este hombre es… o era, miembro de una orden religiosa.
– Tambien sabemos que llevaba la tonsura hasta hace un par de semanas. Yo diria que es el tiempo necesario para alcanzar este largo -anadio Eadulf.
– ?Dos semanas? -inquirio Fidelma.
Eadulf asintio moviendo la cabeza.
Todos se hicieron atras para que el sajon prosiguiera con el examen explorando con cuidado el cuerpo. Senalo el antebrazo izquierdo y pregunto:
– ?Os habeis fijado en ese extrano tatuaje?
Se encorvaron para verlo mejor.
– Parece un pajaro -aventuro Donndubhain.
– Es un
– ?Que? -se extrano Eadulf.
– Es una especie de halcon -le explico.
– Pues yo nunca he visto nada igual -intervino Gionga.