– Es normal -concedio Fidelma-. Es dificil verlo, si no es en las regiones del norte.
– Y vos habeis estado, claro -se burlo el guerrero.
– Si. Lo he visto en Ulaidh y en el reino de Dal Riada, de camino al gran concilio, al que me habia convocado Oswy de Northumbria.
– ?Ah! -exclamo Eadulf, triunfal-. Ahora lo reconozco. En latin se denomina
Prosiguio con la exploracion, prestando especial atencion en manos y pies.
– Este hombre, ni es un religioso convertido a guerrero, ni un guerrero convertido a religioso -anuncio-. Tiene las manos y los pies finos, sin callosidades. Vereis, examinad la mano derecha, Fidelma, sobre todo entre el indice y el corazon.
Fidelma se acerco y levanto la mano flaccida y fria. Trato de inhibir el estremecimiento que le produjo el tacto repugnante de la carne blanda, que parecia maleable, como si le faltaran los huesos.
Con las cejas enarcadas dirigio una mirada a Eadulf antes de soltar la mano.
– ?Y ahora que sucede? -reclamo Gionga, resentido al no entender que pasaba.
– Tiene los dedos manchados de tinta -contesto Eadulf-. Significa que nuestro otrora monje era
Gionga se quejo:
– Bueno, resulta que el arquero era el otro, y portaba el emblema de la escolta suprema del rey de Cashel, y los arcos hechos en Cnoc Aine, un territorio gobernado por el primo de Colgu.
Fidelma no se molesto en comentar nada sobre aquella afirmacion.
– Centremos ahora la atencion en el arquero. ?Que podeis decirnos de este hombre, Eadulf?
Eadulf examino durante unos instantes el cuerpo del hombre mas alto antes de hacerse atras y dirigirse al grupo.
– Es un hombre musculoso y tiene manos acostumbradas al trabajo, aunque las lleva arregladas, y no sucias, como las llevaria si fuera granjero o peon. Los pies tambien estan endurecidos y el cuerpo atezado, pero tiene dos cicatrices, dos antiguas cicatrices que han sanado. Mirad: una esta en el costado izquierdo, junto a las costillas, y la otra en la parte superior del brazo izquierdo. Este hombre ha luchado en batalla. Es mas, es arquero profesional.
Gionga se echo a reir, burlandose de aquella ultima afirmacion.
– Solo porque me hayais oido decir que era un arquero, sajon, no teneis por que tratar de impresionarnos con vuestros poderes, como si fuerais una especie de hechicero.
Eadulf no se inmuto.
– Me limito a dar cuenta de lo que veo.
Fidelma sonrio con gravedad y sugirio:
– Acaso debais explicarselo a Gionga, ya que no comprende vuestro razonamiento.
Eadulf sonrio con impaciencia.
– Venid -pidio, haciendo una sena al guerrero Ui Fidgente-. En primer lugar, miramos la mano izquierda, con la que sostiene el arco. Mirad los callos de los dedos. En la mano derecha no los tiene. Esta mano esta acostumbrada a sostener una pieza robusta de madera. Fijaos ahora en la mano derecha. Tiene callos mas pequenos en las yemas del indice y el pulgar, ya que esta mano ha sostenido repetidamente el extremo del asta de una flecha. Mirad ahora la parte interior del antebrazo izquierdo y vereis unas antiguas marcas de quemaduras. Son del roce de la cuerda contra la carne. Esto se da cuando el arquero trata de lanzar una flecha detras de otra y no siempre tiene tiempo de alinear el arco con precision.
Gionga intento no parecer impresionado.
– Muy bien, sajon. Reconozco que vuestras argucias tienen logica. Sin embargo, yo podria haberos dicho que era arquero porque tenia el arco en la mano cuando lo alcance tras intentar dar muerte al principe.
– E intentar dar muerte tambien al rey de Muman -anadio Donndubhain-. Seguis sin tenerlo en cuenta.
– Mirad el atuendo del asesino -dijo Gionga con malhumor-. Explicad el emblema de la Cadena de Oro, que es la escolta suprema de vuestro primo.
El anciano monje Conchobar habia dejado las ropas sobre otra mesa, junto a las armas, para examinarlo en conjunto.
Fidelma tomo la cruz de la Cadena de Oro, simbolo de una antigua orden vinculada a los reyes Eoghanacht de Cashel. No presentaba ninguna marca distintiva. Eran similares a la cruz y la cadena que ella misma llevaba al cuello como muestra de gratitud de su hermano por los servicios prestados al reino.
– Donndubhain, vos estuvisteis muy unido a vuestro padre, el rey Cathal, que fuera rey de Cashel antes que mi hermano. Habeis conocido de primera mano a la escolta de los reyes como nadie. ?Reconoceis el cuerpo del arquero mas alto?
– No -aseguro el primo-. Nunca le he visto en compania de la escolta, Fidelma.
Ella le mostro el emblema.
– ?Habiais visto esto alguna vez… es decir, este emblema en concreto?
– Es como todos los emblemas que llevan los miembros de la orden de la Cadena de Oro, prima, como vos misma sabeis, pues tambien llevais una. Es imposible distinguirlas entre ellas.
Gionga se mostro suspicaz.
– Bueno, es normal que digais eso, ?no? ?Como ibais a admitir que un miembro de vuestra escolta es un asesino?
Donndubhain se volvio hecho una furia, llevandose la mano al puno de la espada como si fuera a desenvainarla, pero Fidelma lo detuvo.
– ?Deteneos! Lo creais o no, Gionga, este hombre no es un miembro reconocido de la orden de la Cadena de Oro. Yo no le reconozco, y mi primo tampoco. Teneis nuestra solemne palabra de que asi es.
– No esperaba menos -respondio Gionga, sin disiparse la incredulidad en su voz.
– Quiza llevaban la cruz con la intencion de confundirnos -opino Eadulf.
Gionga se echo a reir de manera ofensiva.
– ?Insinuais que el asesino penso en dejarse matar para que encontrarais el emblema y despistaros? - pregunto con sorna.
Fidelma vio el rostro disgustado de su amigo sajon y lo defendio.
– Es posible que el asesino pretendiera soltarla donde fueran a encontrarla -dijo, aunque poco convencida.
Entonces se volvio hacia el monton de ropa para examinarla.
– Son prendas de un material basto. No tienen nada que identifique su origen. Esta ropa podria venir de cualquier parte. Dos portamonedas de piel. Unas cuantas monedas en cada uno, pero de poco valor. Por lo visto, nuestros asesinos eran pobres. Y…
Callo al tocar algo en el interior del monedero que el hermano Conchobar habia atribuido al hombre mayor y rechoncho. Lo extrajo despacio.
Era un crucifijo que no llegaba a los ocho centimetros de largo, colgado de una larga cadena. Tanto el crucifijo como la cadena eran de lustrosa plata labrada. En los cuatro brazos del crucifijo habia cuatro piedras preciosas y, en el centro, otra mas grande. Eran esmeraldas. Saltaba a la vista que no era una pieza de artesania irlandesa, ya que era mas sencilla, menos compleja que los disenos que creaban los orfebres de Eireann.
Eadulf miraba el crucifijo sobre el hombro de Fidelma.
– Un miembro de una comunidad religiosa jamas llevaria una cruz como esta.
– Ni siquiera un sacerdote. Esta cruz pertenece, cuando menos, a un obispo -observo Fidelma algo sobrecogida-. Puede que tenga mas valor que la cruz normal y corriente de un obispo.
CAPITULO V