Eadulf tosio discretamente.
Fidelma oculto una sonrisa.
– Por supuesto, me gustaria que el hermano Eadulf tuviera via libre para acompanarme.
Colgu se volvio hacia Eadulf.
– ?Podriamos convenceros de…?
Dejo la pregunta inacabada en el aire.
– Hare lo posible por ayudar en lo que pueda -se ofrecio Eadulf con solemnidad.
– En tal caso ya esta todo arreglado -concluyo Colgu, dedicando una rapida sonrisa a su hermana-. Pondre a vuestra disposicion mis mejores corceles, a fin de acelerar el viaje.
– ?A cuanto esta Imleach de aqui? -pregunto Eadulf preocupado, pues penso que quiza se habia enredado en un viaje largo.
– Casi treinta y cuatro kilometros, pero el camino es recto. Podemos llegar antes del anochecer -dijo Fidelma para tranquilizarlo.
– Entonces, cuanto antes pidas al hermano Conchobar que haga el esbozo, antes podreis partir -aconsejo Colgu, tomando con la mano buena las manos de su hermana-. No hace falta decirte que lleves cuidado, Fidelma -dijo con gravedad-. Quien no vacila en matar a un rey, no vacilara en dar muerte a la hermana de un rey. Corren tiempos peligrosos.
Fidelma le estrecho la mano para tranquilizarlo.
– Tendre cuidado, hermano. Pero tu mismo debes seguir el consejo. Un ataque fallido puede acarrear a un segundo intento. Asi que, mientras no sepamos quien esta detras de estos hechos, procura estar ojo avizor sobre quien te rodea. Intuyo que el peligro acecha, hermano. Aqui, en los mismos pasillos de Cashel.
CAPITULO VI
Cuando Fidelma se dirigia a la cuadra a buscar los caballos para el viaje a Imleach se encontro con su primo Donndubhain. Normalmente, un religioso de categoria inferior a la de obispo o abad no habria viajado a caballo, pero Fidelma no solo gozaba de categoria como hermana del rey, sino que ademas poseia la suya propia como
Le sonrio a su prima, levantando el fajo para mostrarselo.
– El protocolo segun ha ordenado Colgu -explico-. Estoy seguro de que es papel mojado.
El papel, un invento oriental de tan solo unos siglos de antiguedad, todavia escaseaba; era tan caro que pocos reyes de Eireann se interesaban en importarlo. El papel de vitela de buena calidad era preferido como simbolo de encumbrada posicion social.
Fidelma dijo a su vez con seriedad:
– Dudo mucho que haya sido un gasto innecesario, primo.
– ?Quereis leer el texto, vos que teneis una mente mucho mas avezada que la mia a los asuntos legales?
– Vos sois el
– Tiempo de sobra -dijo Donndubhain con optimismo-. Os conozco muy bien, Fidelma. Poseeis el don de cerner arena y hallar el grano que buscais.
– Teneis en demasiada estima mis aptitudes.
Donndubhain era dos anos mas joven que Fidelma, pero de pequenos habian jugado juntos hasta que Fidelma tuvo que partir para completar su educacion.
Desde la infancia, Fidelma solo habia visto a Donndubhain unas pocas veces antes de regresar a Cashel el ano anterior, justo despues de que su hermano fuera nombrado rey, y su primo presunto heredero. Sabia que el, por si solo, constituia un apoyo sosegado y concienzudo para su hermano y que, aunque se tomara a la ligera el protocolo, poseia la mente de un buen abogado, asi que los textos estarian exentos de errores.
De pronto, Donndubhain miro a su alrededor, para asegurarse de que estaban a solas.
– En ocasiones -dijo con brusquedad en voz baja-, creo que vuestro hermano no se toma su cargo con la suficiente seriedad.
– ?En que sentido?
– Acepta con mucha facilidad la palabra de honor de la gente sin antes ponerla en duda. Como es un hombre honrado, cree que todo el mundo es honorable. Es demasiado confiado. Fijaos, por ejemplo, en este asunto con los Ui Fidgente. Ha confiado en Donennach sin vacilar.
– ?Oh, vaya! -se sorprendio Fidelma-. ?Y acaso vos no?
– Yo no me lo puedo permitir. ?Y si Colgu peca de confiado y nos hallamos ante una conspiracion del principe Donennach para asesinarlo? Alguien ha de estar preparado para proteger a vuestro hermano y a Cashel.
Fidelma reconocio para sus adentros que ella habia pensado lo mismo. No olvidaba que hacia solo nueve meses, los Ui Fidgente habian intentado derrocar el trono de Cashel. Apenas se habia secado la sangre derramada en Cnoc Aine, y aquel cambio de opinion, aquella voluntad de hacer las paces, resultaba tan abrupta, tan repentina, que compartia las sospechas de su primo.
– Con vos como
Donndubhain seguia preocupado.
– Desearia que me permitierais enviar un grupo de guerreros como escolta -dijo.
– Ya he rechazado la oferta de mi hermano sobre esta cuestion -explico Fidelma con firmeza-, y asimismo rechazo la vuestra. Eadulf y yo hemos hecho viajes mas arriesgados.
Donndubhain arrugo un momento el ceno y luego la miro con una amplia sonrisa.
– Por supuesto; teneis razon. Nuestro amigo sajon es una gran ayuda en momentos de peligro. Ha servido bien a Cashel desde que llego. Pero no es un guerrero. Es lento cuando hace falta una espada veloz.
Fidelma se ruborizo al sentirse en la obligacion de defenderlo, reaccion que la enfurecio.
– Eadulf es un buen hombre. Un sabueso de paso lento posee a menudo buenas cualidades -anadio, recurriendo a un antiguo proverbio.
– Cierto. No obstante, guardaos de ese tal Gionga de los Ui Fidgente. No me gusta nada. Hay algo en el que me escama.
– No sois el unico, primo -le dijo Fidelma, sonriendo-. No temais. Tendre cuidado.
– Si veis a nuestro primo Finguine de Cnoc Aine, dadle recuerdos de mi parte.
– Asi lo hare -le aseguro y, cuando ya se dirigia a las cuadras, se volvio otra vez-. Dijisteis que el mercader, Samradan, estaba en la abadia de Imleach para vender y comprar mercancias, ?verdad?
Donndubhain respondio, extranado:
– Si. Suele ir alli a comerciar. Pero supongo que los asesinos escogerian la azotea de su almacen al azar. No creo que este implicado en este asunto.
– Eso dijisteis. ?Habeis tenido ocasion de tratar con el?
– Si. Le he llevado algun que otro objeto de plata -dijo, tocandose el broche-. ?Por que?
– No conozco a ese hombre… ?Es de este pueblo?
– Hace anos que vive aqui. No sabria decir cuanto tiempo exactamente. Tampoco se de donde procede.
– No tiene importancia -senalo Fidelma-. Como decis, no puede estar implicado en este asunto. Ahora debo marcharme. Nos veremos aqui dentro de nueve dias.
Levantando el fajo de papeles, Donndubhain le aseguro con una sonrisa:
– Vuestro hermano estara a salvo de aqui a que regreseis. Os lo prometo. Id tranquila, prima, y volved pronto.