Las nubes que habian dominado el cielo a primera hora del dia se habian disipado. Ahora vagaban despacio a gran altura como algodonosos corderos en un pasto azur, donde el sol penetraba ora aqui, ora alla, templando los prados. Todavia soplaba una ligera brisa, pero era agradable. Fidelma y Eadulf habian llegado a una bifurcacion del rio Suir, situada a unos seis kilometros al oeste de Cashel, donde un puente de madera cruzaba sobre la veloz corriente de las aguas, hasta un islote en medio del cual se alzaba una
Fidelma, que montaba en cabeza sobre una yegua blanca de la cuadra de su hermano, se detuvo en medio del puente. Eadulf tiro de las riendas de su potro alazan y le pregunto, frunciendo el ceno:
– ?Que sucede?
Fidelma habia advertido actividad en el interior de la
Fidelma entrecerro los ojos al observarles.
– Estad alerta, Eadulf -le aviso en voz baja-. Parece que el guerrero lleva la insignia de los Ui Fidgente.
Empujo suavemente al caballo para que avanzara un poco.
– ?Alto! -grito el guerrero del centro levantando la espada-. ?No sigais adelante!
– ?Quien da ordenes en este puente con el palacio del rey de Cashel a la vista? -exigio ella con enfado.
El guerrero solto una carcajada desdenosa.
– Alguien que quiere impedir el cruce, hermana -respondio con sarcasmo.
– Sabed que soy
El hombre no cambio de actitud.
– Se muy bien quien sois, hermana de Colgu. Y se quien es el cachorro sajon que llevais con vos.
– En tal caso, si lo sabeis, tambien sabreis que debeis apartaros, Ui Fidgente, pues no teneis derecho a cerrar el paso en ningun camino publico de este reino.
El guerrero senalo a los arqueros que lo cubrian.
– Ellos me dan ese derecho.
– ?Y quien os lo ordena?
– Mi senor, Gionga, capitan de la escolta del principe Donennach. Nadie cruzara este puente hasta que no se haya celebrado la vista en Cashel. Tales son las ordenes que he recibido de mi senor a fin de evitar mas conspiraciones contra el principe de los Ui Fidgente.
Fidelma abrio un poco los ojos. Sus pensamientos corrian. ?Asi que Gionga habia apostado a una guardia para impedirle ir a Imleach? El puente cubria la unica via rapida hacia Imleach. ?Como se habia enterado Gionga de su viaje y por que consideraba que debia impedirlo? ?Que temia aquel que ella fuera a descubrir?
– El puente esta cerrado para vos -respondio el guerrero sin facilitar mas informacion-. Ahora regresad a Cashel.
– La guardia de mi hermano no tardara en romper esta barrera -amenazo a su vez Fidelma.
Con cuidado, el guerrero hizo la pantomima de mirar a ambos lados.
– No veo a la guardia de vuestro hermano por ninguna parte -se mofo.
Fidelma no solo habia visto a los arqueros y a su comandante, sino que habia localizado a una docena de guerreros Ui Fidgente, o mas, acampados dentro de la
Hizo girar con cuidado a la yegua de cara a Eadulf; las pezunas herradas del caballo resonaban como un tambor sobre el entablado de madera.
– Seguidme -le ordeno a media voz-. ?Habeis oido lo que he hablado con el guerrero Ui Fidgente?
Eadulf asintio, obedeciendo sus instrucciones sin pronunciar palabra. Sintio un hormigueo en la espalda al exponerla a los hombres que les amenazaban con los arcos tensos, listos para atacar.
– Al parecer, todo esto confirma la existencia de una conspiracion por parte de los Ui Fidgente -susurro el joven cuando estuvieron fuera de alcance-. Gionga debe de estar desesperado por impedirnos ir hasta Cnoc Aine a buscar pruebas. No hacen falta mas evidencias que demuestren su culpabilidad.
– Eso es lo que me preocupa. Estoy segura de que Gionga se daria cuenta de que se avisaria enseguida a los guerreros de Cashel y que estos no tardarian en dispersar a esos hombres. La deduccion logica seria que los Ui Fidgente reconocen su culpabilidad con esta accion.
– Esta claro que se han salido con la suya en algo, y es que no lleguemos a Imleach esta noche. De aqui a Cashel tenemos mas de seis kilometros.
– Llegaremos esta noche -aseguro Fidelma con voz firme-. Cuando rebasemos la proxima curva y estemos fuera del campo de vision de los hombres del puente, vereis que hay un camino a mano derecha que va hacia el sur. Torced al llegar.
– ?Hacia el sur? Creia que era el unico puente sobre el rio en kilometros.
Fidelma solto una risita.
– Y lo es.
– Entonces, ?que…?
– Deprisa. Ahi esta el camino.
Llamarlo camino era hacerle un honor. No era mas que un sendero angosto por el que el caballo a duras penas podia pasar, rozando arbustos y arboles constantemente. El sendero desaparecia en una amplia y oscura franja de boscaje que crecia a lo largo de la ribera.
– ?Y ahora que? -pregunto Eadulf, espoleando a su joven caballo verdor adentro.
– Este camino nos llevara hacia el sur a traves de los bosques riberenos. A unos ochocientos metros, la espesura da paso a un terreno abierto y pantanoso. Entonces yo pasare delante, porque los caballos andaran entre juncos y pantanales. A otros ochocientos metros de alli, deberiamos llegar a un vado del rio que poca gente conoce. Se llama Atha Asail, o el vado del Asno. Es un cruce traicionero, pero lo sortearemos. No retrasaremos mas el viaje.
– ?Estais segura de que es el mejor plan? -se lamento Eadulf, pensando en las aguas turbulentas del rio.
Aunque se habia encontrado con un sinfin de situaciones peligrosas, no era hombre que gustara de buscar riesgos innecesarios. No creia en el proverbio sajon que decia: «el peligro y el placer son vastagos de un mismo tallo». Eadulf hallo su filosofia de vida en un escrito de Lucrecio: «Cuando los vientos turban las aguas de alta mar, es grato contemplar desde tierra los grandes peligros que a otros acechan».
– De pequena solia cruzar el vado del Asno. No entrana peligro alguno si se tiene cuidado -dijo Fidelma para sosegarlo-. Si quereis ejercitar la mente, ?por que no pensais en como ha sabido Gionga que nos dirigiamos a Imleach?
Eadulf cambio de cara: aquello ni se le habia ocurrido.
– Quizas oyo algo mientras hablabamos con vuestro hermano. O quiza durante nuestra conversacion con el hermano Conchobar al pedirle que trazara un esbozo del crucifijo. Tal vez nos viera ensillar a los caballos e hizo sus propias deducciones.
Fidelma chasqueo la lengua en senal de desaprobacion.
– No me ayudais mucho -lo reprendio-, pues solo expresais dudas que ya me he planteado. Necesito respuestas. Ya tengo una respuesta negativa a vuestra ultima pregunta, pues, ?como habria tenido tiempo de enviar a sus hombres para encontrarnoslos en el puente? O, si ya estaban alli, ?como iba a tener tiempo de enviar a alguien para avisarles de que llegabamos? El ya sabia adonde ibamos antes de ponernos en marcha.
– Entonces os hace falta un profeta para que os conteste -murmuro Eadulf, irritado por aquel incomodo sendero que discurria entre brezos que le rozaban las piernas, y ramas que se le enganchaban, y preocupado por tener que vadear las aguas rapidas del rio-. Debierais haber consultado a ese viejo mago amigo vuestro, el hermano Conchobar.