– Hay fuego en el hogar; la chimenea esta encendida -les indico Aona-. Pasad; pasad los dos.
Abrio la puerta y se hizo a un lado para invitarles a entrar.
– Es una lastima, pero no podemos quedarnos mucho tiempo. Debo llegar a Imleach antes de que caiga la noche -se lamento Fidelma, siguiendo a Eadulf adentro.
El sajon fue derecho al crepitante fuego, cuyas llamas devoraban un monton de troncos encendidos.
– Pero os quedareis a comer algo, ?no?
Eadulf iba a contestar que si, cuando Fidelma respondio con una negativa, moviendo firmemente la cabeza.
– No tenemos tiempo. Nos quedaremos lo justo para beber algo que nos haga entrar en calor y para que el hermano Eadulf se cambie las prendas mojadas. Luego partiremos.
Aona reflejo su desencanto en el gesto.
Fidelma puso una mano sobre el brazo del anciano.
– Esperemos que nuestro cometido nos permita regresar pronto y asi hacer justicia a vuestra hospitalidad. Se trata de un asunto urgente, de suma importancia para la seguridad del reino. No es un simple capricho.
Aona habia servido en la escolta de los reyes de Cashel durante buena parte de su juventud, por lo que al oir aquello se puso erecto.
– Si el reino esta en peligro, senora, decidme de que modo puedo servir.
Fidelma se volvio hacia Eadulf, que estaba de pie junto al fuego, incomodo, porque de sus ropas salia vapor.
– ?Teneis alguna sala donde el hermano Eadulf pueda cambiarse?
Aona senalo una puerta lateral, al otro lado de la sala principal de la posada.
– Ahi dentro, hermano. Sacad luego vuestra ropa mojada y la secaremos al fuego.
– El tiempo es oro -anadio Fidelma, como si de este modo excusara el tono perentorio.
Cuando Eadulf desaparecio con la alforja y Aona lleno dos jarras de
– ?Como se comportaron los Ui Fidgente mientras esperaban a mi hermano? -pregunto al posadero.
Aona puso cara de extraneza, repitiendo:
– ?Como se comportaron?
– Si. ?Se mostraron cordiales o agresivos y descorteses?
– Creo que se comportaron bastante bien. ?Por que lo preguntais?
– ?No les oisteis hablar de descontento? ?No os causaron la impresion de que estuvieran tramando algo?
Ofreciendo una jarra de la fuerte cerveza a Fidelma, el anciano posadero respondio negando con la cabeza.
Fidelma tomo un sorbo con distraccion y luego pregunto:
– ?Y todos los miembros del cortejo le acompanaron a Cashel? ?No se encontraron con nadie mas aqui?
– No que yo viera. ?Que sucede?
– En cuanto mi hermano y Donennach llegaron a Cashel intentaron asesinarlos.
De pronto, el anciano dio un respingo. Parecia alarmado.
– ?Y el rey… fue malherido?
– Heridas superficiales -lo tranquilizo Fidelma-. Son graves, pero no tardaran en curarse. Sin embargo, hay guerreros de los Ui Fidgente que acusan a Cashel de engano y, a pesar de haber sido herido, le acusan de estar detras de este ataque.
Eadulf volvio a salir, vestido con ropa seca y con la mojada colgada del brazo.
El posadero se apresuro a tomarla y colgarla en una barra frente al fuego.
– Se secara enseguida -le dijo.
Le dio una segunda jarra de cerveza y volvio a dirigirse a Fidelma.
– Los Ui Fidgente deben de estar locos para hacer semejante acusacion… a menos que sea parte de su plan.
Eadulf vacio la jarra de un solo trago y se echo a toser por los efectos del fortisimo alcohol.
Aona lo reprendio con una sonrisa, diciendole:
– La
Eadulf asintio con la cabeza, soltando un ligero grito ahogado.
Aona vertio agua de una vasija en la jarra; Eadulf la engullo, y luego abrio la boca para tomar aire.
Sin prestar atencion a su companero, Fidelma se quedo sentada contemplando el fuego, sumida en sus pensamientos. Entonces alzo la vista y volvio a preguntar al anciano:
– ?Estais seguro, Aona, de que no visteis nada inusual, nada extrano?
– Nada en absoluto, senora. Teneis mi palabra -le aseguro el otrora guerrero-. Donennach y su sequito llegaron aqui anoche. El principe de los Ui Fidgente y sus consejeros personales durmieron en la posada. Sus guerreros acamparon en los prados, junto a la ribera. Todos se comportaron bien. Luego llego vuestro hermano, y partieron todos juntos con destino a Cashel. Es cuanto se.
– ?Nadie les siguio? ?Tal vez un hombre alto, un arquero, y otro bajito y rechoncho?
Aona movio con enfasis la cabeza.
– No vi a tales hombres, senora.
– Muy bien, Aona. Pero manteneos alerta durante los proximos dias. No confio en los Ui Fidgente.
– ?Y si veo algo?
– ?Conoceis a Capa?
Aona se rio de buena gana.
– Yo ensene a ese joven todo cuanto sabe. Era de lo mas torpe cuando entro a formar parte de la escolta del rey de Cashel. Sabia menos de guerra que…
Fidelma interrumpio sus recuerdos con delicadeza diciendo:
– Ahora vuestro aprendiz es el capitan de la escolta real, como vos lo fuisteis antano, Aona. Si teneis noticia de algun movimiento por parte de los Ui Fidgente, enviad un mensaje a Cashel dirigido a Capa. ?De acuerdo?
Aona asintio con enfasis.
– Asi sera, senora. ?Que mas puedo ofreceros?
Eadulf tosio discretamente.
– Acaso un poco mas de esa cerveza vuestra a la que llamais
Aona fue a buscar un tonel de madera para echar mas bebida a la jarra de Eadulf. Al volver, fruncia el ceno como si algo le hubiera venido a la mente.
– ?Ocurre algo, Aona? -pregunto Fidelma en cuanto advirtio su expresion.
El anciano posadero se rasco la punta de la nariz.
– Trataba de recordar algo. Me habeis preguntado acerca de un hombre alto… ?eran un arquero y otro hombre mas bajo que le acompanaba?
Fidelma se inclino hacia delante mostrando interes.
– ?Los visteis? Dificil habria sido pasarlos por alto si iban juntos. Formaban una pareja extrana.
– Si que los vi, si -confirmo el posadero.
Fidelma pregunto con un gesto triunfal:
– ?Los visteis? Pero cuando os he preguntado antes, me habeis dicho que estabais seguro de que no habian estado aqui.
Aona movio la cabeza y explico:
– Porque me habeis preguntado si los habia visto con los Ui Fidgente en las ultimas veinticuatro horas. Y hace una semana que vi a una pareja como la que describis.
– ?Hace una semana? -intervino Eadulf, decepcionado-. En tal caso puede que no sean los villanos que buscamos.
– ?Podeis describirlos? -insto Fidelma.
Aona se acaricio el menton con la mano izquierda, como si aquello le ayudara a pensar.
– Puedo deciros que el hombre mas bajo y rechoncho era como el -dijo senalando a Eadulf con el pulgar.