Apuro la copa y se puso en pie con resolucion.

– Permitidme ver la habitacion de Mochta -solicito-. Supongo que estara intacta desde la investigacion de esta manana.

El abad movio la cabeza y respondio, poniendose el tambien de pie:

– Todo se halla tal cual lo encontramos. Pero no deja de impresionarme y desconcertarme que un hombre como el hermano Mochta fuera capaz de semejante acto. Era un hombre tan sosegado, y tan poco dado a la conversacion, que no hablaba ni a su favor.

– Altissima quaeque flumina minimo sono labi -entono Eadulf.

Fidelma arrugo la nariz.

– Quiza sea cierto. Los rios mas profundos fluyen con menos fragor. Sin embargo, por lo general dejan algun rastro al pasar y lo trataremos de averiguar. Conducidnos a la celda del hermano Mochta, Segdae.

El abad Segdae tomo un candil, y salieron de la sala. Por los corredores oyeron un sonido debil y lejano.

– Los hermanos estan en su clais-cetul -explico el abad Segdae al ver a Eadulf detenerse a escuchar.

Era una expresion nueva para el.

– Cantan en coro -explico Segdae-. El termino significa las armonias de la voz. Aqui cantamos los Salmos a la manera de los galos, primos nuestros, y no tanto a la de los classis catolicos.

Eadulf se percato de un curioso efecto acustico en aquel rincon de la abadia. Las voces de los coristas procedian sin duda de la capilla situada en el extremo opuesto del claustro. Incluso distinguia las palabras.

Regem, regum, rogamus

in nostris sermonibus,

anacht Noe a luchtlach

Diluui temporibus…

– «Rogamos en nuestras dos lenguas -empezo a traducir Fidelma pensativamente- al rey de reyes que protegio a Noe y a su tripulacion en los dias del Diluvio…»

– Nunca habia oido nada igual -reconocio Eadulf-. Esta mezcla de latin e irlandes en un verso resulta muy extrana.

– Es uno de los cantos de Coiman moccu Cluasaif, el lector de Cork. Lo compuso hace dos anos, cuando se cernia la amenaza de la peste amarilla -explico Segdae.

Se quedaron de pie escuchando unos momentos, pues algo hipnotico habia en la ascension y caida de las voces corales.

– Parece que este basado en la oracion del breviario para el encomio del alma -aventuro Fidelma.

– Es precisamente eso, Fidelma -confirmo Segdae con apreciacion-. Me alegra ver que no dejais de lado los estudios religiosos pese a la reputacion que estais adquiriendo como dalaigh.

– Lo cual nos recuerda por que estamos aqui, Segdae -anadio Fidelma con seriedad.

El abad siguio guiandoles por los oscuros pasillos de la abadia. La luz de las antorchas proyectaba sombras tremulas desde los quemadores de metal clavados a lo largo de las paredes de piedra.

Ya era de noche cerrada y, aparte del olor acre de las antorchas y de su luz enganosa, la oscuridad envolvia todo el monasterio.

– Quiza fuera mas prudente esperar a manana -susurro Eadulf mirando a su alrededor-. No creo que podamos ver gran cosa con esta luz.

– Tal vez -coincidio Fidelma-. Es cierto que la luz artificial puede ser traicionera en ocasiones, pero quiero hacer una evaluacion superficial, pues cuanto mas se aplazan las cosas mas se confunden luego.

Guardaron silencio al proseguir por los pasillos de la abadia y luego a traves del claustro.

– El viento vuelve a soplar del sudoeste -susurro el abad al flamear las antorchas con violencia.

Se detuvo frente a una puerta, se inclino para abrirla y se hizo a un lado, sosteniendo el candil para que entraran.

Una vez dentro, la luz ilumino una habitacion desordenada.

– Esta exactamente igual que la hallamos el hermano Madagan y yo esta manana. Por cierto -dijo Segdae, volviendose de cara a Eadulf, para disculparse-, iba a sugeriros que esta noche compartierais celda con el, pues parece que el hostal esta completo. Claro que solo sera esta noche. Un grupo de peregrinos se hospeda aqui esta noche; van de camino a la costa para zarpar en un barco que los llevara al templo sagrado de Santiago del Campo de las Estrellas.

– No tengo ningun inconveniente en compartir una habitacion con el hermano Madagan -respondio Eadulf.

– Bien. Manana nuestra casa de huespedes volvera a estar casi vacia.

– ?Yo tambien voy a compartir cuarto esta noche? -pregunto Fidelma distraidamente mientras examinaba la habitacion.

– No; para vos, Fidelma, he dispuesto un aposento especial -le aseguro Segdae.

Fidelma miro el caos que la rodeaba bajo la luz del candil. Le costaba reconocerlo, pero Eadulf tenia toda la razon: con luz artificial poco se veia. En la penumbra podian pasar por alto elementos importantes. Exhalo un suspiro y se volvio hacia ellos.

– Tal vez sea mejor examinar la habitacion con la luz de la manana -dijo sin mirar a Eadulf al reconocerlo.

– Como deseeis -accedio el abad-. Volvere a cerrarla a cal y canto para que nadie toque nada.

– Decidme -dijo ella cuando Segdae se inclino a cerrar la puerta con llave, ya fuera de la habitacion-, habeis comentado antes que un grupo de peregrinos se aloja en vuestra casa de huespedes. ?Hay otros viajeros que se hospeden aqui?

– Mas peregrinos, si.

– No, me refiero a otra clase de viajeros.

– No. Bueno… si, contando a Samradan, el mercader. Le conocereis, ya que es de Cashel.

– Yo no le conozco, pero se que mi primo Donndubhain si. ?Que sabeis de el?

– Bastante poco -dijo el abad encogiendose de hombros-. Suele tener trato comercial con la abadia, solo eso. Creo que lleva haciendolo desde hace un par de anos. Me consta que es de Cashel. Pasa a menudo por aqui con carros de mercaderias y lo hospedamos mientras negociamos el trueque.

Fidelma asintio con gesto pensativo.

– ?Decis que viene con carros? ?Quien los lleva?

– Le acompanan tres hombres, pero prefieren quedarse en la posada del pueblo -dijo, aspirando con desaprobacion-. No es precisamente el lugar mas recomendable, ya que no goza de buena reputacion. No es una posada legal, pues no cuenta con la aprobacion del bo-aire local, el jefe menor del pueblo. He tenido que mediar en un par de ocasiones con la posadera, una mujer lujuriosa llamada Cred, por su conducta…

Fidelma le interrumpio. No tenia interes en la conducta de aquella mujer.

– ?Cuanto tiempo ha pasado Samradan aqui en este viaje?

Segdae se dio unos golpecitos en la nariz, como si esto le ayudara a estimular la memoria.

– Pareceis muy interesada en Samradan. ?Es sospechoso de algo?

Fidelma hizo una sena negativa con la mano.

– No, sencillamente tengo curiosidad. Creia conocer a la mayoria de los habitantes de Cashel, pero a Samradan no le conozco. ?Y desde cuando decis que se hospeda en la abadia?

– Desde hace unos dias. Para ser exacto, no mas de una semana. Tendreis ocasion de encontrarlo manana durante el desayuno. Quizas el pueda informaros de lo que querais saber. Y ahora, ?deseais que os acompane a las dependencias donde pasareis la noche?

Eadulf sonrio ante la propuesta.

– Una buena sugerencia, senor abad. Estoy exhausto. Ha sido un largo dia de incidentes.

– Cuando os hayais refrescado -prosiguio el abad-, imagino que querreis uniros a los hermanos para la misa de medianoche.

No reparo en la expresion cariacontecida del sajon al conducirlos por el corredor y a traves de un patio

Вы читаете El Monje Desaparecido
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату