Eadulf abrio la boca, y un gesto de indignacion impregno su rostro.

– ?Que estais insinuando? -exigio-. ?Que soy gordo y bajo? Sera…

Fidelma alzo una mano impaciente para acallarle y pidio al posadero con amabilidad:

– Explicaos, Aona. Dado que mi companero no es gordo ni bajo, habeis suscitado una pregunta. ?En que sentido se parecia ese hombre a Eadulf?

Aona hizo una mueca.

– No me referia a que se pareciera al sajon en estatura o constitucion. No, me referia a que era un religioso y que llevaba el cabello cortado de un modo similar al suyo, que en nada se parece a la tonsura de nuestros monjes irlandeses. Eso me llamo la atencion.

Fidelma entorno los ojos.

– ?Quereis decir que llevaba una tonsura en la coronilla, como la que lleva mi companero?

– ?Acaso no es lo que he dicho? -se quejo el posadero-. Si me fije tanto y me parecio tan curioso fue porque no estaba recien rasurado, sino mas bien parecia que se estaba dejando crecer el pelo para cubrir la tonsura.

– ?Que mas podeis decir de su aspecto?

– Que era bajo y de contorno grande y, aparte, que tenia el pelo canoso y rizado. Era de mediana edad y, aunque no vestia el habito de un religioso, sin duda actuaba como tal.

Eadulf miro a Fidelma.

– Coincide con la descripcion del asesino -dijo, y se volvio hacia el posadero-. ?Y el otro?

Aona se quedo pensando un momento.

– Creo que el otro era rubio. El cabello le caia por la espalda. Aunque no estoy seguro, porque llevaba un gorro e iba vestido con un jubon de cuero. Llevaba un arco y un carcaj, y por eso pense que debia de ser arquero profesional.

Fidelma dio un suspiro de satisfaccion.

– Creo que la descripcion se corresponde de sobra. ?Y decis que estuvieron en esta misma posada hace una semana?

– Que yo recuerde, si. Otra cosa por la que me acuerdo de ellos con tanta claridad es la diferencia de sus constituciones fisicas, como habeis comentado.

– ?No recordareis de donde venian o adonde se dirigian?

– Yo no -contesto el posadero.

Eadulf puso cara larga y se lamento.

– Eso significa que no sabemos mas de los que ya sabiamos.

Fidelma apreto los labios con un gesto de desaprobacion.

De repente se abrio la puerta y entro el muchacho que pescaba en el rio y con el que habia hablado Fidelma.

Aona senalo al nino.

– Puede que mi nieto, Adag, os pueda ayudar. El les sirvio, mientras yo atendia a sus caballos.

Antes de que Fidelma pudiera preguntar nada, Aona se volvio hacia el nieto y le pregunto:

– Adag, ?recuerdas que te burlaste de dos tipos que estuvieron en la posada hace una semana?

El nino dejo el sedal y el cesto sobre la mesa y miro, nervioso, a Eadulf y Fidelma. No dijo nada.

– No pasa nada, Adag, no has hecho nada malo. Seguro que te acuerdas, porque te reias de que uno era alto y delgado y el otro bajo y gordo y formaban una pareja graciosa.

El nino bajo la cabeza casi de mala gana.

– ?Podeis decirnos algo de ellos, Adag? -insistio Fidelma-. Es decir, aparte de su aspecto.

– Solo que uno era gordo y el otro arquero.

– Si, ya lo sabemos. Pero, ?sabriais decirnos algo mas?

El muchacho se encogio de hombros con indiferencia.

– No, nada mas. Yo les servi, mientras mi abuelo atendia sus caballos.

– Asi que vinieron a caballo -senalo Eadulf en tono triunfal, y luego se dirigio a Fidelma-: Es raro que un monje viaje a caballo.

El nino lo miro con curiosidad.

– ?Por que, si vos y la hermana tambien viajais a caballo?

– Es porque… -Eadulf se disponia a explicarselo, cuando el abuelo de Adag le interrumpio.

– Muchacho, debes saber que hay religiosos que no estan obligados a acatar la regla general de no montar a caballo si pertenecen a cierto rango. Mas tarde te lo explicare mejor. Ahora, responde a las preguntas de la senora.

Adag se encogio de hombros.

– Recuerdo que el gordo le entrego una bolsa de piel al arquero mientras bebian juntos. Solo eso.

– ?Nada mas?

– No, salvo que el gordo no era extranjero.

– ?Extranjero?

– No, era de Eireann, pero creo que no era del sur. Lo supe por su acento. El arquero era de las regiones del sur, seguro. Pero el monje no.

– ?Oisteis de que hablaban?

El nino nego moviendo la cabeza.

– ?Sabeis si alguien vio por que direccion vinieron?

– No, pero el gordo llego primero -intervino Aona.

– Vaya. ?Asi que no llegaron juntos?

– No -contesto Aona-. Ahora que recuerdo, el gordo llego antes, y el caballo necesitaba atencion. En la posada solo estabamos mi nieto y yo, de modo que sali a ocuparme del caballo, mientras Adag servia algo de comer al monje. Fue entonces cuando llego el arquero. No vi desde donde, porque estaba en la cuadra.

– ?Y advertisteis alguna peculiaridad en los caballos? -insistio Fidelma.

Aona asintio y se le iluminaron los ojos.

– La montura del arquero tenia cicatrices. Era un caballo para la guerra. De color castano. Algo mayor ya. Le vi unas cuantas heridas cicatrizadas. La silla era propia del corcel de un guerrero. Portaba otro carcaj atado a la silla. Aparte de esto, llevaba encima todas sus armas. Recuerdo que el caballo del gordo estaba en forma y que el arnes y la silla eran de buena calidad, de la calidad que suelen tener las sillas de un mercader. Pero solo me acuerdo de eso.

Fidelma se levanto. Extrajo una moneda del marsupium y se la dio a Aona.

– Creo que vuestra ropa ya esta seca, Eadulf -le dijo con firmeza.

Aona le dio las gracias a Fidelma mientras Eadulf descolgaba la ropa de la barra y la introducia doblada en la alforja.

– ?Debo entonces buscar a esos dos desconocidos, senora? -pregunto Aona-. ?Debo acudir a Capa y hablarle de ellos?

Fidelma le dijo con una sonrisa ironica:

– Si vierais a esos dos desconocidos, Aona, antes habriais de acudir a un sacerdote que a Capa. Los mataron esta manana despues de intentar dar muerte a mi hermano y al principe Donennach.

Levanto una mano en senal de despedida y se dirigio hacia la puerta, seguida de Eadulf. Cuando Fidelma monto en la yegua, vio a Aona y a su nieto Adag de pie junto a la puerta, mirandolos.

– ?Estad alerta! -grito, haciendo girar al caballo en el jardin de la posada para adentrarse en el camino hacia Imleach.

Cabalgaron en silencio a lo largo de un buen trecho. El camino se prolongaba por la orilla norte del Ara, y empezaba a percibirse la falta de luz. Al sur, la larga y boscosa serrania de Slievenamuck se alzaba contra la luz del cielo meridional, mientras que delante, sobre el horizonte occidental, pendia la ultima gota del sol de poniente. El camino era llano y bastante recto, y atravesaba un terreno elevado a medida que se alejaba del terreno mas deprimido que rodeaba el Pozo de Ara. Hacia el norte, a unos kilometros de alli, se elevaba otra cordillera. Cuando Eadulf pregunto a Fidelma como se llamaba, esta le contesto que eran las montanas de Slieve Felim, una region aspera e inhospita tras la cual yacia la tierra de los Ui Fidgente.

Recorrieron en silencio la mayor parte del trayecto porque Eadulf advirtio que Fidelma arrugaba la frente,

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