arrastraban por el suelo dos formas humanas con las munecas atadas a una cuerda sujeta a la perilla de la montura del jinete que iba en cabeza.

Fidelma los vio y se volvio hacia su hermano lanzando una exclamacion de protesta para criticar tamana barbaridad. Para ella, era motivo de indignacion dar un trato semejante a una persona, a cualquier persona, aun cuando pudiera ser un asesino. Pero su queja se acallo en sus labios en cuanto los jinetes se detuvieron. Basto una miraba rapida a aquellos cuerpos ensangrentados para saber que ya estaban muertos.

El guerrero en cabeza, un hombre de rostro ovalado y anodino, y ojos entornados, desmonto de un salto y se aproximo a zancadas a la camilla del principe. Saludo haciendo una rapida senal con la espada manchada de sangre.

– Mi senor, creo que debeis echar un vistazo a estos hombres -dijo con dureza.

– ?Acaso no veis que estamos llevando a vuestro principe a palacio para curarle la herida? -exigio Eadulf con furia-. No importuneis con tal asunto hasta que no se haya completado esta labor.

– Callad, forastero, cuando hable con mi principe -le espeto el guerrero con altaneria.

Colgu, que se habia detenido a poca distancia de alli, se dio la vuelta con una mueca de colera y dolor, apoyandose en Donndubhain.

– ?No os atrevais a dar ordenes en las laderas de Cashel, donde yo gobierno! -lo increpo apretando los dientes.

El guerrero Ui Fidgente ni siquiera pestaneo, ni aparto la mirada del rostro angustiado y palido de Donennach de los Ui Fidgente, tendido en la camilla delante de el.

– Mi senor, es un asunto urgente.

Donennach se incorporo apoyandose en un hombro, sintiendo el mismo dolor que el de su anfitrion.

– ?A que se debe tanta urgencia, Gionga?

El guerrero, que asi se llamaba, hizo una sena a uno de sus hombres, que habia cortado las cuerdas que ataban a los cuerpos. Arrastro uno de ellos a un lado de la camilla.

– Aqui teneis a los perros que os han disparado, mi senor. Mirad a este -dijo, y sostuvo en el aire la cabeza del hombre.

Donennach se inclino desde la litera. En las comisuras de los labios mostraba cierta tension.

– No lo reconozco -se quejo.

– No tendriais por que, mi senor -respondio Gionga-. Pero tal vez reconozcais el emblema que lleva al cuello.

Donennach lo miro fijamente y luego fruncio los labios sin emitir sonido.

– Colgu, ?que significa esto? -exigio, mirando hacia donde Donndubhain habia ayudado al rey de Muman a aproximarse para ver mejor el cuerpo.

Colgu miro con angustia al hombre muerto. Fidelma y Eadulf estaban de pie a su lado. Nadie reconocio el cuerpo, pero el motivo de preocupacion era evidente.

El hombre portaba el collar y el emblema de la orden de la Cadena de Oro, la elite guerrera de los reyes de Cashel.

De pronto, el tono aspero de Donennach se elevo con nerviosismo.

– Extrana hospitalidad la vuestra, Colgu de Cashel. Vuestra elite de guerreros me ha disparado. ?Han intentado matarme!

CAPITULO IV

Un largo silencio se impuso tras la acusacion del principe de los Ui Fidgente. Fidelma fue quien puso fin a aquella calma amenazadora inclinando la cabeza hacia su hermano, que estaba de pie con un semblante que apenas si ocultaba el dolor de la herida.

– Si los guerreros de Colgu han disparado a mataros, Donennach, tambien han intentado abatir al rey de Cashel.

Donennach la miro inquisitivamente con ojos penetrantes. Su guerrero jefe, Gionga, hizo la pregunta que aquel no habia formulado.

– ?Y vos quien sois, mujer, que osais hablar en presencia de principes? -exigio sin perder la arrogancia.

Colgu respondio con serenidad, aunque con la voz tensa por el dolor.

– Es mi hermana, Fidelma, que habla y tiene mas derecho a hacerlo que ninguno de los aqui presentes, pues es dalaigh de los tribunales, ademas de ser religiosa y de poseer el titulo de anruth.

Los ojos de Gionga se abrieron visiblemente al reparar en que el grado de ollamh, el mas elevado de las universidades irlandesas, laicas y eclesiasticas, era el siguiente despues del de anruth.

Gionga no dejo traslucir la impresion que le habia causado, sino que se limito a entornar los ojos, diciendo:

– Vaya. De modo que sois Fidelma de Cashel. Sor Fidelma. Vuestra fama os precede en las tierras de los Ui Fidgente.

Fidelma contesto al examen de Gionga con una adusta sonrisa.

– Asi es, estuve en la region de los Ui Fidgente… una vez. Fui invitada… con motivo de un envenenamiento.

No dio mas detalles, pues sabia que Donennach conocia muy bien la historia.

– Mi hermana tiene razon -intervino Colgu, volviendo al origen de la cuestion-. ?Cualquier acusacion afirmando que mi mano esta detras de este acto vil es falsa!

Eadulf decidio intervenir otra vez, pues le preocupaban las heridas de ambos.

– No es el momento de discutir este asunto. Ambos necesitais que os atiendan las heridas antes de que se infecten. Dejemos la discusion para momento mas oportuno.

Colgu se mordio el labio para controlar un espasmo de dolor que de pronto le recorrio todo el brazo.

– ?Estais de acuerdo, Donennach?

– Estoy de acuerdo.

– Yo tomare en mis manos este asunto, hermano, mientras Eadulf te asiste -dijo Fidelma con firmeza.

Gionga dio un paso adelante con claro gesto de indignacion, pero antes de que pudiera decir nada, Donennach alzo una mano.

– Quedaos con sor Fidelma, Gionga -le ordeno con delicadeza-, y ayudadla en todo aquello que este asunto precise.

Donennach parecia haber puesto un enfasis innecesario en la palabra «ayudadla». Gionga inclino la cabeza y retrocedio.

Los portadores de la camilla levantaron al principe de los Ui Fidgente y siguieron a Colgu, a quien ayudaba Donndubhain, por el empinado camino hacia el palacio real. Eadulf, que iba junto a Colgu, estaba inquieto.

Fidelma se detuvo un momento, entrelazando las manos delante con recato. Su viva mirada centelleaba con tal fulgor que quien la conociera sabria que albergaba una peligrosa disposicion de animo. Solo en apariencia guardaba la debida compostura.

– ?Que sugeris, Gionga? -le pregunto con serenidad.

Gionga reposo el peso de su cuerpo sobre una pierna y luego sobre la otra, revelando asi su incomodidad.

– ?Que sugiero? -repitio con desafio.

– ?Os parece bien que trasladen los cuerpos de estos dos hombres a nuestro boticario? Alli podremos examinarlos luego y en mejores circunstancias.

– ?Por que no los examinamos ahora? -pregunto con cierta intemperancia el guerrero de los Ui Fidgente, y al recordar el grado de Fidelma se dio cuenta de que debia contener su arrogancia.

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